Roger Cícero Mac-Kinney (1929 - 2015) poeta, escritor y periodista cultural nacido en Mérida, ejerció durante más de cinco décadas el oficio de las letras dejando a la posteridad alrededor de doce libros, entre ellos Poemas de tierra y sangre; El indio, el amor y el mar; Canto en Acción de Gracias; Los juegos florales de Mérida de 1903 a 1992; Las esferas del canto y la trilogía La casa I, II y III con la que cerró su largo ejercicio de la pluma. Precisamente, de este último volumen publicado en enero de 2013 bajo el sello editorial del Ayuntamiento de Mérida, traemos al presente una versión en síntesis de su ensayo El haikai en Yucatán, alentados por lo extraño del tema que hace referencia a un género poético de origen japonés más conocido bajo el nombre de haiku, que suele hacer referencia a la naturaleza y frecuentemente a un momento del año; forma de versificación próxima al epigrama por su brevedad, lo ingenioso y a veces por su toque satírico que exige conocimiento y maestría en su confección y, por otra parte, distante del aforismo que no es más que una frase o sentencia doctrinal que se propone como regla en alguna ciencia o arte.
Revisados en estos tiempos de contingencia y enclaustramiento los viejos tratados de Preceptiva literaria que nos hablaban de los géneros literarios, particularmente el de Luis Alberto Sánchez, que hiciera época en nuestros tiempos de estudiantes preparatorianos con las exigencias de rima, ritmo y número de sílabas heredadas del verso clásico, no encontramos señal alguna de esta estructura de tres versos sin rima siguiendo un orden de 5-7-5 sílabas del haiku que ha tenido en Basho a su más alto exponente. Y, sin embargo, su adopción en las letras hispanoamericanas ha sido inexorable al paso del tiempo, tan es así que desde el siglo pasado José Juan Tablada experimentó en México con sus temas y su métrica, y ahora alcanza dimensión con Jorge Luis Borges (Es un imperio / esa luz que se apaga / o una luciérnaga? ) y con nuestro Octavio Paz (Hecho de aire / entre pinos y rocas / brota el poema).
El impulso mayor, por lo novedoso del implante de estas formas cortas de versificación, se dio en México con Efraín Huerta, padre emérito de los “poemínimos” en los que campean la ironía, el humor y el desenfado (Estoy /Exactamente / A / Un metro / con 74 centímetros / sobre/ el nivel / Del mal ). Vinculado afectivamente a Yucatán, encontró en un momento de su vida el camino del éxito y del reconocimiento del grueso de la comunidad lectora de México. Pero ¿qué son los haiku, el poema corto o los poemínimos? ¿Hubo alguna vez en Yucatán poetas que, atraídos o atraídas por estas formas nuevas de hacer poesía, tuvieron la audacia de experimentar con procedimientos de versificación ajena?
En este texto, primero de una serie, podrá el lector documentar el hecho de la presencia desde mediados del pasado siglo xx de intentos serios por hacer versos breves, pero quizá atemperados con el característico, peculiar hablar y escribir de los yucatecos.
Entre los poetas yucatecos el haiku aparece primero con Carlos Moreno Medina (1913-1971) en Arquitectura de la sangre, en 1951. El libro recoge la producción del autor de 1938 a 1950. En su parte II, titulada Semillas, desgrana veinte haiku que cierra con éste:
Hamaca,
Media luna del sueño
Después de un segundo libro, Dimensión de la nube, 1961, el buen hombre y mejor poeta ¡que ya es decir! dio a Ediciones Gotero los originales para el tercero y que resultó el último de sus poemarios: Esquema poético del mar, que vio la luz en 1964, en el que Carlos volvió al haiku. Bajo el título de Conjugando al mar dejó para mayor gloria de su memoria otras quince de estas joyas de la imaginación humana.
He venido hurgando con la agudeza de la curiosidad la huella del haiku en Yucatán. En las generaciones de los cuarenta y los cincuenta, es decir, poetas de los grupos Provincia y Voces Verdes, en este orden cronológico, pues daba por un hecho que no había nada. Sólo Carlos Moreno Medina, por así decirlo, tomando la licencia que se tomó Tablada para mexicanizar el sutil estilo de la poemática japonesa.
Aunque me parecen tardías quizá las generaciones subsiguientes: las del Taller Platero, Irene y Juan Duch Gary, Roger Campos Munguía, Francisco López Cervantes y la primera generación que crea Beatriz Rodríguez Guillermo, busqué entre lo producido por sus miembros y no, no encuentro haiku alguno.
Y aquí el otro día, de repente me aparece bajo un apilamiento de folletos, papeles y más papeles, una amarillenta hoja del suplemento cultural del desaparecido Diario del Sureste que nos cobijó los primeros logros literarios y !ajá! que estos son haiku. En la página a la vista, el titulo Letanía del salitre”... Al pie: dibujo de Armando García Francia. Y a columna de un lado del dibujo van sucediéndose doce haiku. Permítame transcribir algunos:
CORAL
Árbol a cuya sombra
se enamoran los peces
Al rojo vivo
OLA
El viento se hinca
y cubre su cuerpo
con pañuelos de espuma
CARACOL
Introvertido remolino
de crepúsculos.
Registro compendiado
del mar
FARO
Vertical esperanza
de los marinos
Credencial de los puertos.
LÁGRIMA I
Delgada la vereda,
tibia, silente....
La dibujan los duendes?
LÁGRIMA IV
Una gota que puede ser el mar,
O puede ser la lluvia
terca tras la ventana
LÁGRIMA VIII
Dice su nombre, tímida,
y ¡huyen las arrogancias!
LÁGRIMA IX
Pedacito de noche,
Un mundo de luciérnagas.
Por Gaspar Gómez Chacón