Antropólogo Francesc Ligorred Perramon*
Fer versos és escriure en joia contra tot. Segimon Serrallonga, El Poema
Nunca he olvidado ni olvidaré aquel domingo 15 de octubre de 2017, cuando compartí doce horas en el aeropuerto de la Ciudad de México con dos inmensos poetas mayas: Humberto Ak’abal y Waldemar Noh Tzec, los dos se nos han adelantado en el camino, como me ha comunicado el amigo Fidencio Briceño Chel. Aquel domingo inolvidable los tres hacíamos escala aérea de regreso luego de asistir al “Encuentro y desencuentro de dos mundos, la literatura maya, cinco siglos de resistencia” (U K’ajóoltikubáaj yéetel u naktáantikubáaj káapéel yóok’ol kaabi, Maaya káan ik’ti’ilil, u chich óolil j’ k’aal tu bin tu ka’baak’ ja’ab), en la ciudad de Campeche. La semana anterior habíamos intercambiado pensamientos, ideas, lengua y literatura en el bellísimo puerto de piratas y habíamos ido a Champotón para homenajear al vencedor líder maya Moch Cohuó, celebrando los quinientos años de una triste fecha para los coloniales pero feliz para los mayas, pues aquel 1517 en la costa de la “mala pelea” se testificó el desencuentro entre Moch Cohuó y el conquistador humillado Francisco Fernández de Córdoba. Además de las provechosas sesiones académicas en el centro cultural “El Claustro” de la Secretaría de Cultura de Campeche, nos deleitamos con desayunos y cenas en el hotel, cumplimos visitas obligadas a cantinas escondidas y disfrutamos de un mediodía calurosamente amable –con cervezas y botanas– en el restaurante “El Cachimbazo”, de Champotón, donde –dicen– “la belleza es natural”. De la escala aeroportuaria, en nuestro DF, recuerdo como el maestro Waldemar visitó mil y una tiendas eligiendo y comprando ropa para sus familiares, cómo nos llenamos de altiplanenses tacos al pastor y cómo antes de despedirnos, el maestro, tuvo la gentileza de comprarme un ejemplar del periódico español El País para, me dijo, que estuviera al día de los acontecimientos de aquel encendido otoño catalán. Luego de los abrazos, cada uno volamos hacia nuestros queridos destinos: Chiapas, Guatemala y Catalunya.
Había conocido personalmente al Waldemar amigo en su natal Calkiní, a principios de los años noventa del siglo xx, cuando acudía allí para asesorarme sobre el Grupo Génali, uno de los movimientos etnoculturales –deducía ya desde antes– pioneros y más enérgicos de la lengua y la literatura mayas del siglo xxi, con revistas como Cal-K’in y Kin Lakam. Fui y regresé varias veces a Calkiní para platicar con Briceida Cuevas Cob –la inspirada poeta amiga de Waldemar–, con Santiago Canto Sosa, Ramón Iván Suárez Caamal y Romualdo Méndez Huchim. En el año 1998 el maestro Waldemar mantuvo una activa participación en el seminario “Identidad Maya y Creación Intelectual”, dentro del proyecto “Etnia y nación: los intelectuales indígenas de México”, dirigido por la Dra. Natividad Gutiérrez Chong, del IIS de la UNAM, y que celebramos en la Unidad de Ciencias Sociales de la UADY. A finales del mismo año fui de nuevo a Calkiní para presentar su imprescindible libro Noj Balam (El grande jaguar). Una década después, en el 2008, le agradecí que me invitara a escribir el prólogo “Noj Tzeek con Memoria”, de su libro Cecilio Chi’ yétel Jacinto Kan Ek’ ti’ K.k’ajlay (Cecilio Chi’ y Jacinto Kan Ek’ en nuestra memoria), un honor que concluía con las siguientes palabras: “Waldemar Noh Tzec, eres tú un hombre feliz, porque te has preocupado y te has ocupado de tu pueblo y de todos los pueblos –de los calkinís, del cuerpo y del alma– y lo has hecho con las palabras sabias de tu lengua de siempre, con las voces de ese pasado mañana que es el futuro del Mayab”. También pude comentar su obra en la introducción Poesía maya de las voces escritas, del exquisito audiolibro Kuxa’an T’aan (Voz viva del Mayab) publicado en Mérida el año 2012, donde la poesía de Waldemar compartía páginas con textos de Briceida Cuevas Cob, Feliciano Sánchez Chan, Wildernain Villegas Carrillo e Isaac Carrillo Can. En 2017 volvimos a coincidir en la Mesa redonda del Mayab “El lenguaje entre los mayas”, organizada dentro de la Ficmaya en el Gran Museo del Mundo Maya, en Mérida; allí compartimos una larga velada con don Romualdo Méndez Huchim, Margarita Ku Xool, Luz Lepe Lira y Cessia E. Chuk.
Escribí, todavía, del maestro Waldemar en la Enciclopedia Yucatanense (Yucatán, 2018 (Actualización) Tomo II, pp.197-199) esta reflexión:
Hay que mencionar tres maestros de escritores, creadores de una literatura maya de profundidad étnica y calidad poética inspirada e inspiradora, fluida e influyente: Waldemar Noh Tzec, Gregorio M. Vásquez Canché y Feliciano Sánchez Chan, autores de textos y obras de referencia para la literatura del futuro.
