Entretenimiento / Virales

Antropólogo Jorge A. Franco Cáceres

El Dr. Luis Capurro Filograsso señalaba que “el problema central de la oceanografía física es poder predecir la circulación oceánica, más concretamente, la gran variedad de movimientos que se generan en el mismo (océano) en distintas escalas especiales y temporales”.

Recordaba que “hasta la década del 70, las corrientes oceánicas en escala media (mesoescala) eran calculadas con lo que se conoce como aproximación estrófica, es decir, se les enfocaba como corrientes generadas por los cambios de la densidad de la columna de agua. Este cuadro representaba el campo del movimiento solamente durante el periodo de observación del mar por el buque. El modelo no tenía ningún valor predictivo”.

El Dr. Capurro celebraba “el notable avance de la instrumentación oceanográfica en el diseño y despliegue de grandes boyas equipadas con modernos instrumentos de registro continuo y de las radiocomunicaciones, lo que permitió contar con observaciones continuas en tiempo real de las variables oceanográficas, es decir, tener series temporales de esas variables que son fundamentales para la operación de un modelo predictivo de la circulación oceánica”.

Destacaba que si a estos avances “se sumaba el creciente potencial de la observación de datos desde satélites bien instrumentados, que son capaces de medir con precisión creciente la inclinación o la topografía de la superficie del mar, y tener con ellos la posibilidad de obtener fácilmente y con precisión la posición geográfica mediante el Sistema Mundial de Posicionamiento, era evidente la gran mejora que se ha logrado en la observación de los océanos”.

Para el Dr. Capurro otro gran avance “se encontraba en la computación y en los métodos estadísticos, que han hecho posible mantener la operación de modelos predictivos en forma continua cuando el caso así lo requiere”. Comentaba también que “la enorme cantidad de datos que proveen esas boyas, son introducidos en el modelo que está en operación (asimilación de datos), y si los datos pronosticados no coinciden con los observados (validación), el modelo va reajustando sus parámetros con los datos asimilados en un proceso denominado modelación inversa (ajustar la dinámica a los datos)”.

No olvidaba puntualizar que “la complejidad de los procesos oceanográficos es tal, que es prácticamente imposible contar con un modelo predictivo que permita proveer pronósticos exactos del medio ambiente. La asimilación de datos y la modelación inversa durante largo tiempo permite ir incorporando al modelo las variaciones propias del proceso y, por lo tanto, incrementar su robustez”.

Nuestro querido profesor ponía lo mejor de sí como oceanógrafo consagrado con más millas naúticas que el circunavegador portugués Fernando de Magallanes o que el explorador genovés Cristóbal Colón, cuando hablaba del fenómeno de “El Niño” de 1973, que había dado impulso a esa modelación predictiva, ya que la preocupación actual de la variación del clima y la posible intervención humana en su modificación, han originado la formulación de modelos acoplados atmósfera-océano que operan según este racional.

Señalaba que “el gran desafío que enfrentan actualmente los meteorólogos y los oceanógrafos es la predicción del clima. En estas escalas temporales el océano juega un rol tan o más importante que la atmósfera, y debido a eso estaba en pleno desarrollo el Experimento Global de Circulación Oceánica (WOCE), como parte del Experimento Mundial del Clima y del Estudio de la Variabilidad y Predictibilidad del Clima (CLIVAR), que había pasado a ser el principal aspecto de la investigación de la atmósfera y de los océanos del Programa Mundial de Investigadores Climáticas (PMIC). En el marco de CLIVAR se examinaría el papel que desempeñan la atmósfera y los océanos en el cuadro del sistema climático general y se haría hincapié en el estudio de su variabilidad, especialmente en los océanos, a escalas de tiempo que van desde estaciones a periodos de 100 años”.

Concluía el Dr. Capurro que “el océano se presta para detectar cambios climáticos y en tal sentido dos métodos de observación recientes, como son la Tomografía Acústica del Océano (ATOC) y la altimetría por satélite pueden proveer promedios en gran escala de los elementos que caracterizan el clima atmosférico. La altimetría depende del tiempo de propagación de ondas electromagnéticas que se reflejan en la superficie del mar y, por lo tanto, permite conocer su relieve, y la tomografía se basa en el tiempo de propagación de las ondas sonoras a través del interior del océano, que es electromagnéticamente opaco. Este último tiene la habilidad de muestrear y promediar la estructura térmica del océano en gran escala, 3000 a 5000 km”.

Sobre la oceanografía geológica y geofísica, compartía que “los geólogos y geofísicos marinos han realizado notables avances en el conocimiento del relieve del fondo marino y de la constitución de la corteza oceánica. Los ecosondadores de gran profundidad, que aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial, permitieron medir la profundidad con tal precisión que esto hizo posible identificar las grandes cordilleras submarinas, que corren en medio de los grandes océanos con una grieta profunda por donde surge nuevo y fresco material ígneo (magma) que se incorpora a la corteza, así como las grandes fosas donde se hunde y destruye la vieja corteza terrestre”.

Destacaba también el Dr. Capurro que “la aplicación de los métodos de sísmica de reflexión y refracción, medición continúa de los campos magnético y gravimétrico y extracción de testigos del fondo realizados por buques, permitió conocer la estructura y naturaleza de la corteza oceánica, que se diferencia de la corteza terrestre en su espesor y tipo de roca. La terrestre tiene alrededor de 30 kilómetros de espesor y es roca granítica, mientras que la oceánica es de 10 kilómetros y basáltica”.

Y señalaba jubiloso que “todo este nuevo conocimiento revolucionó la concepción que se tenía de la constitución de la Tierra y propició la nueva teoría sustentada por la trilogía de la tectónica de placas, derrame del fondo oceánico y deriva continental”.

No dejaba de lado que “una incógnita aún pendiente es conocer el tipo de roca que separa a la corteza del manto superior, que se conoce por el nombre de su descubridor como capa de Mohorovi?i?. Como la corteza oceánica es más delgada, es posible con las técnicas de perforación actuales para extracción de petróleo, llegar a esa capa perforando en el mar, y es así que desde hace varios años está en marcha el Programa Internacional de Perforación del Océano Profundo (JOIDES), que realmente es un magnífico despliegue de tecnología en el mar, ya que perforan desde un buque a flote profundidades a veces superiores a los 4000 metros, traen a la superficie todo el equipo, reemplazan las brocas y vuelven al agujero inicial”.

Aseguraba también el Dr. Capurro que “la presencia de fuentes hidrotermales en el fondo del océano generó intereses en los geólogos por sus implicaciones en los posibles recursos minerales fósiles que pueden existir en el océano profundo. Por eso continúan los estudios básicos sobre la génesis y evolución de las secuencias sedimentarias marinas y el refinamiento de las escalas de tiempo bioestratigráficas, así como la investigación aplicada en los siguientes campos: generación, maduración y migración de hidrocarburos en conjunción con la evolución estructural y sedimentaria de los márgenes continentales; configuración, sedimentología, mineralogía y química de los depósitos marinos de manganeso, fosforita y minerales pesados”.

Observaba, además, que “los testigos estratificados del fondeo oceánico están muy de moda para los paleoclimatólogos, ya que de ellos pueden tener información de climas muy anteriores a los registrados por el hombre”.