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Por Ele Carfelo

El domingo pasado, 25 de agosto, terminó una de las Ferias de más postín de la Temporada Taurina Española: “La Feria de Bilbao”, que este año, le pusieron como sobrenombre “La semana grande”. Porque los festejos de los que constó fueron nueve, que comenzaron el viernes 12 de julio, finalizando el domingo 25, como si fuera una semana de nueve días.

Los resultados no fueron tan buenos como algunas Ferias anteriores, como las de Valencia, Sevilla, Madrid y Pamplona, pero en ella acontecieron sucesos muy importantes. Yo diría que, para nosotros los mexicanos, el acontecimiento más importante fue la consagración como un magnífico torero, del joven aguascalentense Luis David Adame, quien en dos corridas, mató cuatro toros, cortando una oreja a casa, uno de ellos, aunque no salió por la “puerta grande”, en ninguna de las dos tardes, pues en Bilbao, para ganarse la “salida en hombros” hay que cortar un mínimo de tres apéndices, y aunque las faenas del joven Adame merecieron esos premios, un presidente sumamente exigente no los concedió, ganándose él, sendas broncas por parte del público, fascinado con el toreo y las estocadas del mexicano.

Luis David sólo estaba programado para torear el lunes 19, alternando con Roman y Alvaro Rorenzo para matar toros de Torrestrella, amando a los toros “Florista” y “Espumoso”, a los que hizo formidables faenas entre las ovaciones del público, coronando ambas con estocadas recibiendo espectaculares, que tiraron sin puntilla. Las peticiones de la segunda faena pidiendo la segunda oreja, fueron espectaculares, pero no concedidas. Fue una faena extraordinaria, y la bronca al juez fue tremenda.

Su segunda actuación fue el jueves 22 para la que no estaba programado, y entró sustituyendo a otro torero, Pablo Aguado, que había recibido una cornada y no pudo asistir, y Luis David entró al cartel, alternando con Enrique Ponce y Julián López “El Juli”, habiendo obtenido un enorme triunfo, aún mayor que el anterior. Los toros fueron de “Garcigrande”, famosísima ganadería de Don Domingo Hernández, tocando en suerte la lidia de “Cerril”, un bello colorado, y “Pinturero”, un negro listón. El resultado fue similar al de la corrida anterior, pues las faenas fueron soberbias, y a ambos toros los mató recibiendo, pero en esta corrida lució excelsitudes al toreo de capote de Adame, que embelesó al público vasco, sobre todo cuando el segundo cayó fulminado “sin puntilla” y de nuevo el presidente negó el segundo trofeo, pero el público aparte de la bronca a la exigente autoridad, obligó al torero a dar una segunda vuelta al ruedo de apoteosis. Las lágrimas acompañaron al joven hidrocálido mientras agradecía los aplausos, los gritos de “¡torero!, ¡torero!”, que lo acompañaban mientras agradecía y saludaba a un público jubilosos y enardecido. ¡Fue un enorme triunfo para Luis David!

Los que lo vimos, estábamos ante una “figura del toreo”.

¡Y los mexicanos tenemos mucho de qué enorgullecernos!

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