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La escritora Aída López Sosa nos adentra en el mundo de las revelaciones, una antología en la que convergen 29 imágenes de la fototeca “pedro guerra”, con las que 17 autores se inspiran para crear 30 obras en cuento, crónica y poesía
Hay revelaciones que dejan al desnudo la formación del escritor como es 
el caso de la arquitecta Jenn Calderón, comparte
Hay revelaciones que dejan al desnudo la formación del escritor como es el caso de la arquitecta Jenn Calderón, comparte / Especial

Debo decir que no había mejor título para la colección de relatos que conforman la antología: REVELACIONES, que el que da nombre al libro. Entre las acepciones de la Real Academia Española (RAE) que se le otorgan a la palabra se encuentra: “La manifestación de una verdad secreta u oculta”, por lo anterior, damos por sentado que cada historia es verosímil y ficcionada, una suerte de confesionario que cada autor decidió compartir con el lector para conformar un universo único con historias paralelas que quizá nunca coincidan en el tiempo y en el espacio, pero que reunidas nos trasportan a momentos significativos de la vida, ocasionando una colisión de emociones cuando nuestro reflejo se devuelve como un boomerang para recordarnos que la literatura es más real que la vida misma. Un regalo al sentido de la vista resulta la serie fotográfica del archivo de la Fotografía Guerra que acompañan a los textos, multiplicando las interpretaciones de la imagen misma. Derivado de lo anterior, los autores incluyen dos prólogos, una para sus relatos y otra para la fotografías, escritos por las académicas María Teresa Mézquita Méndez, Rocío Cortés Campos y Cinthya Cruz Castro. 

 Hay revelaciones que dejan al desnudo la formación del escritor como es el caso de la arquitecta Jenn Calderón, quien le da un valor estético a los espacios: muros empedrados, ventanas de tablones marfil, puertas enmarcadas por arcos de medio punto nos adentran a esa casona de la Provenza Francesa. “Detrás del campo lavanda” es un título poético que nos anticipa que hay una historia “detrás”. La autora hace gala de un lenguaje exquisito en descripciones donde las frases en francés e inglés bordan la historia de dos mujeres que al final se vuelven una. Debo decir que la historia y su final inesperado me recordó la película: El resplandor, de Stanley Kubrick. Jenn se ciñe a las reglas del cuento clásico para revelar la otra fotografía.

Adolfo Calderón retoma la tradición de los perros que piensan, como cinéfila que soy enseguida pensé en Beethoven. Al igual que el San Bernardo de la película, el pastor alemán de “Había una vez una manada” revela los conflictos de una familia que se debate entre reclamos e incriminaciones por el abandono de uno de sus miembros. Adolfo le da voz a la mascota que tiene un sexto sentido para percibir las señales que presagian malos tiempos. Con un lenguaje sencillo y diálogos fuertes, la naturaleza de los personajes se va revelando y el perro es quien mejor sabe el final de la historia.

En el relato “La placentera forma de revelarme”, el pintor descubre su perversión artística por un hecho fortuito, si bien no vende sus heces enlatadas como el artista conceptual Piero Manzoni en “Mierda de artista”, sí la usa para matizar su paleta. Vino a mi mente la época de Vincent Van Gogh cuando a las vacas se les alimentaba únicamente con hojas de mango para que el color del excremento fuera de ese tono de amarillo. Hoy esto sería considerado maltrato animal, pues los bovinos terminaban muriendo en pocos meses; por fortuna el color en la actualidad se sintetiza. Algo similar hace el protagonista de la historia quien, según lo requerido, elegirá la dieta a seguir. Una revelación escatológica.

Noé Castillo, en “Caída de hojas”, se pone en las raíces de un árbol a manera de zapatos para cimbrar la conciencia del lector acerca de la tala y la afectación a la fauna que cada vez encuentra menos hábitats para cumplir con su ciclo. Con un lenguaje sencillo y sensible, Noé nos invita a reflexionar.

“Control de natalidad” es una historia que se cuenta desde dos visiones, en primera y segunda persona. En este juego de perspectivas, el autor nos muestra a la manera de “La ventana de Johari”, herramienta de la psicología cognitiva, dos de los cuatro aspectos: cómo me veo y cómo me ven. La escritura experimental funciona para demostrarnos la disonancia entre lo que se cree y lo que es.

“Los fantasmas de capa negra” es un breve ensayo acerca del trabajo en Yucatán de una pareja de fotógrafos que utilizaba técnicas antiguas para las tomas y la revelación de material fotográfico. En su quehacer, las anécdotas no se hacen esperar. El lenguaje técnico por la afición del autor a la fotografía enriquece la historia, así como las referencias bibliográficas al final del texto. La idea de que la cámara ve cosas invisibles para el ojo humano se trata en el cuento de Pío Baroja “Medium”, parte de su colección de relatos en Vidas sombrías. En el relato de Noé también ronda un fantasma de guayabera que se pierde entre las letras.

