Síguenos

Volver

ÚLTIMA HORA

Internacional

Israel declara "persona non grata" al secretario de la ONU, António Gutérres

Volver

Deportes

CIUDAD DE MEXICO, 12 de noviembre (NTX).- Tuvieron que esperar 5 años debido a la edificación del nuevo Salón de la Fama del Béisbol Mexicano pero, finalmente, Fernando Valenzuela, Daniel Fernández, Ricardo Sáenz y Cuauhtémoc Rodríguez, cuatro leyendas de la pelota mexicana, inscribirán su nombre este miércoles 13 de noviembre en los pasillos del recinto de los inmortales, ubicado en Monterrey, Nuevo León.

La idea de reconocer a las figuras más destacadas del béisbol mexicano, ya sea en el ámbito deportivo, directivo o a los miembros de la prensa, surgió en 1939 apoyada por Alejandro Aguilar “Fray Nano”, y a partir de 1973 fue institucionalizada con la ceremonia de entronización que se realizó de forma anual desde ese año hasta 2011, cuando derivado de razones comerciales, el Salón de la Fama tuvo que hacer una pausa para esperar a la construcción de su nueva sede en el Parque Fundidora de Monterrey.

Valenzuela, Fernández, Sáenz y Rodríguez, fueron elegidos en 2014 y, tras la inauguración del nuevo recinto en febrero de 2019, serán los primeros en escribir una nueva historia para las figuras más ilustres del Deporte Rey en nuestro país.

Nace una estrella

En 1981, tras la lesión del abridor Jerry Reuss, Los Dodgers de Los Angeles le abrieron las puertas a un joven zurdo mexicano de tez morena, de origen yaqui, con pelo largo, un poco gordito, de nombre Fernando Valenzuela.

“El Toro”, como le decían en su natal Etchohuaquila, Sonora, se convirtió en una sensación desde que hizo su primera apertura en Grandes Ligas y de ahí en adelante creó un legado que, hoy en día, todavía es recordado.

Ahora, con sus 59 años de edad, el sonorense será entronizado en el Nuevo Salón de la Fama del Béisbol Profesional Mexicano, pues su legado, sus grandes actuaciones en la lomita y los números que dejó en Grandes Ligas, aun brillan en la memoria de los aficionados al béisbol.

Aquel 9 de abril de 1981, el mánager Tommy La Sorda decidió darle la bola del partido inaugural a un “desconocido”, sin imaginar las consecuencias a futuro. Valenzuela dejó perplejos a los Astros de Houston en el Opening Day, con una blanqueada en nueve entradas completas en las que solamente toleró cinco imparables, para así sellar el triunfo de los Dodgers 2-0.

Ese día cambiaría la historia del deporte mexicano y de las Grandes Ligas; aquella tarde de jueves nacía la “Fernandomanía”, una de las etapas más memorables en la historia del beisbol nacional.

Gracias a su lanzamiento estrella, el tirabuzón o screwball logró maniatar a sus rivales al inició de la campaña lo que lo llevó a tener marca de 8-0 en sus ocho primeras salidas; en las cuales siete ocasiones lanzó ruta completa y en cinco de ellos blanqueó a sus enemigos.

En esa temporada Valenzuela grabaría su nombre con letras de oro en la Gran Carpa, al convertirse en el primer jugador en la historia en ser nombrado Novato del año y recibir el trofeo Cy Young, al mejor pitcher de la Liga Nacional. Además, sus habilidades con el madero le permitieron ganar el Bate de Plata.

Sin embargo, el oriundo de Etchohuaquila alcanzaría la gloria al conquistar su primer título de Serie Mundial en ese año, cuando en el tercer duelo ante Yankees de Nueva York lanzó la ruta completa para adjudicarse la victoria y encabezar la remontada de los californianos.

Con tan solo 21 años Valenzuela, maravilló a propios y extraños. Tenía una manera muy peculiar de lanzar, siempre con la mirada hacia el cielo y aunque perdía la vista en el plato, siempre acertaba en la zona de strike para ponchar a sus rivales.

