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Cultura

El destructor de muñecas

Por Fernando Muñoz Castillo

Muñequita linda De cabellos de oro De dientes de perla Labios de rubí… María Greever

Este es el alias que le vendría muy bien al verdadero Mario Moreno “Cantinflas”, el actor cómico mexicano.

Egoísta, perverso, manipulador, obsesivo y enfermo del alma, este actor cómico del cine mexicano, que siempre se anunció como cabeza para grandes beneficios públicos, pero que en realidad, nunca hizo nada gratis, ya que jamás dejó de cobrar por sus presentaciones en dichos actos de beneficio, es verdaderamente, el monstruo detrás del maquillaje.

Su ambición por llegar a ser famoso y tener mucho dinero, lo llevó no sólo a casarse con Valentina Subareff, sino a traicionar a su compañero de teatro y cine Manuel Medel.

Amén de hacer a un lado a quien le enseñó cómo pararse en un escenario: Stanislao Shilinsky, cuando creyó que le estorbaba y acercar a su lado a Medel, excelente cómico de gran éxito y aceptación del público. Creador del primer Mamerto a quien le escribieron varios libretos para que estrenara: Mamerto en los infiernos, Las aventuras de Mamerto o en tal o cual aventura.

No en balde, Medel inauguró el teatro Tívoli en 1946 y mantuvo magnas temporadas, tal vez los mismos años que duró su matrimonio con la tiple cubana Rosita Fornés.

Mario Moreno lo hizo a un lado después de que juntos recorrieran plazas de toros y llegaran hasta el Palacio de las Bellas Artes.

De todas las muñecas que destruyó con saña Mario, se encuentran: Valentina, Miroslava e Irán Eory, más otras como Leticia Palma, que quedaron hechas añicos en el camino.

Silvia Pinal se salvó, tal vez por estar recién casada con Banquells, o tal vez porque era más inteligente y no necesitó a ningún hombre para que le administrara la empresa que era ella misma. Creo que fue esta segunda opción.

Miroslava, esta triste muñeca que nunca supo ubicar su vida en su vida, permitió que Mario la separara de su amor, Stella Inda, a quien Mario amenazó con destruirle la carrera y casi se la destruye del todo. Y después la obligó a casarse con Bambi, en un matrimonio arreglado, para que ella pudiera vivir libremente con él. Pero sin frenar la ambición del padrastro y el medio hermano de la estrella. Otra manera de tener bajo si yugo a la actriz de alma fría como el hielo.

Le puso departamento, pero nunca a su nombre, y un sirvienta que era una espía que informaba a Moreno de todos los pasos que ella daba en su cotidiano vivir. Así, hasta su muerte.

Con Irán Eory, fue igual, nunca le puso el departamento a su nombre, y sí la mantuvo alejada de todo y de todos, por supuesto, con la anuencia de la ambiciosa madre de Irán. Y…la pobre güera ibérica, terminó su vida sin poder decir públicamente que Carlos Monden era el compañero de su vida, que no era precisamente este hombre que usaba mujeres para su beneficio sexual y si necesitaba conseguir algún favor político, las mandaba como aquél Vendedor de muñecas, del dramaturgo Nemesio García Naranjo.

A otra que tuvo a su lado un tiempo y después la “presentó” al presidente, sin saber que correría con mejor suerte que todas las demás muñecas fue a Christian Martel, a quien rescató de teatritos de tercera en México, por no decir carpitas, cuando no pudo hacerla en nuestro país y estaba a punto de tronar como chinampina. Todos estos datos fueron publicados en la revista Cinelandia, dedicados a la biografía de la hermosa actriz, que engalanó las pantallas e iluminó con su belleza nuestra infancia.

Leticia Palma, la mitómana y egocéntrica tabasqueña que se prestó a la farsa más grande de la historia de la ANDA, cuando Mario quiso desbancar a Jorge Negrete y que a la hora de la gran asamblea, la dejó sola para dar su adhesión al Charro Cantor. Haciendo con esto, que la carrera de Leticia se truncara para siempre y quedara hecha una basura ante los ojos de todo el gremio de actores.

Quienes lo conocieron en sus inicios y vieron reptar al poder económico y político, se apartaron de él discretamente, con pena y tristeza de ver en el monstruo que se estaba convirtiendo y que nunca paró.

Esta historia es mucho más larga, hoy sólo escribo un fragmento de lo mucho que me contaron Meche Barba, Enrique Rosado y Pepe Delgado. Historias qué tristemente borré y no guardé…

Al tiempo, me doy cuenta de que sigue siendo material importante, para entender las entrañas y entretelas de la Epoca de Oro del Cine Mexicano.

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