Gustavo Robreño
Mucho viene discutiéndose desde hace décadas, aún desde los tiempos de la primera “guerra fría”, acerca de la posibilidad y de la necesidad de creación de un ejército europeo, con estructura, mandos y composición independientes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como ocurre actualmente y donde las fuerzas europeas quedan subordinadas a un general estadounidense, tal como establecen los reglamentos de ese pacto.
El fallecido presidente francés Francois Mitterrand fue de los primeros en esbozar esa posibilidad durante su mandato y alegó que Europa, por sus propias características y requerimientos, no podía poner sus necesidades de defensa completamente en manos de un pacto como la OTAN, en que las decisiones de Estados Unidos suelen tener un peso definitivo.
Tal línea de pensamiento fue abriéndose paso desde entonces en sectores europeos de distintas concepciones pero coincidentes en ese punto, que ha sido determinante para el involucramiento del Viejo Continente en guerras de agresión y expediciones punitivas, donde ha actuado generalmente como subordinado, servidor y auxiliar de los propósitos de Estados Unidos.
El eventual surgimiento de un ejército europeo, obviamente, ha despertado siempre el recelo y animadversión de los gobiernos instalados en la Casa Blanca de Washington, que no han escatimado esfuerzos, públicos u ocultos, por descarrilar esa idea y desprestigiarla, considerándola incluso como lesiva a los llamados “intereses de seguridad nacional” del imperio yanqui.
Más recientemente, sin embargo, el presidente francés Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel han vuelto sobre esa idea con nuevos bríos, en medio de las múltiples discrepancias actuales con el régimen de Donald Trump. Ya se ha constituido, como base de esa futura estructura de defensa, una fuerza militar conjunta franco-alemana que realiza periódicos ejercicios y maniobras.
Aunque se ha presentado como complementario a la OTAN, queda por ver si el proyectado ejército europeo sólo limitará su actuación al territorio continental o también se extenderá a las misiones extra continentales, como las que hoy cumplen varios de esos países en Afganistán, el Medio Oriente y Africa.
Mucho dependerá también la concreción de la citada fuerza del desarrollo de la situación política interna en países vitales como Francia y Alemania, cuyos gobiernos actuales aparecen como los más comprometidos con estos planes de defensa autónoma para Europa, así como del futuro de la Unión Europea en general.
Por su parte, el gobierno imperialista de Estados Unidos, cualquiera que éste sea, seguirá maniobrando por todos los medios para evitar que la mencionada fuerza llegue a estructurarse, por lo que ello pudiera representar negativamente para el dominio político-militar que, desde los tiempos de la Segunda Guerra Mundial, ha ejercido Washington sobre los países de Europa, en mayor o menor medida.
Un importante fragmento de ese dominio, acrecentado tras la desaparición de la URSS y el campo socialista europeo, se vería indudablemente en peligro.