José Iván Borges Castillo*Impresiones de Viajero
Dice el Chilam Balam de Chumayel: “Sac Cab Há. Tzanlahcat. Human. Allí retumbo la palabra sobre ellos, allí sonó su fama”. Por esta antigua referencia y por otros vestigios que la historia conserva, refiere el origen maya de esta población, el actual próspero municipio de Sanahcat.
Conocí Sanahcat una tarde de agosto, lo recuerdo bien, escuchaba atento toda la historia y leyenda que gira entorno a la preciosa imagen de la Virgen de la Asunción, su dulce patrona y celestial protectora. Ella le da título a su iglesia antigua que se alza en la plaza principal de ese pintoresco pueblo yucateco.
El origen de esta población se pierde en la densa bruma del tiempo pasado. Sin lugar a dudas su origen fue maya. Fundado por familias campesinas que se asentaron en este lugar aprovechando la fertilidad de sus tierras, la abundante lluvia y sus cenotes determinaron en el concierto del tiempo la permanencia de sus pobladores y, por lo tanto, del correr de su historia. Los montículos regados en todo el pueblo, las elevadas casas, todos son vestigios de la manos de los antiguos abuelos mayas. El Chilam Balam de Chumayel lo refiere como Tzanlahcat, que el gran Antonio Mediz Bolio lo descifra como: Nombre de lugar. De tzan, sonido de cosa de barro; lah, tdo, todos; cat, vasija de barro, propiamente “apaste”: “Lugar que todo suena como vasijas de barro”. Los documentos coloniales muy tempranos señalan al pueblo como Tzanlahcat.
Castellanizado el nombre quedó como ahora lo llamamos: Sanahcat, y varios investigadores mayistas han escrito sobre este nombre, pero ya en castellano ha perdido el sentido original. Así, nos encontramos con lo que escribe Domingo Martínez Paredes, que lo define: “Lugar de la bellota olorosa”. Manuel Rejón García, en su obra Etimologías Mayas, publicado en 1910, se inclina por que el nombre del pueblo se debe al árbol de Tzalamcat, que debió abundar en el lugar. Mientras que Alfredo Barrera Vázquez escribe que se debe el nombre a la referencia de algún sonido generado por metal, se asemeja su opinión a la de Mediz Bolio. Nosotros también nos inclinamos a que el nombre de Sanahcat resulta por su significado: “Lugar que todo suena como vasijas de barro”.
En la última época maya estuvo en el cacicazgo de Hocabá y sus caciques, descendido del batab Tzab, que tras ser bautizado se llamó Diego Tzab, que figura como principal del pueblo en 1560. Durante la dominación española estuvo contemplado entre los pueblos de los llamados Beneficios bajos.
A consecuencia de la conquista española, los pueblos de indios fueron convertidos en encomiendas dadas a veteranos soldados de la tropa de los Montejo, quedando el pueblo de Sanahcat en manos del cruel Melchor Pacheco, y para 1599 pasó a ser de Francisco de Solís y Osorio. Auxiliar en el proceso de conquista llegó la santa religión, esa que profesaba y daba santidad a los reyes de Castilla y de León. Fue entonces cuando a la comunidad llegaron los humildes hijos de San Francisco de Asís, ellos trazaron las calles del pueblo, dieron catecismo y bautizaron a sus naturales. Y con materiales de antiguos templos mayas, levantaron desde sus cimientos el templo católico, la iglesia donde impartir los sacramentos y levantaron un altar a la Santa Cruz y a la Virgen Santísima, a quien colocaron el nombre del pueblo, por titular y por patrocinio, quedando marcado desde entonces el nombre Asunción unido al de Sanahcat. El cronista Fray Diego López de Cogolludo refiere al pueblo como visita franciscana titulada: “Tzanlahcat la Asunción de Nuestra Señora”, esta referencia data de 1680.
Y, en efecto, en la iglesia de este pueblo se conserva la antiquísima imagen de la patrona la Virgen de la Asunción, cuya fiesta celebra todo el pueblo el 15 de agosto. El culto por la imagen de la Virgen se remonta a mucho tiempo atrás; en el siglo XVIII ya contaba con una cofradía, cuyas tierras había donado una india llamada Francisca Cauich y donde se tenía 79 cabezas de ganado, caballos y colmenas, con las cuales sostenían el culto de la Virgen patrona, esto para el año de 1782.
La imagen de Nuestra Señora de Sanahcat tiene la belleza que reviste a las Vírgenes antiguas, ella desde su altar protege a su comunidad. Ella misma es protagonista y testigo fiel del devenir de la historia de su pueblo.