 “Le ken u cha´ex in bine” es un poema de Fer de la Cruz ambientado en la colonia. A la manera de la película Rashomon, de Akira Kurosawa, donde la subjetividad está presente según quien narra el mismo suceso: “Cuando me dejen ir”, “Los señoritos” y “Las pensadoras”, es un poema en tres tiempos, donde cada uno da testimonio acerca del asesinato de una joven casadera igual que en la película. Las tres partes le dan al lector el panorama completo del caso. Fer denuncia el abuso y la injusticia a la hora de impartirla a través de poderosas imágenes y entrañables metáforas. El poder del dinero y las influencias pueden hacer la diferencia entre la libertad y la prisión.

 “Jaguar”, relato de Iván Espadas, es fuerte desde la primera frase. Un sólo personaje de la vida real, un explorador, es suficiente para llevarnos a la piedra de los sacrificios de los itzaes. De manera inquietante y perturbadora, nos adentra a la caverna con detalladas descripciones, sin perder la agilidad narrativa, para sorprendernos con un final inesperado. Sin duda, la atmósfera es un acierto que abona a la verosimilitud. Excavar sin permiso molesta a los dioses. La prosa vertiginosa y precisa, sin ripios ni distractores, nos revela sonidos y olores que hacen sentir el temor de lo inesperado.

 “La misteriosa desaparición de la tortuga siamesa”, “Bajo llave” y “El tío Félix”, son las tres revelaciones de Patricia Garma, tres historias de distinta factura contados en tercera persona. Con el primero, no pude evitar recordar mi infancia cuando leía a La pequeña Lulú, la niña de bucles negros junto con su amigo Toby, el gordito de bermudas que se convertía en detective cuando Lulú tenía un problema que no podía resolver por sí sola, entonces estaban frente a un “caso para la araña”. Patty nos presenta a Gaby Reyes, la niña popular de la colonia que descubre que su singular tortuga desapareció después de una función de cine en su casa y deberá resolver el enigma, pues, como es de esperar, los sospechosos son los asistentes, entre ellos un par de gemelas siniestras y aquí de nuevo la película de El resplandor viene a mi memoria por aquel par de niñas vestidas de azul que se aparecían en medio del pasillo del hotel. Ágil, divertido y tierno, nos devuelve a esas historias blancas de las que poco se leen en la actualidad.

   “Bajo llave” nos lleva por el misterio de la muerte, las jugarretas de la mente cuando perdemos a un ser cercano.

 En el tercer texto, Patty retoma a algunos de los personajes de “La misteriosa desaparición de la tortuga siamesa” para escribir un cuento fantástico. Ameno y divertido involucra a “el amigo de los niños”, Chabelo, con otros salidos de su mágica imaginación, como Lucy, la niña de los mocos tan largos que hasta podían salvar la vida de sus amigos cuando caían adentro de una jarra de limonada preparada por el tío. Debo decir que Patty es tan elocuente en sus descripciones, que no hay manera de no asquearse desde el primer cuento cuando describe a la infortunada Lucy, pero imaginar los mocos dentro de una jarra de limonada, raya en lo escatológico.

María Elena Gonzáles se atreve a entrar en las oscuridades de la mente, terreno minado por el que hay que caminar con cuidado. Sus personajes, ya sean masculinos o femeninos, siempre están en el límite que divide la cordura de la locura. Se arriesga a escribir desde distintos narradores, en primera, en segunda y en tercera persona. Perturbadora resulta la mujer de “Punto de fuga” que tiene por amigos a maniquís y hasta a un amante que le da placer, aun así necesita escapar de su realidad agobiante, necesita un punto de fuga.

     En otro registro, el protagonista de “No pasa nada”, tiene que dar lo que no tiene ni para él mismo. Su trabajo con enfermos terminales como payaso le deja un vacío que solo llena de soledad.

     En “Los amantes”, María Elena retoma la pintura del mismo nombre del pintor francés René Magritte para contar la historia de dos amantes y la pérdida de uno de ellos. Un homenaje al pintor que perdió a su madre y que le inspiró el óleo. Ahora, en la literatura, María Elena deja un punto de fuga para la revelación. La construcción de los personajes de María Elena es capaz de transmitir la desolación, la desesperanza, mostrarnos la vulnerabilidad del ser humano cuando la mente deja ser aliada para demostrarnos la importancia de su salud.

