Por Ele Carfelo
Me di a la tarea en estos últimos días, de recopilar algunas opiniones de varios toreros, algunos recientes y otros de cierta antigüedad, pero igualmente valiosas para que cualquier aficionado, o también de cualquier torero, debe tener en el “bagaje” de su CULTURA TAURINA, ya sea para ejercer el extraordinario oficio de matador de toros, y hasta de un simple aficionado, que sirva a ambos para entender mejor lo que es la TAUROMAQUIA, ya sea para ejercer o simplemente para observar entendiendo más la fiesta de los toros en toda su belleza y esplendor.
Entre los muchos preceptos que reglamentan el arte de torear, hay algunos que sin tener la calidad de AXIOMAS incontrovertibles e infalibles, son hijos de la experiencia y encierran un pensamiento digno de tenerse en consideración por el lidiador y el aficionado.
Apenas sale el toro al redondel, el buen torero procura conocer las condiciones que se tiene para la lidia y, apreciándolas, estudiar rápidamente para cuáles suertes será propicio, y hacerlas, aprovechando así al toro para beneficio suyo y de los espectadores.
Todo torero, ya sea de pie o a caballo, debe examinar con la mayor atención las condiciones de lidia que desarrolla el toro. Hay toros que están dotados de instinto al que tiene en la generalidad, el cual emplean para defenderse. Con éstos, debe aparecer la sagacidad artística y el valor que tenga el lidiador. La primera, para hallar el procedimiento adecuado a contrarrestar la malicia del toro, y la segunda, EL VALOR, para no vacilar en la aplicación del procedimiento. Esos toros son los que se han calificado como “toros con sentido”, y por ser peligrosos, son más difíciles de torear, pero con esos conocimientos, se consigue burlarlos.
Entonces, para torear, es necesario tener la serenidad requerida que permite al torero hacer lo que se llama “SABER VER LLEGAR A LOS TOROS”, que es apreciar claramente cuál es el instante en el que embisten al engaño (capote o muleta), y cuál es la manera que tienen al embestir. Sin este requisito, “saber ver llegar”, que es hijo del valor sereno y tranquilo, jamás se llegará a torear con seguridad y perfección. Ese VALOR SERENO está siempre LEJANO DE LA COBARDIA, y también LEJANO A LA TEMERIDAD. Ese tipo de valor, es el que ha de tener el torero. EL COBARDE NO PUEDE LLEGAR A SER TORERO, en la acepción dada artísticamente a la palabra, pero tampoco puede llegar a ser un buen torero; EL TEMERARIO, por lanzarse sobre las astas, buscadas por él, no dirigidas espontáneamente por el toro. NO ES VALIENTE EL TEMERARIO, SINO EL QUE ESPERA TRANQUILO EL PELIGRO, confiando en que tiene los medios para contrarrestarlo y que sólo en un incidente o un error puede ser victimado.
Llegar a ser una NOTABILIDAD en el toreo, depende de tener VOCACION unida al VALOR y adquirir SABER TAUROMACO, por la inteligencia y la práctica y aprovecharlo llegada la ocasión.
Pero si el miedo agarra al torero, es una “mano de hierro” que le impedirá aprovechar sus dotes.
Si un torero llega a aceptar que ha perdido el VALOR, EL VALOR DE ESTE TIPO, entonces ya no debe pensar en permanecer en el oficio, sino DEJARLO.
Las facultades físicas también son importantes, pero son más importantes el VALOR, el ARTE y la SABIDURIA.
¡Cuántas grandes figuras del toreo ha habido, que han permanecido en los redondeles después de los SESENTA AÑOS!, inclusive “Antoñete”… “Curro Romero”… Manolo Vázquez…
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