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UNICORNIO: El arma de aviación militar en la campaña del Sureste

Joel Gonzalo Pacheco Berzunza nos cuenta de la creación del arma de aviación militar para la campaña del Sureste durante la Revolución Méxicana
Venustiano Carranza nombró al Gral. Salvador Alvarado, comandante militar del Sureste, en sustitución de Jesús Carranza
Venustiano Carranza nombró al Gral. Salvador Alvarado, comandante militar del Sureste, en sustitución de Jesús Carranza

Segunda etapa revolucionaria

El 22 de febrero de 1913, se perpetró una de las más altas traiciones que se han visto en México: el magnicidio del presidente de la República Mexicana, Francisco I. Madero, y del vicepresidente José María Pino Suárez; acto cuyo único fin era la usurpación del poder a manos de su autor intelectual, el general Victoriano Huerta, quien finalmente logró su cometido.

Uno de los hombres más leales al interfecto presidente Madero, era el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza Garza, quien no dejó esperar su reacción al desconocer al Gobierno del traidor Huerta, y a poco más de un mes de los lamentables acontecimientos, proclamaba el Plan de Guadalupe, el cual tenía como primordial objetivo la restauración del poder. Para lograr dicho propósito, Carranza reunió a un grupo de fieles generales como Álvaro Obregón y Pablo González, quienes a su vez lograron reunir a miles de hombres, aún más que aquellos que lucharon contra el régimen porfirista. Iniciaba así, la segunda fase de la Revolución Mexicana.

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El Primer Jefe del Ejército Constitucionalista –nombre otorgado a Venustiano Carranza y al Ejército bajo su mando-, consiguió el apoyo de los Estados del Norte, así como de otros líderes como Francisco Villa. Este apoyo le permitió contar con una cantidad suficiente de recursos económicos y humanos para su maquinaria de guerra.

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Parte de la estrategia del Ejército de Carranza, consistía en la incorporación de nuevos artefactos de guerra que pudieran ampliar la ventaja sobre el Ejército huertista, y entre aquellos se encontraba uno de los más modernos: los aeroplanos; sin embargo, estos habían tenido poca participación en las guerras hasta entonces, y los altos mandos de los Ejércitos del mundo no estaban de acuerdo todavía en la incorporación del nuevo aparato como arma de guerra, pues su pobre rendimiento aún no había demostrado su efectividad.

El coronel Eduardo Hay, así como los capitanes Gustavo Salinas Camiña y Alberto Salinas Carranza, ya sabían del potencial de la aviación, pues estos últimos, junto con otros tres mexicanos –Horacio Ruiz Gaviño y los hermanos Juan Pablo y Eduardo Aldasoro Suárez- habían sido enviados por Madero para estudiar en la escuela de la compañía “Moisant International Aviators”, de Nueva York, con la intención de contar con un grupo de pilotos para el Ejército. A Eduardo Hay, Gustavo y Alberto Salinas, Santiago Camberos, así como al apoyo del general Álvaro Obregón y del Primer Jefe, se debió la adquisición del primer aeroplano para el Ejército Constitucionalista: un biplano Martin con motor Curtiss de 50hp, piloteado por el piloto franco-americano Didier Masson y, posteriormente, por Gustavo Salinas.

El solo hecho de contar con un arma que el ejército de Huerta no tenía, elevaba la moral de los carrancistas. Pero además, el Sonora –nombre del aeroplano- demostró su importancia al realizar reconocimientos que proporcionaban valiosa información del movimiento enemigo y de sus defensas; lanzando propaganda, bombardeando trincheras y  buques huertistas, como el Guerrero en la bahía de Topolobampo, en abril de 1914.

Demostrada la utilidad del aeroplano, se contempló la compra de más aparatos; hecho que se concretó a principios de 1914, cuando se adquirieron tres Morane-Saulnier G a la compañía Moisant International Aviators; y junto con ellos, se contrató personal extranjero como el piloto estadounidense Charles F. Niles y el mecánico italiano Francesco Santarini, quienes se unieron al grupo de mexicanos –pilotos, Alberto y Gustavo Salinas,  Federico Cervantes; mecánicos, Alfonso Pérez, Enrique Pisaña y Hermenegildo Sánchez-, que se encontraban operando en Saltillo.