Nunca he estado un 15 de agosto en Sanahcat, pero espero que la vida me permita presenciar esa bonita fiesta mariana que tiene lugar en su templo.
La iglesia es una obra de construcción centenaria, que a pesar de los duros vendavales del tiempo, ha sobrevivo airosa. Se puede apreciar aún la torre del viejo campanario del siglo XVI, con la bóveda del presbiterio de ese mismo siglo. La nave hoy tiene un techo de corrido, siglo atrás sostuvo techumbre de palma de dos aguas, y para mediados del siglo pasado se levantó a techo corrido. Su última gran intervención se dio en el siglo XVIII, cuando se levantó el frontispicio de su fachada actual, con su campanario al frente, que aunque dañado por el huracán Isidoro en 2002, fue restaurado gracias al proyecto del maestro Antonio Rodríguez Alcalá.
Entre la historia de Sanahcat debe rescatarse el importante dato de que algunos de sus pobladores formaron parte del movimiento de insurrección de Jacinto Canek en 1762, la lista de los sentenciados solamente nos revela el nombre de algunos de estos valientes hombres que empuñaron el arma contra la Corona Española, de mencionar a Pedro Moo, Francisco Moo, Salvador Moo, Vicente Moo y Pedro Moo, quizá eran parientes estos cinco, y uno más de nombre Martín Azul o Dzul. ¡Héroes son de Sanahcat estos indios bravos!
En la segunda mitad del siglo XIX, figuran de Sanahcat excelentes artesanos y ebanistas, como don Evaristo Gamboa que dio muestras de sosquil y don Manuel Jesús Araujo con su tallado de madera de una horma de zapato, que merecieron ambos mención en la Muestra de Yucatán de 1880.
La plaza principal la forma un cuadro amplio de jardines y bancas, arbolado en sus lados y que le dan el toque provincial al pueblo. El silencio interrumpido sólo por vecinos que cruzan, la risa y la plática en el tendejón de la esquina, y el olor del pan dulce, me traen bonitos recuerdos de Sanahcat. La limpieza de las calles da el sentido de pulcritud que tiene este pueblo, la amabilidad de su gente y la simplicidad de lo cotidiano hacen que uno anhele regresar a visitarlo.
Por un lado de la plaza se ubica el Palacio Municipal, sede del Honorable Ayuntamiento, como máximo poder de ese Municipio Libre y Soberano que fue elevado a tal categoría el 29 de septiembre de 1924. Tiene un amplio corredor al frente con sus arcos de medio punto. En el muro este del Palacio se sostiene un arco que cruza la calle 16, una de las principales, no sabemos el motivo de la edificación de este arco, pero le da un aire especial a la calle y a la plaza.
La población actual del municipio es de poco más de 1, 741 habitantes, de los cuales 793 son mayahablantes. La extensión territorial es de 54.93 kilómetros cuadrados.
Lo maya, lo español, lo mestizo y otras tantas influencias culturales convergen en las poblaciones yucatecas, y en Sanahcat no es excepción.
Regresando a la historia del municipio, referiré lo que en mis investigaciones históricas he encontrado, en lo que respecta al apellido de este pueblo. En el año de 1878, la Legislatura del Estado decretó que los Ayuntamientos y Juntas Municipales unieran su nombre al de un célebre héroe nacional o del Estado, haciendo que estos sirvieran de lustre o divisa. La Junta municipal de Sanahcat, obedeciendo el decreto, acordó en sección extraordinaria celebrada en ese mismo año, tomar el apellido de Terrazas, en honor del Coronel Juan Terrazas que enfrentó a los españoles con los mayas rebeldes y murió en Izamal en 1854. El acta existente en el Archivo del Estado da fe de lo que digo, a razón de que en algunas obras se ha publicado que el apellido de Sanahcat es Ferráez. Esto es un error histórico, el acta dice Sanahcat de Terrazas y está firmado en ese mismo año de 1878. Esta cuestión de los apellidos de las poblaciones yucatecas pronto cayó en desuso y solamente lo conservaron algunos, como el caso de nuestro pueblo Tekal de Venegas o Dzilam de Bravo y de González.
De algo estamos seguros, falta escribir la historia del pueblo de Sanahcat. Mi gratitud al periódico POR ESTO!, cuya divisa de Dignidad, Identidad y Soberanía nos permite compartir estas cortas líneas.
* Escritor comunitario