Entretenimiento / Virales

Siglo xxi, años veinte

Iván de la Nuez

No parece que vayan a regresar el charlestón, la ley seca, el Estado soviético, el dadaísmo, o que –pese al talento de Leinier Domínguez– un cubano acabe reinando como campeón del mundo de ajedrez... Pero ya se han publicado unos cuantos artículos intentando comparar los próximos años veinte del siglo xxi con esa misma década del siglo pasado.

Se da por sentado –siempre que antes no acabemos con la tierra– que los vuelos en la estratosfera empezarán a emular –salvadas las distancias y nunca mejor dicho– los vuelos trasatlánticos. O que la genética proseguirá su camino, creando o modificando seres soñados hace un siglo por la ciencia ficción. Está claro que la expansión de China, en este siglo, sustituirá a la de Japón en la centuria pasada. Y que los hallazgos de la arquitectura racionalista de Le Corbusier apenas serán un recuerdo entre las ciudades inteligentes de la domótica, los edificios totémicos de los arquitectos estrellas –los líderes de la llamada “starquitectura”– y un urbanismo alternativo, tan provisional como popular, desde el que la gente se tomará la ciudad por su mano, avanzando hacia una más que probable “favelización” del mundo.

Los museos parecerán bibliotecas visuales, la vanguardia dará paso a la retaguardia, y la idea de fundir el arte con la vida quedará pulverizada ante la enorme tensión de la cultura con la supervivencia. En esa línea es predecible el declive de Duchamp y de los posteriores paradigmas estéticos (Aby Wharbur, George Didi-Huberman o Jacques Rancière) que proponían albergar los problemas del mundo en el museo. Ahora, por el contrario, es muy posible que se imponga la lógica de Paul Virilio (y que los problemas del museo se trasladen al mundo mismo).

En América Latina, las nuevas oligarquías recuperarán una visión elitista de la democracia. Y las construcciones opulentas de hace cien años serán sustituidas por las no menos opulentas edificaciones de los magnates del narco, las telecomunicaciones o el dinero incontable de las nuevas finanzas.

En los años veinte del siglo xxi, los liderazgos quedarán diluidos en unas redes sociales comandadas por influencers ocasionales al amparo del uso de nuestros datos y del conocimiento previo de nuestros gustos.

Podemos apostar a que en el año 2029 se podría repetir un crack del capitalismo. Y a que aquellos niños con patines de rueda (que se pusieron de moda en los años veinte del siglo xx) quedarán como homínidos de un pasado remotísimo al lado de todos los artefactos con los que nos desplazaremos por la ciudad.

El fascismo –a lo Mussolini o Primo de Rivera– es muy probable que reaparezca y que gente de esta ralea ocupe la presidencia de algún país europeo, incubando el huevo de la serpiente, como Bolsonaro ocupa hoy la de Brasil.

No se espera la desaparición del jazz pero tampoco la aparición de un ritmo parecido (el reguetón, el trap y sus variantes tendrán todavía recorrido en los próximos diez años). A diferencia de hace un siglo, cuando imperaban líderes políticos, artísticos, científicos o literarios que parecían superhéroes individuales, lo que se establecerá será, precisamente, lo contrario: la eclosión de la cultura o la ciencia; lo que llevará a que los individuos no sean devorados por la socialización sino por la masificación.

El bolchevismo –la política de la mayoría– se verá diseminado en una pléyade de reivindicaciones minoritarias –puro menchevismo– y se alentará la esperanza de que las mujeres comiencen a gobernar el mundo.

Por la parte que les toca, los intelectuales ya no descansarán en la palabra escrita como vehículo del conocimiento, sino que este será comunicado a través de fuentes visuales y todo tipo de redes o medios que cabrán en un teléfono celular. Se supone que el “amor libre” de los románticos del pasado será sustituido por el pansexualismo de este tiempo.

Puestos a intuir, es posible pensar que Kafka seguirá imbatible. Y que, aunque la tecnología sustituya a la burocracia, en las parábolas de este escritor todavía podrán encontrar los humanos un kit de supervivencia que les sirva para paliar su aplastamiento.