“Obsolescencia es un término que desconocemos bastante, pero es muy actual también. Nos influye ahora que estamos en una crisis ambiental”. Las palabras que Erik Soto Rodríguez comparte con POR ESTO! advienen la develación de cinco objetos y tres instalaciones que conforman Máquinas de habitar, exposición que impulsa el Teatro de la Rendija.
A inaugurarse mañana y abierta hasta el 18 de julio, recibirá ocho visitas diarias para grupos cerrados de cuatro a seis personas, de 19:00 a 21:00 horas. Para conocer la localización de la muestra y agendar una cita, están disponibles las redes sociales del Teatro de la Rendija, así como el número de teléfono 9993291313. La entrada es gratuita.
Soto detalla que aborda la obsolescencia “con la creación de nuevos objetos a partir de chatarra electrónica. La vida es parte de esto”, señala, “de este ecosistema que está perdiendo su presencia poco a poco. Notamos más la presencia de nuevas tecnologías que aparecen para hacernos la vida más fácil que la propia vida, que se va extinguiendo”.
En la exposición, Erik plantea, veladamente, “un escenario postapocalíptico, donde máquinas y organismos que sobrevivieron estén conviviendo y tengan un diálogo, mientras que el humano llega a ser un espectador más, ajeno a este lugar.
El artista cambia el valor de los objetos al repararlos e intervenirlos con sonido y luz, al mismo tiempo que dispone máquina y naturaleza en un diálogo continuo. “En el recorrido, se podrá apreciar cómo las máquinas se mimetizan con el espacio. Esta convivencia luce como algo natural, de las máquinas puestas en el espacio, funcionando, y el entorno mismo las reconoce”, añade Erik.
Más allá, el entrevistado asegura que “deconstruir un objeto está vinculado al término de reparar, algo relacionado con la obsolescencia programada. Muchas veces”, continúa, “adquirimos productos nuevos en lugar de reparar y enfrentarnos con lo que hay en el interior de estos objetos. A veces, nos da miedo hacerlo, y optamos por tirar algo que podría arreglarse. Es algo que hemos aprendido, de mala manera. Podríamos abrir el aparato y poder repararlo o rescatar circuitos, motores o algo que sea importante para el objeto para implantarlo en otro, con tal que tenga otro valor o el mismo, pero con diferente carcasa o estructura, por decirlo algún modo”.
Soto, con facilidad, establece una relación entre las personas y los objetos que crean y consumen. “Nos estamos deconstruyendo en todo momento. Por eso, la obsolescencia también es humana, o, al menos, una metáfora. Estamos cambiando, mutando de piel, o colocándonos en otros contenedores, otras estructuras”.
¿Cómo fue que el artista ideó el título de su muestra? “He estado indagando mucho en el concepto de habitar, a partir de la pandemia”, dice Soto, y pronto habla de Le Corbusier, arquitecto paradigmático del siglo XX, quien “concibe las casas como un lugar en el que el humano puede estar inerte en su espacio, mientras la casa le provee de todo, y no necesitará salir. Además, pensaba las casas siendo las mismas, como son los autos o los teléfonos. Me inquietó escuchar el término de ‘Máquina de habitar’, y le di un giro, habitando el espacio donde están las piezas, que es un terreno baldío. No hay paredes, no hay nada”. Erik vuelve sobre su pensamiento. “En estos tiempos, se está dando mucha importancia al Internet, a los dispositivos que reciben esta señal, y creo que estamos dejando de lado la vida, la cercanía y observación de organismos vivos y la naturaleza. Hay objetos que hacen la vida más sencilla, pero que contaminan mucho en realidad”, asevera.
Él mismo cree que “las personas que se acerquen a este espacio encontrarán un diálogo que quizá no les será familiar, o les haga sentir que están en un escenario de ciencia ficción o algo así. Pero lo importante es darse cuenta del destino de sus objetos tecnológicos, de qué estamos haciendo al momento de comprar, cuando podríamos reparar lo que tenemos”, dice convencido.