Considerado piedra angular de la museografía mexicana, ya que estableció las bases de la práctica en los museos. Fundó y fue director del Museo Nacional de Antropología
El museógrafo Mario Vázquez Ruvalcaba (27 de enero de 1923) murió la madrugada del martes a los 97 años.
En 1964, Vázquez se hizo cargo de la integración de las salas del Museo Nacional de Antropología, bajo la guía del arqueólogo Román Piña Chán y el mandato de Eusebio Dávalos, el entonces director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), para conformar el museo que 55 años después de su fundación sería el más visitado del país.
Vázquez fue alumno de la primera generación de la carrera de museografía y arqueología de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, en los años 40 del siglo pasado. Entre sus maestros figuraron Miguel Covarrubias, Fernando Gamboa, Juan de la Encina e Ignacio Bernal.
En 1989 ocupó el cargo de coordinador nacional de Museos y Exposiciones del INAH.
Para el historiador César Moheno, Vázquez es “ritmo, luz y color en la historia de la cultura mexicana. Conocer y tener la suerte de conversar con Mario es uno de los más grandes privilegios que la vida me ha regalado a mí y toda mi generación.
“Con él aprendí muchísimas cosas. Con sólo estar a su vera se despertaban todas las curiosidades. Sobre los colores, sobre el paisaje, sobre las personas, sobre el patrimonio de México y el mundo, sobre la belleza, sobre la enorme necesidad de contar con presupuestos suficientes para la conservación y la divulgación de la infinita grandeza de la cultura mexicana.
“Para Mario la museografía era la luz. Gracias a él supe que la luz está en todas las piezas de la cultura mexicana. Le otorga grandeza. Y nadie como él para hacer que, con luz, ritmo y color en sus museografías, el patrimonio cultural de México resplandeciera en todos los museos. Sea en museos comunitarios, en el Museo Nacional de Antropología o en los grandes museos del mundo, en Italia, España, Nueva York, París, San Petersburgo, La Venta en Tabasco, Palenque…
”El es flor, tronco y raíz de la museografía mexicana. Con su manejo de la luz y el ritmo, precisos, sorprendió a miles y miles de mujeres y hombres en el mundo y los llevó de la mano para que pudieran comprender las profundidades históricas del inmenso patrimonio cultural de México.
”Mario Vázquez es lo más cercano a un Dios griego con el que podías conversar, siempre sonriendo, sobre la luz que se requiere para iluminar el mundo”.
Diego Prieto, titular del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), compartió: “Esta madrugada a los 97 años se fue por los rumbos del Mictlán nuestro querido y admirado maestro, Mario Vázquez, fundador y director del MNA; museógrafo genial, amigo generoso y monumental”.
Por su parte, la Secretaría de Cultura dio a conocer un comunicado sobre Vázquez Ruvalcaba.
“Involucrado en la creación del emblemático Museo Nacional de Antropología (MNA), de 1962 a 1964, Mario Vázquez Ruvalcaba fue luego su director; asimismo, en el ámbito internacional participó activamente en la renovación del papel de los espacios museísticos. Era un ser excepcional, un hombre venido del ‘mundo del trabajo’, pues estudió en la Universidad Obrera de México, que aterrizó por casualidad —decía— en el planeta de los museos”, destacó.
Los museos, comentó en una entrevista a sus admiradores y, de alguna manera, discípulos, Ana G. Bedolla y Fernando Félix y Valenzuela, son coadyuvantes en el avance de un país, útiles para la cultura; “y son instrumentos extraordinarios para estimular, para movilizar y, sobre todo, para concientizar, para ayudarte a ubicar en tu realidad.
“Tú, como mexicano visitando el Museo Nacional de Antropología, o tú, como mexicano visitando los museos del extranjero, te ubican en tu realidad, en tu cultura, en los orígenes, en tu mundo. Vienes a este museo o vas al Museo de Arte Contemporáneo de la UNAM, uno de los más novedosos, o al de Historia Natural; y el efecto es el mismo: desde chiquito te ubica en una cierta realidad. Desde chiquito te estimula, te inspira”.
Don Mario insistía que no podía comprenderse su visión y su legado en el ámbito museístico, sin hablar de la escuela pública en que se formó. Esa extracción social le permitió más adelante pensar en los públicos de una manera distinta; pero sus influencias también estaban en la poesía de César Vallejo, en la música clásica, y en las enseñanzas de sus maestros de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
”En la ENAH encontré un mundo maravilloso. No solo la temática: fue el encanto de lo misterioso. La arqueología, la antropología física, la lingüística, todo aquello que descubrías porque en aquella época llevábamos un tronco común, con materias de todas las carreras. Las clases te las daba una pléyade de maestros, lo mejor de la antropología.
”Mis maestros fueron de la primera generación, de los que fundaron el INAH. No solo era una generación de maestros mexicanos, sino también de maestros españoles como Pedro Bosch Gimpera, José Miranda, Juan Comas, o bien alemanes como Paul Kirchhoff, Johanna Faulhaber, como Ada D’Aloja, quien era italiana, y Mauricio Swadesh, norteamericano, de lingüística. Y de México no se diga. La flor y la nata de los estudiosos de la antropología: llámalo Caso, Bernal, Jiménez Moreno… De todas las especialidades. Todo eso junto es lo que inconscientemente se reflejó en la museografía que hice cuando ya me dediqué a hacer museografía”.
Mario Vázquez Ruvalcaba concebía a la museografía como una puesta en escena, derivado de su formación en estas artes: “Trabajé muchos años con el Ballet Nacional. La danza tiene emoción. El teatro tiene emoción. La música tiene emoción. Todo el arte tiene emoción. Pero no estoy haciendo arte a la hora de hacer museografía. A la hora de hacer museografía estoy tratando de comunicar. Yo no actúo como un artista libre creador: no debo.
”Yo tengo que comunicar didácticamente y el arte me va a ayudar, aunque en cierto sentido la museografía es un arte. Es el mensaje, es el contenido. No importa el tipo de museo, el tipo de arte, el tipo de objeto, de época. Pones en contacto algo, te está metiendo en un ambiente. Las piezas te van a hablar para que te gusten, para que no te gusten, para que las admires, para que las desprecies, pero te van a hablar. Y ese momento que pasaste en el museo fue inspiracional, quieras o no. Es un momento de estimulación”.