Creación del Arma de Aviación

Finalmente, el Gobierno huertista fue derrotado por el Ejército Constitucionalista que, triunfalmente, entró a la Ciudad de México el 15 de agosto de 1914. Diez días después, arribaban vía ferrocarril los aeroplanos, que se  guardaron en los hangares que pertenecieron al pionero de la aviación mexicana, Alberto Braniff.

Al rompimiento de Venustiano Carranza con los demás líderes revolucionarios de la Convención, decide el Primer Jefe trasladarse a Veracruz junto con todo su Ejército, incluida la flotilla aérea. Tratando Carranza de darle carácter legal e institucional a los componentes de su Ejército, y dada la importancia de que ya gozaba la flotilla y su personal, creó oficialmente el Arma de Aviación Militar (5 febrero de 1915), y nombró al mayor Alberto Salinas Carranza, jefe de la Flotilla Aérea del Ejército Constitucionalista.

La revolución en Campeche y Yucatán

Era tarea del Primer Jefe, nombrar gobernadores provisionales en los Estados donde la Revolución había triunfado. Al Estado de Campeche envió al coronel Joaquín Mucel Acereto, y para Yucatán, al mayor de ingenieros Eleuterio Ávila.

Salvo algunas sublevaciones de campechanos con ideas afines al extinto presidente Madero, como Manuel Castilla Brito, los años de lucha revolucionaria se habían vivido con bastante tranquilidad en toda la península yucateca; esto en cierta manera era explicable, pues por un lado estaba la clase blanca dominante, a quienes el porfiriato les había beneficiado, y por otro lado estaba la clase maya sojuzgada, quienes después de una guerra –la de castas- que inició en 1847 y terminó a principios del siglo XX, no habían logrado más que una mayor represalia hacia su raza, por lo que muchos se encontraban recluidos en las haciendas henequeneras, incapaces, en su mayoría, de poder organizarse.

La aparente tranquilidad y sumisión de los hacendados yucatecos, propició que el Ing. Ávila actuara de forma mesurada en las reformas que se requerían en ese momento, fungiendo más como un moderador entre las clases sociales, que como un gobernante revolucionario. Sin duda, uno de sus mayores errores fue nombrar al coronel exfederal Abel Ortiz de Argumedo como comandante de la plaza de Mérida, y otorgarle toda clase de privilegios, como la concesión para poseer lucrativas casas de apuestas.

La carencia de mando del Ing. Ávila, propició que en los primeros días de enero de 1915, se sublevara en Mérida el Batallón “Cepeda Peraza” compuesto por indios yaquis y comandado por el coronel exfederal Patricio Mendoza, quien se negó a entregar el mando al coronel Juan Cruz, que tenía la consigna de reincorporar este batallón al Ejército de Obregón. Los sublevados atacaron el Palacio de Gobierno y asesinaron al jefe de la guarnición, coronel Enrique Cámara Buey; para posteriormente huir al Oriente del Estado. El Ing. Ávila asignó al coronel Argumedo para la persecución de los insurrectos.

Al darse cuenta Carranza de la situación en Yucatán, actuó de inmediato para evitar perder una región que era indispensable para el financiamiento de su Ejército: envía al Gral. Toribio V. de los Santos para sustituir al Ing. Ávila, y nombra al Gral. Salvador Alvarado, comandante militar del Sureste, en sustitución también, de Jesús Carranza, asesinado en Oaxaca.

Una de las primeras acciones del gobernador Santos, fue quitarle los privilegios a los terratenientes y adinerados yucatecos, afectando con ello a personas como Argumedo, entre muchos otros; esto ocasionó que Argumedo se uniera al insurrecto Mendoza, contando con el apoyo de los hacendados y comandantes militares de otras plazas del Estado, exigieron la restitución del “gobernador legítimo” -Eleuterio Ávila-.  

Al coronel. Manuel Bauche Alcalde se le otorgó la encomienda de batir a Argumedo, sin embargo, éste derrota a las fuerzas del Crnl. Bauche en Tixkokob, y marcha sobre Mérida adonde llega el 11 de febrero de 1915, obligando al gobernador Santos a huir hacía Campeche. Argumedo se autonombra gobernador y comandante militar de Yucatán.

Las arengas del sedicioso Argumedo desde el Palacio de Gobierno, exaltó el ánimo del pueblo yucateco, quienes en verdad creían que defendían la soberanía de su Estado; se formaron brigadas de estudiantes, obreros, cazadores, comerciantes.

