Síguenos

Última hora

Senado aprueba la extinción de otros órganos autónomos en México

Internacional

La prensa privada. La verdad sea dicha

Jorge Gómez Barata

El desempeño de los países del llamado socialismo real respecto a la naturaleza, el papel y la actividad de la prensa no fue satisfactorio y no constituyó un paradigma. No se trata de rebatir las concepciones teóricas acerca del papel de los medios de difusión masiva, sino del modo como fueron realizadas. Aunque atenuado por ciertas características nacionales, el efecto llegó a Cuba.

La existencia de la prensa, principal instrumento de difusión de la cultura popular, vector de la cultura política y creador de la opinión pública, es fruto del progreso y de la instalación de modelos políticos que, aunque en gran medida omitieron la justicia social, acogieron la democracia y la pluralidad como filosofía. La vinculación del periodismo con la sociedad y el poder forman una compleja dialéctica, alguno de cuyos aspectos fueron excesivamente simplificados por el pensamiento de izquierda.

Con el triunfo de los bolcheviques en Rusia, donde debido al despotismo zarista apenas se había desarrollado el periodismo, se estableció un paradigma basado en la prensa del partido fundada por Lenin, trocada luego en prensa nacional oficial y deformada con la entronización de las prácticas stalinistas que fueron exportadas a Europa Oriental y China.

En ese contexto, mediante la formación de conceptos pseudocientíficos e imposiciones políticas, se hicieron prevalecer abstracciones y se alteró la verdad histórica. Al tratar de convertir la necesidad en virtud, se acuñó la idea de que la propiedad privada sobre periódicos, revistas y emisoras de radio, resultaba incompatible con la libertad de prensa, a lo cual se sumó el espejismo de que siempre los medios privados actúan al servicio de la reacción y contra las causas populares.

En setenta años en la Unión Soviética y casi medio siglo en los países socialistas de Europa Oriental, los partidos gobernantes no lograron elaborar conceptos y crear estructuras y modos de ejercer el poder y la conducción de las sociedades compatibles con la libertad de expresión y la democracia. De ahí, en considerable medida, el fracaso de aquellos proyectos.

América Latina fue una región afortunada porque el inicio de sus luchas por la independencia a principios del siglo XIX coincidió con el auge de la prensa, que masificó la cultura política y concretó la participación de los pueblos. Entonces los periódicos y revistas desempeñaron el papel que hoy cumple Internet y las redes sociales como elementos democratizadores de las sociedades. Por primera vez los debates políticos y culturales trascendieron a las elites dirigentes para involucrar a las masas.

Los periódicos liberales latinoamericanos del siglo XIX y XX nacieron como parte de los esfuerzos liberadores de intelectuales de pensamiento avanzado y políticamente progresistas y, aunque entre ellos hubo algunos emprendedores relativamente acaudalados y con espíritu empresarial, todos tomaron enormes riesgos al confrontar a la oligarquía y, en muchos casos, ejercer el liderazgo ideológico de las luchas populares.

Aunque entonces, como ahora, se trató de empresas privadas; no obstante, en las redacciones y entre los directivos de los que luego fueron grandes periódicos y revistas europeos, estadounidenses y latinoamericanos, predominaron los elementos liberales que en calidad de periodistas, editores y directivos asumieron con maestría, valor y honestidad intelectual la defensa de los valores del sistema, pero también la crítica. El leninismo tiene razón al afirmar que la prensa es parte de un sistema caracterizado por enormes, complejas y decisivas contradicciones.

No puede afirmarse que un diario como el The New York Herald Tribune que en la meca del capitalismo incorporaron a su plantilla a Carlos Marx y a José Martí, por ser una empresa privada, fuera un diario reaccionario.

Cuando se escriban los anales de la prensa progresista a escala mundial y de modo especial en América Latina, no podrán ocultarse las contradicciones y tampoco omitir un legado heroico y fecundo. Las páginas de esa historia estarán plagadas de adalides y en ellas resaltarán las mejores plumas, las voces más claras, y las almas más limpias.

(*) SIEMPRE que me refiera al liberalismo o a los liberales aludo a sus expresiones clásicas y originales, y no a las caricaturas que de esa ideología, como de otras, hemos conocido. Las ideas básicas del presente artículo fuero expuestas por el autor en un evento organizado por los diarios Por Esto! en Mérida, Yucatán, en marzo de 2016.

Siguiente noticia

Papamóvil recorrerá las calles de Dublín