En el marco del Día Internacional de la Mujer, conmemorado cada 8 de marzo, tuve la oportunidad de entrevistar a dos estudiantes que promovieron una iniciativa para contrarrestar las violencias al interior de los espacios educativos en Yucatán: UADY Sin Acoso (en Facebook: @UniversidadesLibresDeViolencia). Conversamos acerca de la educación sexual integral, un concepto en construcción que se perfila como un conjunto de conocimientos y prácticas orientados a reconstruir las maneras en que convivimos en sociedad, siempre orientándose a la disminución de la violencia no sólo contra las mujeres, sino en beneficio de las infancias, los grupos marginados y los individuos que viven en comunidad.
David Mayoral: ¿Quiénes conforman UADY Sin Acoso?
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Rosa Cruz: La conformamos estudiantes de la Universidad Autónoma de Yucatán: Luisa Flores, pasante de Antropología; Rosa Cruz, pasante de la licenciatura en Historia; Ana Ramírez, pasante de la licenciatura en Comunicación Social al igual que Álvaro Carvajal; Ibrahím L. Carrillo, en Psicología; Angull Loria, de Derecho; Mayté Cámara y Karen Uc, nuestras integrantes nuevas.
DM: ¿Con qué objetivo se conformó esta organización?
Luisa Flores: Nuestro principal objetivo es la erradicación de actitudes de la violencia sexual dentro de los espacios educativos universitarios y, posteriormente, en todos los espacios educativos.
RC: Lo entendemos en tres etapas: prevención, atención y erradicación del acoso. Empezamos sólo con temas de agresiones sexuales, pero ya atendemos asuntos que tienen que ver con violencia institucional, o sea, de la violencia de género tal cual.
DM: Hasta el momento, ¿cuál ha sido su mayor logro?
RC: Lograr visibilizar las agresiones sexuales y de discriminación que ocurren en los espacios educativos, principalmente el acoso, que fue considerado durante mucho tiempo como una manera de cortejar, una agresión leve que era silenciada. Lo que logró esta campaña fue precisamente que se empezara a mencionar esta violencia y se tomara en serio, así como que las víctimas no se sintieran solas y no tuvieran que abandonar la universidad. En el 2019, se retomó el Protocolo para la prevención, atención y sanción de la violencia de género, discriminación, hostigamiento, acoso y abuso en la Universidad Autónoma de Yucatán. Hemos logrado también posicionar el tema a nivel peninsular, porque todas estas movilizaciones empezaron en el centro del país. A las periferias difícilmente llegaba, pero a través de UADY Sin Acoso hubo impacto en Campeche, Quintana Roo y Chiapas.
LF: Durante los primeros diez meses de campaña fueron cuarenta y nueve denuncias las que se hicieron y a las que se dieron seguimiento. Ahora, con el tema digital, seguimos recibiendo casos. Ya se está trabajando en sistematizar eso, pero creo que, en los números de denuncias, aunque es un foco rojo, hay por igual un logro, pues cada vez se silencia menos el problema.
DM: ¿Qué actitudes y valores son los que les hace seguir adelante?
RC: Primero, la sororidad, que es esta hermandad entre mujeres. Consiste en apoyar a las presuntas víctimas, no a los presuntos agresores. También debe haber empatía con los sentimientos de las personas que pueden estar sufriendo tanto violencia sexual como discriminación. La tolerancia definitivamente es otra actitud. Pero no se puede tolerar la violencia. Lo que nos rige es un sentido de comunidad. Podemos lograr grandes cambios simplemente haciendo comunidad y trabajando, aunque no tengamos mucho material o muchos recursos.
LF: Agregaría el respeto. Creo que la campaña, desde el inicio y ya ahora como un movimiento más consolidado, ha manejado los casos con mucha cautela y mucho respeto porque sabemos que son temas muy delicados. Eso nos ha merecido un voto de confianza.
RC: Desde la empatía y el respeto, como dice Luisa, procuramos no revictimizar a las personas que están pasando de por sí por una situación difícil. Ese respeto es primordial.
DM: ¿Han pensado alguna vez en abandonar la iniciativa?