Surge la “Fernandomanía”

Ni Latinos ni estadounidenses querían perderse sus juegos, fue una inspiración para miles de jóvenes y niños mexicanos que añoraban llegar a las Grandes Ligas, provocó que los equipos voltearán hacia nuestro país en busca de talentos.

Fernando era una autentica máquina de vender boletos; Dodger Stadium era una fiesta cada vez que el sonorense subía a la lomita; en las tribunas los aficionados no paraban de corear su nombre y mostrar pancartas de afecto, a lo que los periodistas y cronistas de la época llamaron “Fernandomanía”.

Previo a las campañas de 1981, el Dodger Stadium sólo en dos ocasiones había sobrepasado los más de 3 millones de asistentes durante la temporada. Posteriormente, de 1982 a 1986, el lleno se convirtió en algo habitual para los californianos.

Además, la “Fernandomanía” incrementó la cantidad de latinos que acudían al parque de pelota del barrio angelino Chavez Ravine, el número de televidentes y radioescuchas en nuestro país y Latinoamérica.

En la radio pasaron de tres a 17 estaciones las que transmitieron los partidos de los californianos. En televisión la nota del día se centraba en la labor del mexicano en sus aperturas.

“(Fernando) Valenzuela fue un parteaguas, que tuvo sus repercusiones en Estados Unidos, porque vino la huelga en el béisbol e hizo que regresaran aficionados, que estaban alejados del deporte. A partir de la “Fernandomanía” regresaron y se empezaron a transmitir todas las aperturas, en vivo, cuando sólo se transmitían partidos los sábados. La gente se volvió a interesar y fue por muchos años”, menciona el periodista de ESPN, Guillermo Celis.

La fiebre por Valenzuela era tan descomunal que, con tal de ver a su ídolo, el público pagaba cantidades exorbitantes en la reventa; al mismo tiempo que se dispararon las ventas de franelas con el número 34.

Fue tal este fenómeno que revivió el éxito del grupo ABBA “Fernando” de 1976, el cual era entonado a su entrada al diamante. Valenzuela fue motivo de muchas muestras de afecto, algunas aficionadas entraban al diamante para abrazarlo y robarle un beso.

El rostro del “Toro” se multiplicaba en todo tipo de productos desde figuras, muñecos, posters, tarjetas, botones y anuncios, de playeras, shampoos, cereales, jugos enlatados, refrescos o cervezas. La revista Sports Illustrated continuamente alababa las cualidades para lanzar del mexicano, a quien le dedicó varias ediciones.

Provocó que los Dodgers pusieran al narrador Jaime Jarrin como su intérprete oficial para que atendiera diversas entrevistas especiales que varios medios habían solicitado; prensa, radio y televisión querían tener la exclusiva con el sonorense.

En una ocasión, Jarrin relata que fueron invitados por el presidente Ronald Reagan a un almuerzo en la Casa Blanca y que fueron en compañía de José López Portillo. El zurdo fue el centro de atención de todos los congregados en esa reunión y firmó algunas pelotas para grandes personalidades como George Bush, en ese entonces vicepresidente.

“Ningún otro pelotero ha creado mayor cantidad de aficionados al béisbol que Fernando. Gente en México, Centro y Sudamérica se convirtieron en aficionados de los Dodgers. Especialmente mujeres. Y esto ocurría dondequiera que íbamos. No sólo en el Dodger Stadium. Todos querían algo de Fernando”, dice Jarrin.

Fernando fue el responsable de despertar el interés de niños y jóvenes por el béisbol, además de ser el culpable del romance entre Dodgers y México, al grado de que hoy en día, la novena de Los Angeles es una de las que tiene mayor afición en nuestro país.

“El Toro” reconoce que tal vez sus números no sean suficientes para entrar al Salón de la Fama en Cooperstown, pero le basta con ser reconocido y vivir en la memoria del público. Pero debido a su legado, el Salón de la Fama del Béisbol Profesional Mexicano ha decidido inmortalizarlo para que la “Fernandomanía” siga presente.

SIGUIENTE NOTICIA

Deportes

Campechanos, a Torneo Sin Frontera Little League.