Luis Herrera desvela en su memoria los rencores acumulados a través de generaciones. El epígrafe de “La ciudad de Domingo”, nos ubica en el espacio donde habitarán sus personajes en la historia: el barrio de Chuminópolis. Contado en primera persona, bosqueja la situación de la mujer a principio del siglo XX cuando su lugar era en la casa y de lleno en la crianza de los hijos. La nieta de la protagonista es quien da cuenta de la repetición del patrón de conducta, como si los resentimientos se llevaran en la sangre y se transmitieran a las descendencias. Esta historia de tres generaciones son el pretexto para, no solo hablarnos del lugar de la mujer en la sociedad, sino la lucha de las que se atrevieron a contravenir las reglas impuestas por los hombres. Narrado de manera sencilla y ágil, a través de breves historias subtituladas, Luis va encadenando las historias tóxicas de la madre con el hijo y de este con la hija. Los años que los separan no dan tregua para apaciguar las marcas del alma. La narración se cierra cuando el autor retoma el primer párrafo al final para redondear la historia. Un ejercicio interesante que no siempre se logra, pero que Luis acota de manera natural.

Especialista en Literatura Maya, Cristina Leirana se apropia de la leyenda del Huay Poop, el gigantesco pájaro negro parecido a un zopilote capaz de transmutarse, para narrar “Primer encuentro con Furkas”, la historia de una mujer con su padre moribundo, donde están en juego las almas de ambos. Un paso en falso, una decisión equivocada, puede entregar el cuerpo al demonio, ya sea de la hija o del padre. Cristina crea otra leyenda en donde se involucra a las vecinas quienes se dejan engañar por el maligno. Sólo la sagacidad de la protagonista los podrá librar del mal. La atmósfera colmada de olores son augurios.

Resulta perturbadora la fotografía que antecede “Ritualidad excesiva”, una niña vestida con blancos ropajes yace muerta sobre una mesa. En la historia de Cristina, mientras una mujer se debate entre la vida y la muerte, tiene alucinaciones que parecen reales. La habilidad de la narradora hace imperceptible la línea que divide lo verdadero de lo imaginario. Las alucinaciones de la enferma pasan de un espacio a otro, presencia el ritual haitiano en el cual se disputan al hombre de la cama de junto. Ella, al borde de la muerte, es capaz de percibirla, de verla a los ojos y hasta desafiarla. El esoterismo y la magia son el andamiaje en el que se apoyan las reveladoras historias de Cristina. Una realidad alterna, solo perceptible para los conocedores y creyentes.

“Aquello que nos parece a derrota” de Jorge Manzanilla, nos ubica en el tiempo a través de las noticias que se dan en la televisión, la estrategia narrativa le ahorra explicaciones y le da agilidad a la prosa. Una voz en off se cuela entre la historia de un niño que vive entre los dimes y diretes de su madre y su tía, quienes tratan de distraerlo con programas de televisión, lo mismo sean noticias, telenovelas o programas de la barra de diversión. El abuelo, un boxeador venido a menos, es el eje del conflicto. Jorge estructura su narrativa con diálogos utilizando un lenguaje coloquial y como en la historia de Luis Herrera, los patrones de comportamiento familiar se repiten de generación en generación, una huella que puede extenderse hasta que algún miembro de la familia decida cambiarla.

“Veintinueve escalones” y “Salmo 23”, de Renata Marrufo, evidencia, que para la escritora la numerología es importante. Impone orden y estructura la narrativa como se advierte en su primera revelación, cuando la protagonista va recordando por tramos de escaleras rumbo a la salida a la calle, las experiencias vividas como periodista en un medio impreso durante dos décadas. A manera de cuenta regresiva, intercala el número de escalones con memorias significativas de situaciones y personajes. La autora revela sus pensamientos en solitario de manera diáfana, sin otra pretensión que externar sus sentimientos en tan solo 29 escalones.

“Salmo 23”, atribuido al Rey David (el de Las Mañanitas), sostiene la historia de una mujer rezando al borde de la hamaca donde su madre yace sus últimos momentos de vida. El relato oscila entre la letanía y los recuerdos que revelan la personalidad de la matriarca y los momentos entrañables que vivieron juntas. Las revelaciones de Renata descubren a una persona sensible, con habilidad literaria para conmover al lector.

 Martha Rosario aborda la venganza en dos relatos: “La casa que sería de los dos” y “En términos simples…no es tema”. En ambas historias de personajes femeninos se revela la dificultad que tienen para tomar decisiones acerca de su cuerpo y de su profesión. La frustración será el detonante para los desenlaces en donde la muerte ronda, a veces con éxito, en otras no. Con lenguaje directo y coloquial, la autora demuestra que no hay enemigo pequeño y que hay formas de matar sin siquiera tener un arma en la mano, aunque a veces se necesite una.