RC: Tal vez cuando nos empieza a sobrepasar, porque sólo somos, como dije, estudiantes, ¿no? Y, de hecho, tampoco éramos expertas en el tema de la violencia. Hemos ido aprendiendo sobre la marcha. También hemos pensado en qué pasará ahora que estamos por egresar. Son las generaciones que vienen después las que considero que continuarán con el proyecto en un futuro.
LF: Como bien dices, Rosa, hubo momentos en los que no sabíamos cómo reaccionar. Cuando hay amenazas directas es cuando te preocupas y no sabes qué va a suceder. Afortunadamente ha habido mucho respaldo de muchas personas en Yucatán, y a nivel nacional también. Lo ideal es que sigan personas que son estudiantes, pero nosotras seguiremos trabajando de manera más general.
DM: ¿Dónde les gustaría estar dentro de unos cinco años?
RC: Tengo planes de irme de la ciudad; estudiar una maestría, especializarme más en mi profesión, la investigación en temas de género, y poder concretar mejor mis aprendizajes sobre el proyecto. Sí, hemos pensado en algún futuro, como bien comentó Luisa, dejar de ser una organización estudiantil y poder convertirnos, tal vez, en una Organización No Gubernamental, en algo más concreto y poder trabajar ya no sólo en la UADY, porque realmente ya no sólo estamos trabajando nada más ahí. Hemos llegado a otras universidades. De hecho, tenemos réplicas del proyecto en la Universidad Autónoma de Hidalgo, la Universidad Autónoma de Campeche, El Colegio de la Frontera Sur (ECOSUR)... Nos han llamado de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas (UNICACH) y de la Interlingua de Quintana Roo. O sea, hay varias universidades que nos invitan de manera institucional para hablar temas sobre prevención y protocolos aquí mismo en la Anáhuac; también, en el ENES UNAM. Hemos ido a bachilleratos y secundarias. Incluso hicimos un proyecto llamado Volando libres: infancia y adolescencia libres de violencia.
LF: Eso es parte importante del proceso que hemos llevado: que estamos igual haciendo esto porque nos apasionan los temas con perspectiva de género desde diferentes ramas. Creo que eso ha completado muy bien. Dentro de cinco años, sería genial que pudiéramos ser una organización civil consolidada y poder seguir ayudando, porque necesitamos obviamente de herramientas que ayuden con las cuestiones monetarias.
DM: ¿Hay algún magno proyecto que les gustaría llevar a cabo? Algo que, debido a su alcance y relevancia, sea lo más significativo posible.
RC: Bueno, yo creo que el tema de la educación sexual integral abarca todo: cómo relacionarnos de manera sexual pero también de manera emocional y qué origina las agresiones sexuales y toda agresión en general. La violencia se da a partir de eso, de no saber controlar nuestras emociones, tanto positivas, como el cariño, el amor, como por otro lado la ira o la frustración. La educación sexual integral también nos va a permitir el tema de cómo relacionarnos sexualmente con los demás y con uno mismo, con una misma. Eso tiene que ver con cómo respeto mi sexualidad, la manera en que la expreso y respeto la de los demás.
LF: Parte de lo que hemos trabajado mucho más en UADY Sin Acoso es esta cuestión metodológica, la de hacer un poco de ciencia social respecto a lo que estamos observando, que implica recabar datos e interpretarlos, siempre partiendo de la perspectiva de la educación sexual. Sería genial trabajar en el futuro con instituciones ya directamente que trabajen educación, como la SEP (Secretaría de Educación Pública), la CONAPE (Comisión Nacional de Préstamos para Educación), entre otras, ya que, lamentablemente, así como no hay una educación ambiental, tampoco existe educación sexual integral. Implementarla sería uno de los más grandes proyectos.
RC: Igual es cierto que hay varias organizaciones que, desde sus espacios, están intentando hablar sobre educación sexual integral, pero todavía no está disponible como una educación institucional y pública.
DM: Y entonces, ¿cuál es la situación actual de la educación sexual no sólo en las escuelas, sino, por ejemplo, en los hogares, entre las propias personas, o lo que vemos en los medios?