Waldemar Noh Tzec, artífice de la Tumben ik’tanil ti’ maya t’an, es maestro de poetas, poeta de maestros, maestro y poeta del pueblo maya; siempre ejerce de maestro y siempre ejerce de poeta, porque sabe que aquél que lee sus versos debe escucharlos, por eso repite versos y palabras, para que el lector los y las repita a aquél que no lee y para que aquél que lo escucha los y las lea, porque deben leerse las voces. Waldemar, ten / u ch’ilam bálamil kalk’ini’ / u ch’ilam bálamil u noj sutbilché / u xma’xul lob tàn uinik / yo / el sacerdote de Calkiní / el sacerdote de la gran rueda / de la interminable maldición del hombre, es el poeta de los poetas mayas, el poeta del pueblo y de los sabios, por eso los poetas de ayer le vigilan, los de hoy le acompañan y los de mañana le esperan. El maestro poeta es el dzib-hombre y es el balam-maya, que en Kajnal Kojkaj / Habitante de la gran ciudad, invita al extranjero: kajnal nojkaj / ko’oten a xinbal pachkaj / ichil chan kaj / u tial a k’ajóltik k-ta’naj / habitante de la gran urbe / ven a la provincia / a los pueblecitos / para que conozcas nuestras casas. Precursor y fundador del grupo literario Génali, Waldemar publica dos de las obras cumbres de la literatura maya contemporána: Noj Balam (El gran Jaguar) (1998) y Cecilio Chi’ yétel Jacinto Kan Ek’ ti’ K-k’ajlay (Cecilio Chi’ y Jacinto Kan Ek’ en nuestra memoria) (2008), además del poemario Kala’an dzunu’un (Ebrio colibri). Del primer libro destacan Chan kuchdzón / Soldadito y Jela’n uníken / Soy un hombre diferente, de los que se citan estos versos:
je u núkul le in dzona in chi
in koj
in uak’ in kal in t’an
in tzeek
(éstas son las municiones de mi fusil / mi boca / mi dentadura / mi lengua / mi garganta
/ mi voz / mi discurso)
y
mi ma’ ki utzén ta uich
tumén jela’n uíniken
tumén jela’n maaken
tumén jela’n in t’an
tumén maya t’anen
tumen maseualen
(quizá no te gusto / porque soy un hombre diferente / porque soy una persona diferente / porque mi lengua es diferente / porque soy mayahablante / porque soy un indio)
En el segundo libro, el poeta de U mo’ol bálam / La garra del jaguar, el aj jul ik’ / flechador de los vientos y de la k’uk’ul t’an / la palabra emplumada, descubre en los corazones de los héroes Jacinto Kan Ek’ y Cecilio Chi –sus hermanos de sangre– el florecimiento de la literatura maya:
Tu tunben kol ik’tanil
tu tunben kol k’anil
tu tunben kol baldzámil
(En la milpa nueva de la poesía / en la milpa nueva de la narración / en la milpa nueva del teatro).
Desafortunadamente, la muerte de Waldemar se añade a la de otros escritores y amigos mayas, como Gerardo Can Pat, Abimael Chuk, Isaac Carrillo Can y Patricia Martínez Huchim, con los que compartimos versos, lecciones y copas; también a la de aquellos poetas y narradores de Ticul y Pustunich, Juan G. Dzib “Uxul” y Virgilio Canul, con los que viví intensos tiempos y espacios en el Puuc de los años 1982 a 1984, cuando visité por primera vez la península del Mayab. Si Waldemar, el poeta sabio, fue promotor de recitales y de premios municipales, estatales e internacionales de literatura maya; Waldemar, el hombre inteligente, supo pronosticar y prevenir todos los tiempos de pandemias sanitarias, sociales, medioambientales y políticas, por eso cantó, con alegría, al “Kala’an Dzun’un” (Ebrio colibrí) y a “u kili’ich lol kuxtal yók’ol kab” (la flor sagrada de la vida en el mundo).
De Waldemar Noh Tzec guardo con respeto –ahora, con emoción, en mis manos– un ejemplar de Noj Bálam (El grande jaguar), libro que presentamos en Calkiní el 22 de diciembre de 1998 y en el que el poeta amigo me escribió la siguiente dedicatoria: Francesc, xoknen ti’ le in pikílju’una, in jajal ich, in jajal t’an, in jajal puksík’al (Francesc, lee este libro mío, que es mi verdadero rostro, mi verdadera voz, mi verdadero corazón profundo). Seguiré leyendo y recordando a Waldemar, seguiré estimando a ese gran pueblo maya de ayer, de hoy y de mañana, a esa lengua y poesía de Waldemar, a esa nación antigua y contemporánea que es el territorio de los niños y de los ancianos mayas, de las mujeres y de los hombres mayas. ¡Nos vemos Waldemar! Tus amigos Mercedes y Paco.
Manlleu, Catalunya, 4 de junio 2020