Ya formados y armados los batallones de voluntarios yucatecos, marchó la columna comandada por el Crnl. Jacinto Brito con rumbo a Campeche; eran aproximadamente 3 mil hombres.

La campaña de Hecelchakán

La villa de Hecelchakán, en el Estado de Campeche, era desde siglos atrás, punto estratégico en los conflictos armados suscitados en los Estados de Campeche y Yucatán. Situada en el Camino Real, entre Mérida y Campeche, era un lugar de descanso y reabastecimiento de agua, pues hasta la segunda mitad del siglo XIX, contó con un cenote, que posteriormente fue cerrado; y además, éste era el punto de intersección hacia el Petén guatemalteco. En la villa se habían enfrentado desde la conquista, mayas y españoles; centralistas y federalistas; imperialistas y republicanos; campechanos y yucatecos.

Alrededor de la población se encontraban algunas haciendas como: San Juan, Xuelén, Blanca Flor, San José; ubicadas del NO al NE. Un poco más al Norte se encontraba la población de Pocboc. Estas haciendas y la mencionada población, eran las posiciones que ocupaban las tropas yucatecas desde febrero de 1915.

El general Salvador Alvarado había arribado a Campeche el 17 de febrero de 1915, con el cargo de Comandante Militar y también de Gobernador Provisional de Yucatán. Al conocer las posiciones del enemigo, eligió Hecelchakán como su Cuartel General y hacia allá movilizó su Ejército: infantería, caballería, artillería y aviación se embarcaron en el transporte “Oaxaca” en el puerto de Veracruz, llegando a Campeche el 2 de marzo. A los mil 500 hombres con los que contaba  Alvarado, se les sumaron 3 mil 500 refuerzos de Campeche y Tabasco. Para el 5 de marzo ya estaban acantonados en Hecelchakán.

Los pobladores de la villa veían expectantes todo el ajetreo de los constitucionalistas: oficiales y soldados formados para sus ejercicios, tiendas de campaña, cañones, ametralladoras, caballería. Pero algo les causó todavía más curiosidad: un montón de partes de fierros, madera y tela. Lentamente, el artilugio fue cobrando forma, los fierros se convirtieron en un motor de 7 cilindros,  la tela sirvió para forrar los poco más de 9 metros de las alas, y la madera de abeto, formaban parte del fuselaje de casi 7 metros que en conjunto componían al Morane-Saulnier G. Eran tres los que había traído Alvarado (uno estaba inoperativo). Los aeroplanos fueron llevados a la plaza principal de la población, donde se iniciaron las pruebas de vuelo en un zacatal del tamaño de un campo de futbol; pero al estar este lugar rodeado por edificios de considerable altura, como la iglesia principal, se decidió trasladarlos a los terrenos de “La quinta”, una finca ubicada al Poniente de la población.

El 8 de marzo de 1915, fue un día histórico para los pobladores de Hecelchakán, pues fueron testigos del primer vuelo de una aeronave en el Estado de Campeche; el jefe del Arma de Aviación –Alberto Salinas Carranza-, así como el piloto estadounidense Charles F. Niles, y el rumano George Pufflea Gragium, iniciaron los vuelos de reconocimiento sobre el campo enemigo. Las aeronaves sobrevolaron las trincheras yucatecas ese día, no sin haberse llevado fuertes impactos de los fusiles enemigos.

Como última medida del Gral. Alvarado para evitar un enfrentamiento, ordenó a los aviadores arrojar  sobre las trincheras del enemigo, su “Manifiesto al pueblo yucateco”, en donde plasmaba los ideales de la revolución, y les ofrecía a todos los “equivocados” respetar sus bienes y derechos a cambio de la rendición. Aunque algunos soldados yucatecos desertaron, la mayoría se mantuvo en su posición.

Los días 12 y 13 de marzo se reunió Alvarado con su Estado Mayor para ultimar los detalles del ataque. Ese mismo día, por la tarde, envió a Dzitbalché, con objeto de cortar la retirada del enemigo, al Crnl. Joaquín Mucel con su brigada y batallones 1° y 4° Regimiento, al mando del Crnl. Ricardo López; 2° Batallón, al mando de Manuel López; Batallón “Jesús Carranza”, al mando del mayor Martín Elenez.

