Félix Sautié Mederos
Hay etapas y momentos que justifican la vida,
en especial la gracia de vivirlos.
DXXXII
No quiero perder la oportunidad, que me brinda mi edad y las circunstancias del momento, para continuar con mi testimonio de los sentimientos que en cascada espiritual experimento en estos tiempos, cuando una pandemia amenaza a todos los humanos de nuestra época. Considero muy importante poder testimoniar por escrito lo que se produce a mí alrededor, especialmente porque en el futuro, cuando todo termine, por lo general muchas experiencias importantes y útiles se perderán para siempre sin que nadie las haya testimoniado por escrito. En consecuencia, los que nos desempeñamos como cronistas de la época debemos evitar estos vacíos publicando nuestros testimonios. Eso trato de hacer.
Tengo fe en la vida y en la capacidad humana de sobreponerse a la adversidad, pero comprendo que eso, como todo en la existencia, tiene sus costos muchas veces adversos. La ley de acción y reacción, ley fundamental de causa y efecto, que es lo esencial que da existencia al movimiento que es la vida, determina que todo en el Universo, sea grande o pequeño, tendrá una reacción grande o pequeña también de acuerdo con la magnitud del hecho.
Quizás hay quienes no se dan cuenta de ello, y se les complica más la comprensión de lo cuanto sucede a su alrededor. En especial, pienso que en momentos culminantes, cuando se pone en juego la existencia misma, como en la actualidad, todo eso tiene especial significación. A esas circunstancias, sentimientos, testimonios de vida y preocupaciones fundamentadas quiero dedicar este capítulo de La Espiritualidad Prohibida para, sin dramatismos innecesarios ganarle tiempo al tiempo, ante la incertidumbre de lo que en definitiva sucederá y ¿cuál podría ser mi suerte al respecto? Lo que hago forma parte de una serie de testimonios de estos momentos, y aunque se acumule su orden de publicación, considero muy importante escribirlos y enviarlos a la Redacción tan pronto los termine. Quizás, de no hacerlo, no tendré tiempo real para lamentarlo.
En este orden de pensamiento, comienzo por alertar lo imprescindible que es alcanzar una comprensión más profunda de lo que sucede a nuestro alrededor y de cómo actúa esta ley fundamental de causa y efecto en las circunstancias que se están manifestando más allá de nuestra voluntad. La ingenuidad y la ignorancia, nunca son útiles ni recomendables para nadie en ningún contexto. Tampoco constituyen factores efectivos contra la angustia y la sobrealteración. No deberíamos ponernos excesivamente preocupados, sin tiempo para otros sentimientos también importantes para la existencia humana.
Reitero que me encuentro entre los que más riesgos corremos en la actualidad, como ya he expresado en otros artículos al respecto, por causa de mi edad avanzada y mis enfermedades crónicas. Parto de mi ejemplo de riesgos, porque considero que todos debemos luchar en la prevención. No solo por nosotros mismos, sino que también y muy en especial por los demás que nos rodean con énfasis por nuestros afectos, ya que considero que ninguno debería convertirse en víctima de nuestras irresponsabilidades.
Conozco a algunos que no entienden esto, actúan sin percepción alguna del riesgo y, lo que es peor, tratan de continuar como antes imponiendo con su presencia su no percepción del riesgo a los demás que sí la tenemos. Sé que hay que tratar de comprender a todos, con mucha misericordia; pero quizás, lo que estamos viviendo y lo que nos viene encima no nos va a dar mucha oportunidad para ello. Por lo cual, creo que hay que pedirles e incluso exigirles a todos sin excepción, la comprensión de los riesgos que corre la humanidad. Hay que llamarlos al orden, nadie puede considerarse eximido de la disciplina necesaria. En cualquier guerra, ello es decisivo y no puede haber excepciones so pena de perderla. Y si perdemos esta guerra contra el COVID-19 de marras, no habrá humanidad para contarlo. Así de grave y dramática la situación.
Hemos llegado en la humanidad a un momento culminante para todos sin excepción. Deberíamos comprenderlo así, pero no es fácil, porque los voluntarismos y los caprichos tratan de imponerse por encima de los demás. En el nuevo mundo en que me encuentro enclavado, Estados Unidos y Brasil, con sus mandatarios del momento, incultos e irresponsables, se han puesto a la vanguardia de la ignominia al punto de negar e incluso de burlarse de lo que hoy es una de las mayores amenazas evidentes contra toda la humanidad. Expreso evidente para caracterizar específicamente a la pandemia del coronavirus, porque siempre hay y ha habido otras amenazas tácitas que, cual espadas de Damocles, penden sobre la vida.