RC: México es el país número uno en agresiones sexuales a menores de edad. Por ejemplo, Yucatán es el estado número 2 en el país respecto a violencia sexual a infantes, así como de suicidio, en donde las principales causas entre menores de edad eran precisamente por haber recibido agresiones sexuales. Eso viene de considerar ciertas actitudes violentas como cortejo, como románticas; o sea, un amor romántico es casi sinónimo de un amor violento. Una educación sexual integral no sólo abarca temas de diversidad y orientación sexual, sino que arroja luz sobre que, de todo esto, se desprenden varias desigualdades, como el acceso a la educación, al trabajo y al espacio público. ¿Cómo se manifiesta esta discriminación? En brechas de género, estereotipos, roles e inequidad. Todo esto podría abordarse desde la educación sexual integral. Por supuesto que estamos mal en un país donde ya están pasando 11 feminicidios al día. Definitivamente toda esa violencia es porque no ha existido no sólo una educación, sino una pedagogía orientada en eso, en hacer comunidad. Sin embargo, desde hace ya décadas que las mujeres han estado colectivizando, ¿no? Acá tenemos activistas. Desde el siglo pasado tuvimos el Congreso feminista, con Elvia Carrillo Puerto y otras grandes mujeres que han causado cambios a nivel nacional, como el acceso al voto y el derecho a ser votadas y electas. Así hasta el boom en los años 70, el de crear organizaciones. La Universidad Autónoma de Yucatán tiene un programa de género que cumplió diez años desde su creación. Existe actualmente un Instituto Municipal de la Mujer, una Secretaría de las Mujeres y un Centro de Justicia. O sea, allá hay varios organismos, pero sí hace falta que exista mayor precisión en ellos, más ganas y menos violencia institucional. Por otro lado, no se ha integrado una educación sexual integral; o sea, se limita tal vez, en tercer grado de educación básica, a ilustrar nuestras partes íntimas del cuerpo humano y hasta ahí queda. No se dice nada sobre la interrupción legal del aborto o el matrimonio igualitario. Todo esto abarca la educación sexual integral y no está, o sea, no son derechos garantizados. Algo que nuestra generación está logrando es poder impulsar más esta agenda ya en bloque, en colectivo, cada vez con más solidez.
LF: Un problema grande que yo he visto es esta parte de no-gobernanza por parte de las autoridades con relación a políticas públicas. Es decir, creo que hay esfuerzos igual en muchos espacios que formulan estas mesas de diálogo entre autoridades y organizaciones o colectivas, pero se dan poco y la perspectiva es ajena al género. Existen muchas brechas y lo vemos nosotras mismas con la universidad. Ya cumplimos dos años de existencia y en esos dos años nunca ha habido un acercamiento gubernamental al movimiento. Si no habrá ayuda, ¿cómo puedo escuchar al otro? Se debe trabajar igual por políticas públicas con perspectiva de género, hacer algo más institucionalizado.
DM: Hay también resistencia a algo que es tan necesario como es la educación sexual integral. Gran parte de la sociedad se encuentra en una fase de familiarización no sólo con lo que es la educación sexual integral, sino también con las causas que la hacen necesaria. ¿Por qué creen que, al mencionar la educación sexual integral, muchas personas de distintos sectores, con distintas ideas, reaccionan como si se tratara de algo que es perjudicial para la sociedad?
RC: Porque nos han enseñado que es un tema intocable. Por ejemplo, si eres una mujer y empiezas a hablar sobre temas de sexualidad, empiezan a atribuirte promiscuidad y te desvalorizan a partir de ello. Todas estas barreras son aprendidas y son enseñadas, transmitidas y reproducidas. Es muy difícil lograr romper eso, sobre todo cuando llevas toda una vida creyendo que así es la vida, que así es la realidad. No por nada son justamente las juventudes las que están discutiendo sobre estas temáticas, que están debatiendo o que están pidiendo respeto a sus derechos humanos. Ahora, con el acceso a las redes sociales, en donde hay demasiada información y puedes hacer una crítica, comparar dos opiniones y tomar tus conclusiones, se han dado pautas y también sumado muchos de estos movimientos, tanto de la diversidad como de los feminismos. ¿Por qué? Porque hemos visto otras posibilidades de ser. Hay otras posibilidades de vivir, de crecer sin violencia, de disfrutar de la vida, de nuestra sexualidad, de nuestras emociones. A los hombres se les suele enseñar a nunca mostrar sus sentimientos y que deben ser siempre fuertes, frívolos, los que mandan, etcétera. Eso está en la cultura popular, en las canciones, en la televisión, en la calle, en las escuelas y todos lo vamos aprendiendo. No es algo con lo que nacemos y es por eso que cuesta tanto trabajo cambiar. La educación sexual integral cuestiona todo eso y ofrece mejores maneras de vivir. Es cosa de desaprender y aprender de nuevo, lo que es muy complejo.
