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La Serie del Rey comienza el viernes, todos al Kukulcán

Esta semana se juega la final de la Liga Mexicana de Béisbol en una interesante, así como inédita, confrontación entre nuestros aguerridos Leones de Yucatán y los sorprendentes Acereros de Monclova, que dejaron fuera a los poderosos Sultanes de Monterrey y al formidable equipo de Tijuana.

Monclova es una ciudad industrial y fabril situada en el Estado de Coahuila. Monclova es una ciudad aún no contaminada de fútbol -afortunadamente- y es sabido que el norte del país es la parte de México más beisbolera. La gente ahí es conocedora y muy entusiasta. Y este año jugarán los dos primeros partidos allá en dicho Estado.

Hablemos un poco de ambos equipos. Monclova jamás ha sido campeón de la Liga Mexicana, no así Yucatán, que lo ha conseguido en cuatro ocasiones y van por su quinta estrella.

El norteño equipo se estrenó en la mexicana en el años de 1974 con el nombre de “Mineros de Coahuila” contra los desaparecidos “Indios de Ciudad Juárez”. El primer manager de Coahuila fue el desaparecido e inolvidable “Sargento Metralla”, Tomás Herrera. En un principio alternaban sede con la ciudad de Sabinas, pero gracias a los esfuerzos del Ing. Harold R. Pape, logró que el equipo se estableciera en Monclova, siendo inaugurado el estadio Monclova. Fue en 1976 que llegaron a sus primeros playoffs, siendo eliminados por los Indios de Juárez. En ese entonces se llamaban Acereros del Norte. El equipo ha avanzado en cinco ocasiones a las rondas de finales, pero nunca han conseguido el ansiado campeonato. Su estadio, de los más modernos del país, tiene una capacidad de 8,500 fanáticos.

Quienes gustamos del béisbol, el deporte de mis amores desde que tengo uso de razón, inculcado por mi señor padre, nos encontramos más que satisfechos con esta final. Y es que después de una no muy buena primera vuelta de los Leones, merced a la terquedad de un manager, en la segunda vuelta tomó las riendas del equipo el ex ligamayorista Jerónimo Gil, quien le dio un giro de 180 grados al equipo, logrando la ansiada calificación a la gran final. ¡Habemus Serie del Rey! Esta comienza en la sede de los Acereros, en donde se jugarán los dos primeros y esperamos trepidantes juegos, para posteriormente retornar los Leones el próximo viernes, sábado y domingo a su cueva, el majestuoso parque Kukulcán Álamo. Así es que amigos aficionados, frotémonos las manos ante este agasajo beisbolero. Ya se siente el ambiente en los corrillos, cafés y bares. Y es que no es solamente la calidad de ambos equipos, es el cálido ambiente del Kukulcán lo que nos tiene felices. The crowd, perdón me “agringué”, la multitud pone el calor y la pasión. Nadie más apasionado de su equipo que el de béisbol. En el Kukulcán jamás escucharemos palabras altisonantes ni homófobas, ofensivas y racistas en contra del equipo visitante, eso se lo dejamos a los de otro deporte cultofanatizador.

No, aquí disfrutaremos -al menos quien esto escribe- de los polcanes (no volcanes amigos fuereños) de “La Güera”, los kibis sencillos o “normales” como pregunta el kibero (juar juar), los rellenos de carne o de queso de bola, pizza, los sándwiches de Manolo, el atractivo visual de las porristas, tu refresco de cola o natural, y a quien guste, una rica y bien helada cerbatana mientras disfrutamos de un buen batazo, una gran atrapada o un cerrado duelo de pitcheo (en el primer juego allá en Monclova, abrirá el pitcher César Valdez, quien lo ha hecho en las anteriores series siempre con éxito). El apoyo aquí es incondicional, pero repito, sin faltas de respeto. El béisbol sigue siendo, pese su apasionamiento, un deporte familiar en todos lados, y más aún aquí en nuestra blanca Mérida. Obviamente, como es una afición conocedora, es por extensión exigente con el equipo local. Y le reclama fuerte al jugador o manager que no se apega a lo que la afición espera, y le recrimina. Sin embargo esto es bueno, ya que en ocasiones los gritos de la afición “obligan” por ejemplo a cambiar un pitcher titubeante, y así enderezar el rumbo, muchas veces revirtiendo la situación y ganando el partido.

No cesamos de esperar el día viernes a las siete y media en que comenzará la ceremonia y a las ocho en punto se escuchará el estentóreo grito del umpire de ¡pléibol! ¡Ay Diosito!, la emoción nos embarga y los vellos se enchinan de la sola emoción de esperar ese grandioso momento ante las luminosas estrellas y la resplandeciente luz de las candilejas del parque de pelota. ¡A la pelota, a la pelota directo el próximo viernes!

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