Hoy están de más con mayor urgencia que nunca las ingenuidades, los conservadurismos que lo inmovilizan todo, los autoritarismos que quieren imponerse por encima de los demás, el secretismo que esconde muchas veces lo más importante que requiere que todos lo conozcan. No se puede enfrentar lo que nos está atacando en la actualidad con las mismas armas de siempre, porque lo que nos viene encima no es lo mismo de siempre ni mucho menos.
Aunque comprendo que en Cuba, a pesar de todo lo que está haciendo por la vida el Gobierno de las nuevas generaciones formadas por la Revolución, con Miguel Díaz-Canel a la cabeza, en los momentos cuando escribo el presente artículo, está llegando el instante de ponerle una mayor severidad a los pocos que irresponsablemente no cumplen con las medidas de prevención que tratan de salvaguardar las vidas de todos. Reitero que, aunque han disminuido sensiblemente, aún en los momentos en que escribo este artículo algunos todavía andan a su aire sin hacerle caso a lo que está normado. Es mi esperanza que cuando se publique, haya aumentado la percepción del riesgo. Mi esperanza está en línea directa con el amor del prójimo, que es el mandato más importante de la ley de Dios.
En este orden de pensamiento, considero muy importante plantearse una clara definición entre lo que específicamente es un prójimo en relación a todos los demás seres que conforman a la humanidad en su conjunto. Aquí considero que es imprescindible, en los casos específicos que estoy testimoniando, inclinar la balanza hacia el todo. Porque a un prójimo no se le debe admitir que, por su libre albedrío rayano en la arbitrariedad, con su irresponsabilidad ponga en riesgo de vida o muerte a los demás. En esto, don Benito Juárez, el Benemérito de América, dijo el 15 de julio de 1867 conceptos muy importantes que me atrevo a citar textualmente:
[...] Mexicanos: encaminemos ahora todos nuestros esfuerzos a obtener y a consolidar los beneficios de la paz. Bajo sus auspicios, será eficaz la protección de las leyes y de las autoridades para los derechos de todos los habitantes de la República. Que el pueblo y el gobierno respeten los derechos de todos. Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.
Confiemos en que todos los mexicanos, aleccionados por la prolongada y dolorosa experiencia de las comunidades de la guerra, cooperaremos en el bienestar y la prosperidad de la nación que sólo pueden conseguirse con un inviolable respeto a las leyes, y con la obediencia a las autoridades elegidas por el pueblo [...].
Considero que estos geniales planteamientos de Juárez, como todo lo que en vida nos legó, expresados en 1867, tengan una especial utilidad en el presente de incertidumbres y angustias de todos en el mundo, porque sin el respeto al derecho ajeno y a las leyes de seguro que nunca lograremos la paz.
Por otra parte, se está presentando también una irresponsabilidad muy grande con respecto a lo que estamos viviendo en el sentido del uso de las nuevas tecnologías de la información del siglo xxi, que algunos utilizan para publicar y circular informaciones falsas e irresponsables, que siembran las dudas y actúan con el propósito de desmovilizar la lucha de la humanidad contra el COVID-19. En este sentido, en el blog Segunda Cita, de Silvio Rodríguez, que leo y participo con frecuencia, se han publicado dos post que considero muy importante proceder a su máxima divulgación. Como testimonio de lo que estamos viviendo:
Silvio dijo...
De Julio Carranza y Esteban Morales sobre el impacto negativo de ciertas pretendidas informaciones:
Amigos:
El País de España ha publicado un interesante artículo criticando la cantidad de opiniones descalificadas y confusas que circulan por los medios sobre el tema de la actual pandemia que enfrenta el mundo y el negativo impacto que estas pueden tener. En mi opinión esto vale para el tema de la actual pandemia y para todos los temas, la falta de rigor y la diletancia se han convertido en parte persistente de la realidad contemporánea amplificada por las nuevas formas de la comunicación, recordar la famosa frase de Umberto Eco al respecto.