LF: Añadiría que, como bien comenta Rosa, los espacios de poder en la actualidad e históricamente, refiriéndome al papel de las mujeres en la política, es relativamente corto. Siempre lo comparo con los temas ambientales, de los que se empieza a hablar desde lo años setenta. Es muy poco tiempo en el que una perspectiva de género se ha podido instaurar dentro del sistema que nos rige como gobierno de poder. Trabajar por una educación sexual integral implica hacerla llegar a la política pública. Pero, lamentablemente, no llega, y entonces no tienes el mismo impacto, la misma exposición en grandes espacios. Los debemos seguir abriendo para romper este sistema que ha impedido que se hable sobre educación sexual integral.
DM: Sobre esta representatividad, ¿qué perspectiva tienen, por ejemplo, de las cuotas de género en las cámaras de legislación?
RC: Yo creo que es una deuda sumamente justa de tener. No ha sido un camino fácil. Cuando decimos que nos cosifican era porque no teníamos un valor propio; éramos siempre un objeto o una propiedad de alguien más. Se crearon los derechos del hombre y del ciudadano y no de la mujer y la ciudadana. No teníamos derecho a opinar, hablar, expresarnos, a salir de la casa. Para llegar a lo que tenemos hoy se recorrió un camino muy difícil, histórico. De entrada, fue el acceso a la educación lo que nos permitió cuestionar lo establecido. El papel de las maestras y el magisterio ha sido sumamente importante porque fueron quienes analizaron ideas y dijeron que, en todo espacio donde haya que tomar decisiones, debe que haber una mujer. Sin embargo, aun pudiendo votar y ser votadas, se nos cuestionó mucho. ¿Por qué? Porque todavía existían y existen las ideas de que somos menos inteligentes y más emocionales, de que nuestras opiniones dependen siempre de un hombre. ¿Qué fue la cuota de género entonces? Fue, en efecto, una herramienta que permite y asegura que las mujeres estemos presentes. Pero hay muchos mecanismos que nos siguen ocultando. Hablamos, por ejemplo, de una igualdad sustantiva entre hombres y mujeres. Es decir, que no se trate de poner diez y diez en las Cámaras, sino que hay que ver más allá. Un ejemplo claro es que en los 15 municipios más poblados del Estado no están las mujeres en los cargos más importantes. Entonces puede ser que las mujeres estén encabezando 30 municipios, pero cada municipio tiene mil habitantes nada más. Mientras tanto, los hombres dirigen los 30 municipios con mayor población. Hay movimientos de activistas actuales que exigen una auténtica paridad, pero les fue rechazada la propuesta. Todavía no hemos logrado conseguir 100 por ciento nuestros derechos como mujeres. Se nos sigue menospreciando y se sigue dudando mucho de nuestro trabajo.
LF: Analizar todo este tipo de cuestiones también nos hace repensar el hecho de cómo se construyeron ideas en torno a la mujer en general aquí en México. Sopesar esto es muy importante igualmente, pues siempre habrá comentarios sobre si hay ventajas y desventajas de las cuotas de género. Leí hace mucho que se consideraba como una desventaja que le dieran tanto peso a las mujeres porque se dejaban de lado otros temas, por ejemplo, cuestiones de pueblos originarios u otros grupos marginados. Desde luego que México tiene muchos grupos e identidades sociales que igual implican problemáticas, pero voltear a ver a las mujeres es un avance.
DM: Me ha tocado escuchar lo que menciona Luisa. Hay quienes dicen que el narcotráfico es, en realidad, el problema que más debería atenderse. Pero pienso que cualquiera puede darse cuenta de los cimientos de esta realidad: la violencia que resulta de no resolver una serie de necesidades básicas en la forma de relacionarse socialmente. Y como decía Rosa, las masculinidades, en su forma de comprenderse, aprenderse y desarrollarse, tienen mucho que ver con cómo nos desenvolvemos en circunstancias sociales. A partir de aquí, quisiera saber qué piensan: la educación sexual integral no es sólo una cuestión de aulas ni de individuos como tales, sino que está probablemente en el germen de nuestra estructura social. Quizá el tema empezó siendo la educación sexual integral, pero esto repercute más allá. ¿Qué implicaciones tendría una educación como esta, por ejemplo, en problemas como la violencia que se vive en el país en general?
