El toreo, el único arte en el cual el artista puede pagar con su vida un error

Por Ele Carfelo

Es una manifestación artística, por su emotividad y belleza

En una de mis “columnas”, publicada en el mes de septiembre pasado, afirmaba yo, que para que un torero pudiera tener un sitio importante en el escalafón de los matadores de toros, necesitaba tener, antes que nada, como algo indispensable, amor a su profesión, suficientes conocimientos técnicos del toreo, mucho valor… y PERSONALIDAD.

Afirmaba también, que en la historia del toreo, figuran toreros que han sido ídolos, que han estudiado a multitudes, que han llenado las plazas, sin tener tantos conocimientos y sabiduría taurina, que han sido granes FIGURAS porque han tenido esa cualidad tan importante: LA PERSONALIDAD. Ahora bien, esa personalidad no fue algo que hubieran aprendido, ni que alguien les haya enseñado, sino es algo QUE SE TRAE. Es un DON DE DIOS. Y que se manifiesta, precisamente, por lo que ha hecho que a la fiesta de los toros, se le haya catalogado como un ARTE. Y esto es así porque el torero, se tiene que considerar como una actividad ARTISTICA, por su emotividad y belleza. Claro, es un arte efímero, y en el ejercicio del mismo, PUEDE MORIR EL ARTISTA.

El arte se ha hecho para ser sentido, y no para ser comprendido. Por eso, en los toros, como en otras manifestaciones artísticas, el estallido emotivo del público ante una suerte o una faena, no se rige por unas reglas inamovibles. Por otro lado, la belleza y la plasticidad en las suertes del toreo, no son la razón del toreo, que eso es la TECNICA; pero sí son esa “salsa sabrosa” y estupendo despliegue que elevan el toreo a la calidad de ARTE. Uno de los grandes pensadores de la antigüedad, me parece que el griego Aristóteles, manifestó: “El gran arte es lo instantáneo detenido para la eternidad”. En este sentido, el toreo, al igual que la música, tiene como diferencia substancial con otras artes, que las faenas son manifestaciones efímeras. Un cuadro, una escultura, pueden manifestarse eternamente porque ahí están, permanecen inalterables con el paso del tiempo; pero el sonido de una melodía, o UNA VERONICA, interpretadas EN DIRECTO, serán siempre distintos, y con el paso del tiempo, recreados en forma diferente.

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Si consideramos que el verdadero objetivo del arte es la expresión de la vida, en ninguna otra manifestación artística, como en los toros, adquiere esa afirmación, mayor fuerza, puesto que en este único caso, el artista puede pagar CON SU VIDA cualquier error. Es un arte, en el que están presentes las características de ESPACIO y TIEMPO, pues se desarrolla en un espacio circular (el ruedo), como esférica es la tierra, y un tiempo (el de la lidia), dividido en tres tercios, como lo es la existencia humana: comienzo, madurez y envejecimiento. El arte busca lo ideal, como algo transformado de la realidad. Ese ideal, en los toros, se basa en la improvisación, en lo inesperado para el espectador. Por eso, a mayor capacidad de improvisación, mayor categoría artística. Por eso, sería de desear que el torero considerado como artista, debería poseer sangre fría, una valentía extraordinaria, lo que no siempre es así, y por eso, generalmente, tiene una menor regularidad en sus éxitos. Eso ocurría con Rafael Gómez Ortega “El Gallo”, quien en una “tarde redonda, podía “dar un baño” nada menos que a su hermano “Joselito” (El Rey de los toreros) y a Juan Belmonte (El Milagro de Triana), ya que él, nunca se caracterizó por tener un gran valor, pero sí un arte extraordinario.

Y por eso también me explicó que en la actualidad, existen dos toreros, Enrique Ponce y Julián López “El Juli”, en los que sí se da el raro caso de una larga vida taurina de triunfos tan frecuentes, y de tan hermosa calidad, porque han aunado el valor, el amor a la profesión, la sabiduría taurina, con un arte innato, que los hace diferentes y admirados de todos los públicos, por tan largo tiempo.

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