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Duque, el invisible

El presidente de Colombia, Iván Duque, parece cada día más ausente del país.

Si en uno de sus numerosos viajes al exterior, en los que aparece bailando, tocando guitarra o dando cabezaditas a un balón resolviera quedarse allá seguramente no lo notaríamos. Hasta las elecciones del pasado 28 de octubre la cosa no se notaba tanto porque en el país permanecía mandando el ex presidente Uribe a quien el mismo Duque aceptó como el verdadero mandamás cuando dijo de él que era el “presidente eterno”.

Pero pasada la jornada electoral con la evidente derrota del hasta ese momento invencible Álvaro Uribe, apaleado hasta en su propia tierra y en las de su hacienda El Ubérrimo, tan paraquita (paramilitar en argot colombiano), tan doblegada ante él, ¿qué hará Duque en su orfandad?

Tan desangelado en su comparecencia una vez conocidos los ganadores –y perdedores, qué dolor para él y su patrón- hizo un llamado a la unidad. No alcanzan mis escasas luces para entender a qué se refiere si ha desperdiciado su mandato en tratar de sacar a sombrerazos a Maduro de Venezuela en vez de oír los clamores por la paz que resuenan por todo el país y la propuesta de convergencia alrededor del acuerdo firmado entre el Estado y las Farc.

En asuntos internacionales ha asumido una vocería que nadie le ha conferido para concentrarse en llamar al golpe de estado en Venezuela, apelando al cascarón del TIAR y al grupo de Lima que ha cerrado sus fronteras a la migración venezolana con lo cual quienes salen de ese país en busca de horizontes más benignos no tendrán otra posibilidad que la de venir a Colombia lo cual plantea una situación compleja desde todo punto de vista. El cupo de Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU parece no abrirle los ojos.

No ve, a pesar de que desde distintas orillas se lo advierten, que los problemas del país vecino, al que ha graduado de enemigo, repercuten en Colombia más que en ningún otro país, mas allá de las bravuconadas de Diosdado Cabello. La payasada de presentar en la ONU para probar los aprestos bélicos de Venezuela unas coordenadas que casi muestran a los ejércitos venezolanos en Groenlandia, sólo se comparan con las que presentó Maduro sobre la amenaza colombiana igual de disparatadas.

Siempre actuando como mandadero de Trump ahora tiene una nueva obsesión: meter a Cuba en la lista de países que albergan al terrorismo, queriéndola obligar a que devuelva a los guerrilleros que están allá a pedido colombiano para adelantar conversaciones de paz sin cumplir con los protocolos que obligan a ambos países.

Le va a pasar como a Piñera que ante el desborde de las protestas en Chile pidió perdón porque “no lo vio venir”. Cómo iba a poder ver nada si estaba jugando a la democracia concentrado en tumbar a Maduro.

Ese juego de soldadito de plomo que descuida su propia casa, muestra a duque en su patética incapacidad: no ha podido acabar con la Justicia Especial de Paz (JEP) a lo cual se comprometió ante su jefe Uribe; en el Congreso no le aprobaron la ley de financiamiento a pesar de que el ministro de Hacienda dijera que eso significaría una hecatombe. Ese ministro, la del Interior y el de Defensa lucen como sobrepasados por la situación pero a pesar de los numerosos llamados, aún desde sus mismas huestes, se niega a renovar el gabinete ministerial. Nombro sólo esos ministros porque del resto nadie se acuerda siquiera del nombre.

Duque, siempre bajo el paraguas de Uribe y con apoyo de la verborrea militarista del ministro de Defensa y la siempre lamentable vicepresidente se metió en una cruzada por la aspersión aérea con glifosato y contra la erradicación manual de cultivos ilícitos pactada en el Acuerdo de Paz y la Corte Constitucional le tumbó la ley correspondiente.

Se ha casado en una campaña de descrédito contra los desmovilizados de las Farc especialmente Jesús Santrich y sin embargo éste se vuela burlando el cerco del ejército.

El ejército, cuya cúpula nombró a pesar de las advertencias que le hicieron sobre la vinculación de los futuros comandante con falsos positivos, está en el ojo del huracán porque el cuestionado comandante del ejército, Nicacio Martínez, emitió una circular que equivale a reimplantarlos. El reciente caso del desmovilizado de las Farc Dimar Torres vilmente asesinado por el ejército, ha puesto en evidencia un comportamiento de banda de gánsteres de algunos miembros de esa institución.

Por si lo anterior fuera poco, el dueño del circo, Uribe, está siendo investigado por la Corte Suprema de Justicia por el delito de soborno de testigos y el testimonio de varios ex paramilitares indica que el proceso puede derivar hacia aguas más profundas porque podrían involucrarlo en delitos más graves vinculados con el paramilitarismo que tan benévolamente fue tratado durante su mandato.

El nuevo país que dibujan las pasadas elecciones regionales plantea un desafío que difícilmente Duque tiene capacidad para sortear. ¿Estarán las fuerzas emergentes de izquierda y centro en capacidad de llenar el vacío dentro de las leyes de la democracia? Hay posibilidades. Ojalá los egos nos permitan ver más allá de la propia nariz.

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