El pésimo encierro de Fernando de la Mora marcó el rumbo del festejo Apenitas de trapío, descastados y faltos de fuerza los astados de la ganadería hidalguense/ Enrique Ponce toreó con habilidad y prudencia/ Destellos y buena estocada de “El Payo”, quien se llevó generosa oreja/ Cuatro avisos a André Lagravere/ Media entrada
Por Jorge Canto Alcocer
Aunque a las cuatro con treinta minutos de la tarde el sol estaba en todo su esplendor, la tarde de inauguración de la temporada 2019-2020 en la Plaza de Toros “Mérida” transcurrió en tonos grises, sin que realmente podamos destacar ninguna realización significativa. Con toros que acusaron por momentos buen estilo, pero ausencia casi total de casta, bravura y poder, los matadores acartelados, pertenecientes a tres generaciones diferentes, no encontraron acomodo ni pudieron desplegar sus respectivas personalidades, aunque si dejaron constancia de su actual hacer: Enrique Ponce, en las postrimerías de su carrera, mostró su enorme habilidad, pero también cierto cansancio; Octavio García “El Payo”, con diez años de trayectoria como matador de toros, manifestó parte del arte que atesora, y que no ha logrado expresar de manera pletórica aún, por lo que se ha quedado “a media tabla” en el escalafón nacional y con muy escasa presencia fuera del país; André Lagravere “El Galo”, torero local con mucho rodaje en las festividades de la región, pero poca experiencia en plazas de compromiso, quien lo intentó con entusiasmo, pero nulos resultados y evidente nerviosismo.
El encierro de la afamada ganadería de Fernando de la Mora fue una auténtica vergüenza. Astados de poca presencia, muy mal armados, pelearon de manera aceptable con los caballos, no tuvieron malas ideas, pero se desinflaron sin excepción tras el tercio de varas, acusando así falta de casta, fuerza y bravura. La antigua “Salitrillo” –denominada Fernando de la Mora desde 1988- parece haber entrado en una severa crisis después de varios lustros en la cima, pues al menos desde hace tres años sus encierros se caracterizan por los nefastos atributos que mostraron los lidiados en nuestra querida Plaza en la tarde inaugural. Malos y feos, además, ante lo que apuntamos una crítica al criterio del Juez de Plaza, quien nos parece erró en la aprobación de algunos de los bichos, siendo notorios –y protestados- los casos de CABALLERO, lidiado en segundo lugar y que correspondió a Enrique Ponce, y MI QUERER, lidiado en quinto lugar, segundo del lote de Octavio García “El Payo”. Es posible que estos astados hayan cumplido apenitas con los mínimos reglamentarios, pero, nos parece, en el criterio de la autoridad debió haber prevalecido la visión de conjunto, que definitivamente nos arroja un resultado pobre y una mala impresión, especialmente al tratarse del cartel inaugural.
La gente, sorprendentemente, no se retrató en taquillas. Apenas media plaza, a pesar de que el cartel lucía atractivo. Después de un ayuno de varios meses ¿apenas tres mil asistentes? Parece un severo llamado de atención a la empresa “Toros Yucatán”, que con tanto éxito había llevado las temporadas anteriores. ¿Se filtró el asunto del escaso trapío de los toros? ¿La figura de Ponce está ya en pleno declive y resultó poco atractiva? ¿Expresó la gente con su ausencia poco interés por una alternativa –la de André Lagravere- un tanto apresurada? ¿La afectación procede del innegable crecimiento de la ideología “prohibicionista”, que sin duda va permeando sobre todo entre la juventud? La empresa debe tomar con seriedad lo ocurrido y actuar en consecuencia.
Entremos, pues, al detalle de los acontecimientos que se fueron desgranando a la hora anunciada, con menos público del esperado, con torillos pequeños y de escasa calidad, y tres toreros en absoluta disparidad de situaciones, conjuntados esta tarde para la inauguración de la temporada en el más vetusto y tradicional redondel de México.
