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Por Ele Carfelo

Hace unos días, comenté en la columna, una corrida que pasó a la historia como una de las acontecidas en la desaparecida Plaza “El Toreo”, cuando estuvo en la colonia Condesa, en la Ciudad de México, cuyos protagonistas fueron los toreros mexicanos Fermín Espinosa “Armillita” y Silverio Pérez, este último, famoso por el arte y el dramatismo de su toreo, a quien el no menos famoso “Músico-Poeta” Agustín Lara, dedicó un paso doble que en uno de los “renglones” se canta de un personaje: “Carmelo, que está en el cielo, se asoma a verte torear…”.

¿Quién es este personaje que en el precioso paso doble de Lara se asoma a ver torear desde el cielo al torero Silverio?

Pues fue un hermano de Silverio que murió a consecuencia de una cornada de toro, pues también era torero: era CARMELO PEREZ.

Carmelo Pérez, quien en realidad se llamó Armando Pedro Antonio Procopio Pérez Gutiérrez, nació en Texcoco, Estado de México, en el año de 1908. A los 17 años, tras la muerte de su padre y como primogénito, quedó al frente de su extensa familia y del negocio de barbacoa, que era lo que los mantenía. Y de sus viajes por carne hasta el rastro matadero de Tacubaya, nació su afición por los toros y sus primeras experiencias con las reses. Debutó vestido de luces, el 16 de septiembre de 1927 en la placita “Merced Gómez”, de Mixcoac, anunciándose ya como CARMELO, para no ser descubierto por su madre; el texcocano se aplicó a un tipo de toreo casi suicida, que le valió sucesivas repeticiones y un rápido despegue novilleril en 1928. Por sus muchos éxitos y dos graves cornadas en esa misma Plaza, el empresario de Puebla le ofreció una precipitada alternativa, después de presentarse como novillero en “El Toreo” de México, con las figuras novilleriles Jesús Solórzano y Alberto Balderas. Después de 13 tardes en “El Toreo”, casi todas ellas alternando con Esteban García, con cuatro salidas en hombros y otras tantas cornadas, recibió la alternativa en esa misma plaza, de manos de Joaquín Rodríguez “Cagancho” y Heriberto García de testigo, con toros de “Piedras Negras”, con la asistencia a la corrida del Presidente de la República. El toro de la alternativa se llamó “Granado”, y luego con “Madrileño”, al que el texcocano ligó sin enmendar hasta DIECINUEVE ajustados estatuarios sin enmendar. Dos domingos después, el 17 de noviembre, Carmelo fue anunciado para alternar con el español Antonio Márquez y el tapatío Pepe Ortiz, un encierro de “San Diego de los Padres”. En sexto lugar salió “Michín”, un cinqueño retinto, bien armado y de gran fiereza. Carmelo salió a pararlo sin probarlo, iniciando los lances muy pegados a tablas, y al tercer lance el toro lo enganchó por el muslo, lo campaneó y lo lanzó con violencia hacia el tercio, ensañándose con él, en momentos absolutamente dramáticos… CINCO CORNADAS le dio “Michín”, una de ellas destrozándole la femoral izquierda, y la peor, la más grave, en el tórax, que le afectó la pleura y el lóbulo del pulmón.

Un año entero estuvo Carmelo convaleciente. La cornada del tórax no cerraba y le tuvieron que extirpar varias costillas. Las curaciones fueron muy difíciles de soportar, pero con una enorme fuerza de voluntad reapareció el 4 de enero de 1931 en “El Toreo”. Con enormes dificultades para respirar, Carmelo se seguía arrimando y seguía triunfando, como en aquella tarde en Guadalajara donde ligó 29 naturales. Y aún contra la opinión de todos los médicos que lo seguían atendiendo, decidió torear la siguiente temporada en España y cruzó el Atlántico.

El 4 de junio se anunció su debut en Toledo, para alternar con “Chicuelo” y Domingo Ortega, y tras lidiar a su primer toro, “Presidente”, de “Terrones”, tuvo que retirarse muy lastimado a la enfermería. Ese fue el último toro que lidió en su carrera. La herida del tórax volvió a infectarse y hubo que ser sometido a nueva intervención, y una fulminante bronconeumonía le produjo la muerte.

El 18 de octubre de 1931, a los 22 años de edad, Carmelo Pérez moría en una humilde pensión en la madrileña calle de Atocha.

El papá de los toreros “Bienvenida” tuvo que sufragar los gastos del traslado del cuerpo de Carmelo a Veracruz, por su mala situación económica.

Fue una gran tragedia, larga, sufrida, heroica, la carrera taurina de Carmelo Pérez. Fue un auténtico mártir del toreo mexicano.

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