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Manuel E. Yepe

La humanidad se ha visto sorprendida por la retirada de Siria del contingente militar estadounidense, las protestas en Francia, la perspectiva de un Brexit duro, la declinación política de Angela Merkel, los aprietos de Netanyahu y el saudí Mohamad bin Salman convertido en un paria internacional. La crisis actual de liderazgo en Europa, Estados Unidos y en algunos de sus principales aliados, han sumido a Occidente en el caos llevándolo a uno de sus más críticos momentos de las últimas décadas. Todo ello provocado por una política contradictoria de Estados Unidos que ha conducido a una disminución de la soberanía y la capacidad de decisión de los aliados de Washington.

Así se resume el contexto regional actual tras el anuncio de la retirada de la participación estadounidense en la agresión de que es objeto Siria, según el comentarista autónomo Federico Pieraccini, en un enjundioso ensayo publicado en la Strategic Culture Online Journal.

A poco de la elección de Donald Trump, los principales líderes de la Unión Europea (Merkel, Cameron y Hollande) mostraban vacilaciones y síntomas de fracaso. Hollande cayó en las encuestas debido a sus políticas favorecedoras de los intereses de las élites a expensas de la cada vez más pobre y endeudada población francesa. Cameron, para evitar una victoria laborista bajo Jeremy Corbyn, prometió una votación sobre el Brexit que le costó su carrera política. La Unión Demócrata Cristiana (CDU). de Alemania, sufrió inéditas derrotas electorales derivadas de sus políticas migratorias y Angela Merkel fue duramente criticada y se vio obligada a renunciar a la presidencia del partido.

La situación empeoró en el Reino Unido al dimitir Cameron tras la votación del Brexit; Hollande, en Francia, tuvo que a renunciar a la idea de reelegirse dada a su evidente impopularidad.

Theresa May y Emmanuel Macron reemplazaron a Cameron y Hollande. Macron prometió un renacimiento francés y May, tuvo que negociar enérgicamente con la Unión Europea para tratar de obtener las mejores condiciones posibles para el Brexit en marzo de 2019.

Mientras tanto, en Estados Unidos ha habido un fuerte forcejeo entre las élites de la guerra político-financiera por el dominio de la política exterior de Trump. El Presidente, por inexperiencia, ineptitud o intencionalmente, sucumbió ante el establishment de la política exterior con sus ofertas habituales de simultanear neoliberalismo e imperialismo brutal. El uso del dólar apoyado por las armas, por parte de Trump, culminó en un acuerdo entre el establishment de la política exterior y el Mandatario, sellado con los nombramientos de Bolton y Pompeo, como modus vivendi para los intereses en pugna.

Tal fusión de neoliberalismo e imperialismo brutal en el manejo congresional de los asuntos de política exterior está en el centro de los problemas actuales entre Estados Unidos y el resto del mundo, sólo sirve para acelerar la transición hacia un orden mundial multipolar. El neoliberalismo y el excepcionalismo norteamericano están ahora arraigados en la política de “América Primero”, combinando a los peores elementos del imperialismo y los intereses de la oligarquía financiera.

La adopción de políticas económicas agresivas destinadas a drenar los recursos de sus aliados y aislar a sus enemigos, ha acentuado aún más las diferencias entre Europa y Estados Unidos.

El uso de aranceles y aranceles combinados con sanciones contra Moscú y Teherán, han acabado por distanciar a Macron de Trump, colocando al Presidente francés firmemente en el campo liberal-globalista, hombro con hombro con Merkel. Y a May aislada y criticada por prácticamente todos –Bruselas, Trump, Merkel– y muy especialmente por Corbyn, en el Parlamento británico.

En este caos generalizado que caracteriza al viejo continente, Trump quizás haya dado el primer paso sensato de su presidencia al anunciar la retirada de las tropas estadounidenses de Siria, ante las protestas de los imperialistas globalistas. Washington es así expulsado del Medio Oriente a causa de sus fracasos.

Mientras tanto, el Congreso estadounidense ha aprobado una condena a las acciones saudíes en Yemen y retirado el apoyo de EEUU al esfuerzo bélico en Riad, no por preocupación por la difícil situación de los civiles yemeníes que sufren bajo la embestida de las bombas suministradas por Estados Unidos, sino por el deseo de Washington de ganar aplausos por socavar a su aliado Mohammed bin Salman, anatematizado por las élites políticas y financieras euroamericanas.

Netanyahu vive una situación precaria por las investigaciones a que están siendo sometidas su esposa y la mayoría de su gobierno, por corrupción. La reciente capitulación de Israel en Gaza, que precipitó la dimisión del Ministro de Defensa Avigdor Lieberman, con el reciente incidente con los rusos en Siria, así como la perspectiva poco realista de una guerra con Hezbolá, han reducido la imagen de Netanyahu dentro de Israel. Su tiempo casi se acaba.