RC: La formación de sociedades en la construcción de las naciones es algo históricamente complejo. Entre los ejes transversales está el género, pero está en una intersección con la desigualdad social y económica, así como con otros tipos de violencia que tienen que ver con las etnias, el racismo o la migración. Son varias problemáticas las que atraviesan a una nación y que dan como resultado, entre otras cosas, el narcotráfico, la trata de personas, la corrupción y otras manifestaciones de violencia. Una educación sexual integral en sí no garantizará que todas estas carencias acaben. Por eso existen varias luchas. Hay quienes luchan por defender el medio ambiente empezando por defender su comunidad, más allá de un sistema político. Hay otras maneras de organizarse además de la institucional. Por ejemplo, el EZLN es otra manera de organización. El propio feminismo es punto y aparte del sistema político electoral. Igualmente están las involucradas en el tema de las mujeres racializadas; tienen otra manera de organización. Ni siquiera se asumen como feministas antirracistas porque son más antirracistas que feministas. Son estas diversas maneras que en algún punto comenzaron a actuar en bloque. Por eso, al menos como UADY Sin Acoso, hemos decidido actuar como una organización estudiantil, tanto autónoma como independiente de todo, incluso de la misma Universidad. Ante todo, nuestros ideales siempre son nuestros objetivos y nuestro compromiso es con las víctimas. Si a partir de esa confianza hemos entrado en otros temas como la violencia institucional y la denunciamos ahora, como también el tema del servicio social y la desigualdad que padecen quienes lo realizan fuera del Estado. No olvidamos el feminicidio de la compañera Karla de hace unos meses. Tampoco perdemos de vista otros temas como la discriminación por religión o por ser maya. Ahora, si hablamos del narcotráfico, debemos saber que es una estructura patriarcal. Durante muchos años ha sido un espacio dominado por los hombres y que violenta también a los hombres, ya que la mayoría de los homicidios son de varones. El narcotráfico afecta a las mujeres por medio de la trata de personas, en la venta de sus cuerpos y la explotación sexual. Es de notar que, incluso en una estructura patriarcal, se afecta diferente a las mujeres y a los hombres. Cuando se habla de narcotráfico, sólo se dice que matan más a los hombres, pero no se mencionan temas tan fundamentales como los implicados en el caso del campo algodonero de la Ciudad Juárez, de las muertas de Juárez, que fue un suceso que llevó el tema del narcotráfico a discusión internacional. En el tema del racismo, una mujer que lo sufre lo hace de manera distinta a un hombre. Las mujeres negras son hipersexualizadas por ser negras. Eso es, por igual, un racismo y una violencia de género por ser mujer. Lo mismo pasa en las luchas de izquierda, consideradas como las más justas socialmente. Sin embargo, incluso en esas mismas movilizaciones las mujeres son oprimidas por el obrero. Por eso es tan importante que la agenda de género se lleve a todos los espacios, a todas las maneras de organizarse. Ha sido y seguirá siendo un proceso muy largo, pero causará ciertos cambios pequeños, aunque importantes.
LF: Efectivamente, el hecho de traer ya a la mesa una educación sexual integral no significa que se vaya a terminar todo lo que confronta, puesto que hay una especie de fórmulas en todos los procesos sociales. El sistema en el que vivimos, siendo político, económico y social, nos permea todos los días y nos ha llevado a vivir una sociedad del riesgo, en términos de Ulrich Beck. Ahora, no creo que pueda haber ninguna lucha social si no se tiene una perspectiva de género, porque se vuelve a caer en la misma violencia. De otra manera, será subsanar sólo una parte del daño. Si no se trata de incluir todas las otras aristas que hacen posible la desigualdad social, no se va a hacer absolutamente nada. Es muy importante el hecho de trabajar por esa educación sexual integral, pero que de verdad contemple un contexto cercano y completo.