El 14 al romper el día, se puso en marcha la columna al mando del Gral. Toribio V. de los Santos, compuesta por las fuerzas del Gral. Rafael Sosa, que formaban el ala izquierda, para atacar Xuelén y la retaguardia de Pocboc. El ala derecha estaba compuesta por las fuerzas del Gral. Heriberto Jara y sus juchitecos. La columna del centro, quedó al mando del Gral. Alvarado, compuesta por el Batallón “Tabasco” a las órdenes del Gral. Alberto Aguirre; el “Serapio Rendón”, al mando del mayor Félix Meza, y la artillería al mando del Gral. Enrique Negroe. Hacia San Juan salió una fuerza a cargo del mayor Montenegro. La caballería al mando del Tte. Crnl. José Kelly permaneció en reserva, en espera de la orden de ataque.

El combate dio inicio a las 7:00 horas, por el ala derecha, y minutos más tarde, el centro y el ala izquierda. Los linderos de las trincheras enemigas estaban atestados de dinamita, las cuales causaron las primeras bajas a los constitucionalistas. Casi de manera simultánea al ataque terrestre, dio inicio el ataque de la aviación constitucionalista, quienes sobrevolaban de un lado a otro las trincheras enemigas y por medio de un armazón sujeto al tren de aterrizaje, iban arrojando una a una, granadas con su carga mortal de 20lbs. de dinamita; estas fueron las causantes de las primeras bajas enemigas, pero sobre todo, crearon tremenda confusión en las tropas yucatecas.

A las 9:00 horas, el mayor Velasco dio muerte al general argumedista Abraham Rodríguez. El Gral. Santos tomó Xuelén a las 9:30 horas, e hizo 100 prisioneros. La ferocidad del combate se centró en la hacienda Blanca Flor, que era la mejor defendida por el enemigo, ya que además de estar bien atrincherados, tenían instalada una ametralladora en lo alto de la iglesia de la hacienda, que les ocasionó muchas bajas a las tropas de Alvarado; no obstante, el Gral. Alvarado no quiso bombardear esta, para no dañar más el patrimonio de los campechanos.

La valiosa información proveniente de los aviadores Salinas, Niles y Pufflea, no cesaba; después de arrojar toda su carga de bombas, regresaban a su campo de aterrizaje para reabastecerse de bombas y combustible, así como transmitir la información del movimiento enemigo, lo que servía a Alvarado para redirigir el ataque. El triunfo de los constitucionalistas era inminente, en la mayoría de las posiciones se tocaban las dianas de triunfo.

Por la tarde, el enemigo empezó la retirada hacia Pocboc sin saber que esta plaza ya había sido tomada por el Gral. Santos desde las 14:30 horas; Santos  hizo muchas bajas al enemigo, arrebatándoles también, parque y ametralladoras. El encarnizado combate de Blanca Flor, llegó a su fin hasta las 17:00 horas, cuando los constitucionalistas hicieron ondear la bandera tricolor.

Los agotados aviadores realizaron sus últimos vuelos al campo de batalla, sus aviones estaban  algo dañados por el rústico campo de aterrizaje y agujereados por las balas enemigas, pero salieron ilesos; y sin percatarse, había sido también un día histórico para ellos, pues fueron protagonistas del primer ataque, que un cuerpo aéreo constituido como nacional realizaba en el país. 

El panorama después de la batalla era desolador para ambos bandos: cientos de muertos que fueron incinerados en el mismo campo de batalla, soldados sin piernas o brazos; en Pocboc, soldados enemigos colgados del milenario ceibo, cientos de heridos.

Las tropas agumedistas se repliegan hasta Halachó, Yucatán, en donde las tropas constitucionalistas los derrotan de manera definitiva el 16 de marzo, en un encarnizado combate en las calles de la población. El Gral. Salvador Alvarado y el Ejército Constitucionalista, entran triunfantes a la ciudad de Mérida el 19 de marzo de 1915, y con él llegó una era de reivindicación y reforma social, que no sólo benefició al indio maya, sino a todo el pueblo yucateco.

La Flotilla Aérea del Ejército Constitucionalista siguió prestando sus valiosos servicios hasta el triunfo definitivo de la revolución.  Don Venustiano Carranza Garza resultó electo Presidente de México (1916-1920), y dio sus más grandes años de gloria a la industria aeronáutica nacional al crear la Escuela Nacional de Aviación y, sobre todo, con la inauguración de los Talleres Nacionales de Construcciones Aeronáuticas. Aunque lamentablemente el presidente Carranza fue destituido y asesinado, la aviación mexicana ya tenía sus propias alas y había levantado el vuelo.

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