La obediencia ciega a la ideología globalista neoliberal, unida al daño que causa Trump a amigos y enemigos por igual, ha llevado a los líderes europeos y sus aliados del Oriente Medio a una precaria situación de pre crisis de deuda financiera que corre el riesgo de llegar al caos en próximos meses.

Y como si la situación de los líderes occidentales no estuviera suficientemente comprometida, sus pocas acciones conjuntas se deciden en Washington y tienen como objetivo antagonizar a China, Rusia e Irán. Después de 24 meses de la presidencia de Trump, los países europeos han terminado renunciando incluso a la pequeña apariencia de autonomía y soberanía que conservaban. Trump exige lealtad absoluta, sin dar nada a cambio.

Pieraccini termina lanzando, irónicamente, a los imperialistas occidentales, los epítetos que, como un bumerán, a menudo ellos lanzaron contra Bashar al Assad: ¡May, Merkel, Macron, Mohammed bin Salman y Netanyahu deben irse! Moscú es el nuevo destino de todas las negociaciones relativas a Oriente Medio y más allá. Arabia Saudí, Israel, Qatar y Turquía parecen haber captado ya el mensaje, con varios niveles de negociaciones iniciadas directa o indirectamente con Moscú para salvar la poca influencia que todavía tienen en Siria Doha, Tel Aviv y Riad. El caso es un poco diferente con Ankara, que, a través de Idlib, todavía mantiene cierta influencia en Siria.

May se encuentra gestionando una situación más allá de ella, con un fracaso total de la posición negociadora británica con la UE. Cuanto más cerca estemos del 29 de marzo, más gritarán los medios de comunicación británicos como la BBC sobre la catástrofe de un Brexit sin acuerdo, cuya perspectiva es muy probable, dado que May ha hecho todo lo posible para sabotear el proceso de negociación con la UE. El objetivo es convencer a la población de que no sólo es legítimo sino, sobre todo, necesario revocar la solicitud de aplicación del artículo 50 de la UE para evitar la catástrofe de un Brexit duro. Es un ejemplo perfecto de cómo la élite crea un problema (fallando intencionadamente las negociaciones para Brexit) para justificar su actuación en una cierta dirección, en contra de lo que la población ha votado.

Macron, además de sufrir la repetición de una serie de desastres políticos internos, demostró una vez más su fidelidad permanente a las élites financieras globalistas al concebir un nuevo impuesto sobre el petróleo en aras de una mayor sostenibilidad medioambiental, una provocación despreocupada al pueblo francés, ya cargado de impuestos y una falta inconmensurable de servicios gubernamentales. Esta medida fue suficiente para desencadenar grandes protestas en Francia, la mayor en más de veinte años, que no se detendrán hasta la dimisión del títere Macron.

En Alemania, las políticas migratorias de Angela Merkel en los últimos años han terminado consumiendo su crédito en términos de popularidad. Recientemente fue sustituida por su protegida, Annegret Kramp-Karrenbauer, como directora de la CDU. Merkel ya ha afirmado que se retirará de la vida política al final de su mandato como canciller. Con Merkel como con May y Macron, bailar al son de las élites globalistas termina siendo políticamente costoso.

Lo que ha alimentado la erosión del consenso político entre los líderes europeos tiene mucho que ver con que sus países soporten el costo de ser meros ejecutores de los intereses estadounidenses. La ruptura del Plan de Acción Global Conjunto (JCPOA) con Irán creó fricciones significativas entre Washington y los países de la UE. Las sanciones a Rusia, los aranceles a los países europeos y la guerra comercial con Pekín han hecho el resto, empujando a Macron, e incluso a May, a posiciones directamente opuestas a Donald Trump, que intenta cada vez más acercarse a Angela Merkel a medida que su posición empeora progresivamente. May, Macron y Merkel cuelgan de un hilo delgado. El intento de desviar la atención hacia otros países como Rusia, en el caso de los británicos (el caso Skripal), o Siria, en el caso de los franceses (bombardeo del país), sólo amplía la brecha entre los europeos y los de Rusia e Irán, perjudicando a las empresas y los trabajadores de la UE en el proceso.

El riesgo es que la precaria situación en la que se encuentran los líderes europeos podría llevarlos a una provocación abierta contra Irán o Rusia en Siria. Este es un peligro muy real. Las élites de Kiev parecen estar dispuestas a ofrecer a su país como escenario para lanzar una provocación final contra Moscú. Sin embargo, ni Merkel, ni May, ni Macron parecen estar especialmente atraídos por la perspectiva de convertir a Europa en un montón de escombros sólo para complacer a las élites financieras y militares euroamericanas. Además, ninguno de ellos (afortunadamente) tiene el capital político que les permitiría participar en estos movimientos demenciales.

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