DM: Una educación sexual integral, como la hemos discutido, debe ser interseccional e incluso fomentarse desde dentro, no sólo en el sistema consolidado, sino también en las comunidades que no pertenecen al modelo hegemónico. ¿Cómo podríamos empezar a realizarla desde nuestra esfera privada, doméstica o cotidiana? Sabemos también que muchas agresiones sexuales empiezan y se viven en casa.
RC: Una vez que ya tienes conciencia de algún modo sobre qué es la violencia y todo lo que abarca, denunciarla es de las primeras cosas. Hay situaciones de desigualdad y violencia que pueden resolverse mediante el diálogo. “Oye, hermano, lava tú los platos”; “Papá, no le grites a mamá”; “Compañero, deja de alzarle la falda a la compañera”; “Maestro, deje de acosarme”. Pero no todo tiene que ser a través del diálogo, porque hay violencias que ya no necesitan diálogo, sino que deben ser denunciadas y tratadas en sí. Se comienza con pequeñas acciones, como pedir ayuda o no ser partícipe de la agresión. Recordemos que la violencia son acciones y omisiones, y entre las omisiones está el no hacer nada. Si tú no dices nada, si tú decides que no es tu problema, que no te incumbe, eres parte del problema. Tal vez tenemos que ver que no son cosas individuales, que son problemas colectivos y se tienen que atender como tales. Mucha de la violencia en casa no era atendida porque decían que lo que pasa en casa se queda en casa. El problema es que en todas las casas pasaba lo mismo y fue cuando se volvió un problema social. Entonces, lo que pasa en casa no se queda en casa. No es un problema personal ni privado de la familia, sino que es un problema social y debe ser atendido. En las trincheras donde estemos hay mucho por hacer. Si yo estoy en la escuela y estoy notando ciertas violencias, tengo que aprender a actuar. Lo podemos hacer a través de instituciones para pedir información y asesoría. Si estás en un área de trabajo, si ves que acosan a tu compañera o si ves que tu compañero por ser gay o trans, debes alzar la voz. Es indispensable no dejar solas a las víctimas. No sólo voy a denunciar, sino a preguntarle “Oye, ¿estás bien? ¿Necesitas que te ayude, que te apoye? ¿Cómo puedo hacerlo? Quiero ser partícipe”. Debemos involucrarnos. La apatía es parte del problema. Si nosotros somos quienes estamos emitiendo la violencia, entonces hay que concientizar que lastimamos a los demás con nuestros comentarios y acciones. Y si nos damos cuenta de nuestro daño, por supuesto que se debe pedir una disculpa, preguntarle a la otra persona si es necesario un alejamiento y empezar a trabajar en uno mismo o una misma. Hay muchos talleres especializados, hay muchas cosas en YouTube, hay espacios dedicados a estas conversaciones y existe el apoyo psicológico. El tema de ir al psicólogo no tiene que ver con la locura, sino que es un bienestar propio y colectivo. Te ayudará a ser consciente de tus acciones y palabras. Por lo demás, cuestiónate y cambia de ser necesario. Si eres tú quien está recibiendo la violencia, debes saber que no es tu culpa. Nada justifica la violencia, y debes saber que no estás sola, ni estás sole o solo. Hay muchos colectivos que estamos trabajando mucho para que te sientas en compañía. Puedes acercarte también a otras organizaciones, como el Instituto Municipal de la Mujer. No tienes que soportar la violencia, no es nuestra función soportar la violencia, ni nacimos para eso; nacimos para vivir felices, plenos.
LF: Como ha dicho Rosa, puede empezarse desde casa con una educación sexual integral que debe llegar a un sistema educativo. Se supone en México, tanto los niños, las niñas, y los jóvenes deben tener acceso a cierta información en cierto tiempo de su vida. Históricamente, nuestro sistema educativo ha relegado muchísimos temas. Abrir diálogos dentro de nuestros contextos cercanos es la forma más válida para poder seguir atacando este monstruo. Nosotras no somos expertas, no tenemos una maestría en pedagogía de educación sexual, pero hemos aprendido con lo que hay alrededor, en la sociedad y otros grupos de apoyo. Ha sido un trayecto largo, pero, desde nuestros pequeños procesos y acciones, estamos trabajado para mejorar. No hay un manual para todas las crisis que sucedan, pero se sabe que siempre puede hacerse algo. Eso es lo que nos ha hecho seguir en este camino de lucha.
SY