El veterano torero español ENRIQUE PONCE enfrentó en primera instancia a CABALLERO, un negro bragado, cornicorto, muy apretadito de carnes, excesivamente cómodo. De recibo, dos verónicas suaves, señoriales, en las que el bicho pasó con buen estilo y el valenciano se gustó. En el tercio de varas, un puyazo, duro, rectificado, tapando la salida, un catálogo, pues, de los vicios actuales de la suerte. Tras ese castigo, el animal quedo hecho pupa, por lo que el español se limitó a pasarlo a muy prudente distancia y, eso sí, en muletazos con temple, aunque sin la menor transmisión. Pinchazo y tres cuartos traseros, y a otra cosa. El cuarto de la tarde fue A MI MANERA, un cárdeno entrepelado, bragado, caribello, con mucha caja y muy poca cara. Nada de nada con el capote, dos varas duras y banderillas rápidas en los dos primeros tercios. En el último, nuevamente la poca calidad del burel, y la habilidad de Ponce, quien en esta ocasión, si bien toreó siempre a muy respetable distancia, sí se preocupó por ligar un poco más, por buscar el aplauso fácil del asistente enfiestado, y logró así algunas palmas. El toro acudió con repetición, pero siempre con la cara alta y, al final, terminó rajado. Ante las dificultades, Ponce lo pincho a paso de banderillas y casi de inmediato intentó el descabello, logrando acertar hasta el séptimo intento y cuando ya comenzaban las protestas populares.
OCTAVIO GARCÍA “EL PAYO”, con varias presentaciones intrascendentes en el ruedo meridano, al fin dejó algo de sabor entre la afición, aprovechando las escasas embestidas de QUERETANO, su primer enemigo. El astado era un zaino paliabierto, de escasa catadura, pero con cara suficiente. Sólo lo bregó de recibo, como antecedente a una vara fuerte. El bicho quedó con una embestida de dulce, pero muy poquitas fuerzas. “El Payo” logró cuajar una decena de derechazos bien dados, aunque en medio de caídas y escasa acometividad del animal. El torillo terminó rajado, y Octavio montó pronto el estoque para dejar, tras un pinchazo, una entera en buen sitio, de efectos rápidos. Fuerte petición, sancionada por Usía tras mucha presión, sólo para desencadenar ruidosas protestas contra la concesión. “El Payo” optó por guardarse el auricular y luego regalarlo a una pequeña de tendido sombra. MI QUERER, lidiado en el lugar de honor, mostró que a veces si hay quinto malo. Fue el menos agradable del encierro en cuanto a trapío: cárdeno claro, bragado, ojalado, cornicorto y escurrido de carnes. Éste se cayó desde antes, durante y después de la vara, por lo que nada podemos consignar de su lidia más que el pinchazo y la media tendida con que se concluyó.
ANDRÉ LAGRAVERE “EL GALO” es el tercer matador de la dinastía franco-yucateca de los Lagravere. Con fama de valiente y algo de rodaje por ruedos nacionales y extranjeros, se esperaba una actuación contundente, pero las terribles dificultades de los bichos, el evidente nerviosismo ante el compromiso de la alternativa y el que se divorciara totalmente de la muerte, transformaron la prueba en una tarde para olvidar. Inició con muchos bríos, recibiendo a porta gayola a ALTIVO, el primer toro que mató en su vida, un zaino cornicorto, apenitas de presencia. Tras la larga afarolada de recibo, nada de nada con el capote. Una vara dura y una sólo señalada fungieron como castigo. Tras dejar el segundo tercio en los subalternos, recibió los trastos toricidas de Enrique Ponce, en presencia de “El Payo”. El bicho llegó al último tercio con cierta fuerza y complicaciones, y “El Galo” no pudo, por más intentos que hizo, domeñarlo. Sin logros y sin dominio, el último acto fue una tragedia para el joven yucateco, con cinco pinchazos distribuidos por todo el toro y descabello hasta el cuarto intento, logrado justo segundos antes de que se venciera el plazo del tercer aviso. Cerró plaza SI TU SUPIERAS, un cárdeno bragado, cornivuelto, bien armado, siendo el de mejor presencia. Con el capote, Lagravere pasó inédito, luego de lo cual vino una vara apenas señalada. Pidió garapullos el benjamín de la torería universal, con poca suerte, aunque dejó dos violines, de corta ejecución, en buen sitio. Trató el yucateco de asentar los pies en el tercio mortal, pero el astado resultó muy deslucido y simplemente no lo dejó estar. Nuevamente pasó las de Caín para pasaportar al burel, lo que logró otra vez después de dos avisos y tras cinco pinchazos y once golpes de descabello.
Tras este primer festejo, la temporada entrará en un extraño receso, de más de mes y medio, pues la segunda corrida se efectuará hasta el 15 de diciembre, con la presentación de Guillermo Hermoso de Mendoza a caballo, y, a pie, Uriel Moreno “El Zapata” y Sergio Flores, quienes han protagonizado sonados triunfos en las últimas temporadas. Para el rejoneador español se anuncian dos animales de Fernando de la Mora (ups) y para la lidia ordinaria cuatro de Pozo Hondo, de la importante línea ganadera de los Llaguno. Hasta entonces.