En cualquier caso todo el mundo tiene derecho de opinar lo que quiera y hasta de gritar, asumir las implicaciones de lo que dice y ver quien lo escucha. En el caso de la prensa profesional el tema es un poco más delicado, porque la libertad de prensa debe estar acompañada de la responsabilidad del que la ejerce, en definitiva presta un servicio de información a la sociedad y la sociedad, con derecho a la información, exige un servicio de calidad, como el de la salud, la educación o la seguridad pública, lo cual debería excluir cualquier tipo de fake news intencional o irresponsablemente colocada en los medios masivos. En fin es un tema complejo, pero el principal reto ante este fenómeno que hoy nos inunda está del lado del receptor, de la audiencia que debe tener la capacidad de discernir, de descartar, de analizar, de responder, de emitir, de debatir, en ello obviamente media la educación, la cultura y también la libertad. saludos a todos. Julio Carranza
Estimados.
Comparto la opinión de July. Creo que debemos declarar una guerra inteligente a estas opiniones descalificadas y confusas. Y el mejor modo de hacerlo es destruirlas con nuestras verdades.
Pues se trata de un intento criminal y falto de toda ética, para dejar al mundo indefenso, haciéndolo presa fácil de la política imperialista. Luego librar hoy esa lucha contra las fakes news se convierte en una de las batallas más importantes de todos los intelectuales que queremos lo mejor para el mundo. Saludos a todos. Un abrazo. Esteban Morales. 31 de marzo de 2020, 12:31
Considero que no hacen falta muchas más palabras para caracterizar uno de los problemas de desinformación a que nos estamos enfrentando en la aciaga actualidad que vivimos.
En este sentido, quiero reiterar que me encuentro orgulloso de ser cubano porque en Cuba estamos enfrentados con gran acierto a COVID-19 y además compartimos lo que tenemos con los demás pueblos del mundo, porque la agresión del COVID-19 es universal y la respuesta tiene que ser universal también de todos juntos, pero con acierto en las informaciones de la realidad que estamos viviendo. En este orden de cosas, creo que ha llegado el momento de deshacernos todos del neoliberalismo, de la burocracia y del conservadurismo que puja por detener nuestro enfrentamiento decisivo.
Para culminar, quiero citar un poema que me han enviado por correo electrónico y que considero que a pesar de haber sido escrito hace muchos años retrata lo que estamos viviendo:
Este poema parece escrito en nuestros días, pero es de 1869, hace 151 años. Está tomado de La historia de Iza, de Grace Ramsay, seudónimo de Kathleen O’Meara, escritora y biógrafa católica, irlandesa-francesa durante la era victoriana tardía. Era corresponsal en París de The Tablet, una revista católica británica líder.
Y la gente se quedó en casa…
Y la gente se quedaba en casa
Y leía libros y escuchaba.
Y descansó e hizo ejercicios
e hizo arte y jugó
y aprendió nuevas formas de ser
y se detuvo.
Y escuchó más profundamente.
Alguien meditó.
Alguien rezó.
Alguien estaba bailando.
Alguien se encontró con su sombra.
Y la gente comenzó a pensar diferente.
Y la gente sanó.
Y hubo ausencia de personas que vivían
en una peligrosa ignorancia.
Sin sentido y sin corazón,
incluso la tierra comenzó a sanar.
Y cuando el peligro terminó
y las personas se encontraron,
lloraron por los muertos
y tomaron nuevas decisiones...
Y soñaron con nuevas visiones
y crearon nuevas formas de vida.
Y curaron completamente a la tierra,
justo cuando fueron sanados.
Cuando la tormenta pase
y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.
Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.
Ya no tendremos envidia,
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia;
seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos
que lo jamás conseguido.
Seremos más generosos
y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos.
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás aquel viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca le preguntaste el nombre
porque estabas apurado.
Y todo será un milagro.
Y todo será un legado.
Y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.
Cuando terminaba de escribir este artículo, recibí la noticia de que Estados Unidos ha impedido la llegada a Cuba de un importante donativo humanitario enviado por China. Ahora hay que ver si los miserables de siempre, cuyo mundo se les está cayendo en pedazos, aprueban y aplauden esa acción genocida del “norte revuelo y brutal” que nos desprecia. Con tanto odio y rencor nunca podrán vivir tranquilos.
Así lo pienso y así lo afirmo, con mis respetos para el pensamiento diferente y sin querer ofender a nadie en particular.
Continuará.
Finalmente, les reitero mi correo electrónico con el propósito de que puedan trasmitirme, criterios, opiniones y preguntas: fsmederos@gmail.com