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Dos grandes que ya iluminan el firmamento luchístico

Por Freddy Ríos

La lamentable noticia del fallecimiento de don Pedro Aguayo Damián sacudió a México entero, sin lugar a dudas fue la noticia deportiva de la semana, la Marcha Zacatecas que lo acompañó camino a los cuadriláteros más importantes del mundo hasta el 30 de marzo de 2001 cuando se retiró, ahora volvió a la mente de la afición que le ha llegado a venerar. Y tres días después, se le unió uno de los empresarios de más importancia en la lucha libre mexicana: don Francisco Alonso Lutteroth.

Todo en la carrera del Perro Aguayo fue en grande, desde sus inicios en Guadalajara, en 1970 y de la mano del extraordinario maestro Cuauhtémoc “Diablo” Velazco. En su debut hizo pareja con el Indio Jerónimo, sus rivales fueron nada menos que Alfonso Dantés y Red Terror.

En ese entonces, era común que los luchadores trabajaran con su nombre de pila, pero por una confusión de imprenta, apareció “Perro” en lugar de “Pedro”, el recién iniciado reclamó al empresario que ofreció corregir la falta para la próxima ocasión.

Aquella lucha definió el estilo de Aguayo, subió simplemente con un calzón negro y unas botas peludas que su señor padre confeccionó. Había practicado boxeo y sobresalió en el gimnasio del “Diablo” Velazco en lucha grecorromana, olímpica e intercolegial, estaba completo. La afición presenció, aquel día de las madres, el nacimiento de un rudazo de siete suelas no visto desde el Cavernario Galindo, sus bases de luchador agresivo le produjeron enseguida el repudio y reconocimiento de la gente, así como la confianza de la empresa que no dudó en contratarlo la semana siguiente.

Cuando el programa de mano llegó a Pedro, y leyó de nuevo “Perro Aguayo”, llegó puntual a la arena, se dirigió al empresario con el programa en mano y le dijo: “Señor, soy ‘Pedro’, no ‘Perro Aguayo’”, y la respuesta fue lacónica: “Yo estoy contratando al Perro Aguayo, si quieres luchar, ¡adelante!”. Esa respuesta, a fin de cuentas, distinguió para toda la vida a aquel joven de 24 años que nació con buena estrella, aunque su niñez fue de grandes necesidades.

Aguayo nunca cambió de estilo, jamás se le vio en vuelos acrobáticos ni haciendo alarde con estrambóticas vestimentas, su profesionalismo y entrega obligaron a las empresas más importantes a colocarlo, sin abandonar su estilo, en el bando técnico, pues la afición lo tenía ya entre sus consentidos.

Sus duelos contra el japonés Gran Hamada fueron de antología a fines de los 70’s y principios de los 80’s. Su primera presentación en Mérida la hizo haciendo equipo con el Villano III para hacer frente a Hamada y el Maestro Yucateco Carlos García en la Arena Deportivo San Juan.

Aguayo y El Rey Arturo (Villano III) llegaron a los planos más altos de la lucha libre mundial, haciendo equipo o frente a frente siempre sacaron la casta, siempre fueron sinónimo de entrega, fortaleza y calidad que rayó en la maestría. Esa noche cometieron la imprudencia de ver en Hamada una debilidad: su pareja. Carlos García no les representaba obstáculo para doblegar con facilidad al japonés. Craso error, Hamada y García no solo ganaron la segunda caída, sino que obligaron a los rudos a emplearse a fondo para llevarse el resultado final a su favor.

Yucatán lo vio después luchar el 30 de enero de 1981 disputando el título mundial semicompleto UWA contra Fishman, en un duelo de colosos.

Después, siempre bajo la promoción de don Gonzalo “Fayo” Solís, regresó el 17 de septiembre del mismo año para hacer pareja con el Perro Sosa para enfrentar de nuevo a Gran Hamada y Señor Tormenta.

Las presentaciones de Aguayo en Yucatán fueron más frecuentes, incluso, su debut para la empresa AAA la hizo en la plaza de toros monumental Aranda, de Panabá, el 23 de mayo de 1992 haciendo pareja con Octagón y llevando de adversarios a los hermanos Dinamita, Cien Caras y Máscara Año 2000. Descanse en paz el enorme Can de Nochistlán.

Noticia no menos dolorosa llegó tres días después con otro sensible fallecimiento, el de don Francisco Alonso Lutteroth, presidente del Consejo Mundial de Lucha Libre.

Paco Alonso fue nieto del pionero de la lucha libre mexicana, don Salvador Lutteroth González, que inició actividades en el ya lejano año de 1933. La Empresa Mexicana de Lucha Libre a la que es filial el Consejo, ha promovido el deporte espectáculo en forma ininterrumpida hasta convertirse en la más antigua del mundo.

Alonso Lutteroth se hizo cargo de la empresa en 1987, ingresó al salón de la fama de la revista Wrestling Observer en 2008. Se le hace responsable del buen manejo de la llamada empresa Seria y Estable, y de haber impulsado a los mejores luchadores mexicanos de los últimos 30 años.

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