“En términos simples…no es tema” la protagonista me remitió al Guasón, pues como el personaje, no solo vive el repudio social y las vejaciones por su aspecto, sino que tiene dificultad para ponerse un labial rojo que revele su sonrisa siempre desvanecida con un tímido rosa pálido.

Antonio Paz crea “Secreto de cantina”, teniendo como referencia la novela El rayo verde, de Julio Verne, en donde se hace alusión al fenómeno atmosférico de color verde que apenas dura uno o dos segundos entre la puesta del sol y la salida de la luna. Una de las creencias es que la pareja que es capaz de verlo sella su unión para siempre. El protagonista es afortunado por haber sido tocado por el haz de luz y a partir de eso desarrollará una manía que lo llevará a recorrer el mundo y cohabitar con personajes de la literatura. Antonio se revela como un lector y admirador de los escritores del Boom y les rinde homenaje con en este relato largo que nos lleva de sorpresa en sorpresa por lugares peculiares, ignotos y célebres.

Dicen que nombre es destino y Milagros Rentería, en “Confesiones”, apela a los milagros de la religión católica para contar la historia de una mujer piadosa, quien no solo pedía a San Antonio un amor, sino a todo el santoral. La protagonista me recordó a la  mujer de la película “La viuda negra”, dirigida por Arturo Ripstein en los 70 y por cierto censurada. La doble moral le impide a la protagonista del relato aceptar sus deseos por lo que, en un primer momento, cree que confesarse la salvará por sus sueños húmedos. En el confesionario se revelará la personalidad del cura pues el confesador terminará siendo el confesado. Milagros nos hará caer de la nube con un final inesperado.

La prosa de Verónica Rodríguez es contundente. Hay que leerla bajo el propio riesgo, pues sus relatos son fuertes y nunca complacientes. Un verso de la canción “La mentira”, de Álvaro Carrillo, da nombre a la historia de una pareja mayor cuya hija observa y juzga por razones más que suficientes. La vida de la familia feliz en más de 50 años es una mentira que quizá nunca será revelada por los involucrados. Un final fuerte e inesperado cimbrará la moral del lector. “Moluscos hechos cadáver” cuenta la historia de una pareja de que decide volver después de veinte años cuando han perdido el encanto de la juventud, pero hay un espejo que resguarda la memoria de los hechos y los enfrenta a la su decrepitud. La violencia aparece de nuevo, la muerte es paciente, ha esperado 20 años.

Cecilia Silveira retoma la Historia y centra su relato: “El fotógrafo del Holocausto”, durante la Segunda Guerra Mundial. Narrado en primera persona por un fotógrafo español que, por avatares de su oficio, termina en un campo de concentración y a la postre se convierte en encargado de las fotografías de identificación de los reos que llegaban y de los que morían, así como retratos personales de los altos cargos. Como en el cuento de Martha Rosario, las fotos serán evidencias que revelarán la otra parte de la historia oficial.

Envuelta en la magia de la hechicería maya, Alba Vales escribe “U yiits ka´anil”. De manera precisa describe la atmosfera, la personalidad del chamán, los rituales con fuego y la presencia de una serpiente. La protagonista, hipnotizada, pasará a formar parte de la danza que la llevará al lugar menos esperado. Solo era cuestión de que perdiera el miedo. Alba logra una atmósfera inquietante a través de una prosa impresionista donde los sentidos son cómplices de la mente en ese juego esotérico y erótico.

 Revelaciones nos recuerda que la mente y el alma tienen que ir ajustándose en el diario acontecer, pues los desperfectos vulneran y amenazan la cordura hasta trastocar los afectos. Celebro que las plumas de la Entidad hagan volar la imaginación trasluciendo los resquicios del inconsciente, ahí donde se guarda lo más íntimo.

 Aída López Sosa.- Diplomada en Creación Literaria por la Sogem y por Nox en coordinación con la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. Coautora en una veintena de antologías nacionales y extranjeras. Columnista en La Jornada Maya y Novedades Yucatán. Premio Nacional de Cuento por Escritoras Mexicanas (2018). Premio Nacional “Calaveras Literarias” por la Fundación Elena Poniatowska Amor A.C. (2018).Premio Estatal de Literatura en 2020. Premio Nacional de “Calaveras de Ciencias” por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (2022). Autora de los libros Despedida a una musa y otras despedidas; La vuelta al arte en 20 retratos excéntricos y Poeticuentos de fábula. Becaria del Pecda 2022 (novela). Incluida en el Mapa de Escritoras Mexicanas Contemporáneas y en El Catálogo del Cuento Mexicano. Miembro del PEN Internacional.

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