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“La memoria es base fundamental de la espiritualidad humana” dijo recientemente el presidente Miguel Díaz-Canel. Y es así.

El pasado 20 de noviembre un grupo de sus compañeros de estudio y de la ulterior lucha revolucionaria, acompañamos a la viuda, los hijos y nietos del Dr. Omar Fernández cuando esparcieron sus cenizas en la única escuela de medicina que tuvimos antes de 1959, multiplicada hoy felizmente en 24 centros similares en todo el país.

Quiso dejar ese recuerdo en la escuela donde conquistó su prestigio como dirigente estudiantil universitario.

Y la memoria como esa base fundamental de la espiritualidad humana y como sostén presente de las luchas pasadas e inspiración de las actuales, me hizo recordar en aquella breve pero emotiva ceremonia, múltiples hechos que compartimos en ese lugar.

El Che a su regreso de un recorrido por países africanos en septiembre de 1959 fue a la Plaza Las Ventas para presenciar una corrida de toros y acudió acompañado de varios compañeros, entre ellos Omar Fernández quien hizo después un libro sobre aquel primer viaje al exterior. (Foto: Cesar Lucas)

Omar fue electo en 1956 por todo el estudiantado de medicina entonces, como su presidente.

Allí, donde quiso que quedaran sus cenizas, el 27 de noviembre de 1956, hizo su último discurso en nuestra facultad. Había organizado que se levantara un modesto rincón para perpetuar la memoria de los ocho estudiantes de medicina fusilados en 1871 y que constituían y constituyen un símbolo para toda la juventud cubana y en particular para los estudiantes de medicina.

Abusaría de mi memoria si pretendiese intentar repetir sus palabras aquel día pero sí tengo grabado claramente que además de denunciar aquel crimen horrendo efectuado por el colonialismo español para tratar de amedrentar las ansias independentistas cubanas, tal y como el reciente film “Inocencia” describe con impactante realismo, nos convocó a participar activamente en la lucha contra la dictadura que en aquellos momentos igualmente cercenaba las ansias libertarias del pueblo.

Aquel 27 de noviembre se había organizado por la FEU la que fue la última manifestación estudiantil que pretendía llegar hasta el monumento erigido en Prado en memoria de aquel vil asesinato.

Precisamente nos pidió a unirnos con él a la cabeza al resto de los estudiantes en la colina. A través del hospital Calixto García llegamos a la estatua del Alma Mater y descendimos con el resto de los estudiantes concentrados allí.

La marcha fue reprimida con brutalidad y los esbirros subían tirando con sus pistolas sobre los estudiantes que nos retirábamos después de enfrentarlos con el pecho y los puños, como registran las imágenes de aquel salvajismo.

Ya en esos momentos Fidel navegaba con mar tormentoso en el Granma. Los grupos del MR 26 de Julio en todas las provincias y del Directorio Revolucionario nos preparábamos en rigurosa clandestinidad, para el apoyo al desembarco que tuvo su acción más descollante pocos días después con el alzamiento en Santiago el 30 de noviembre.

Omar se unió al año siguiente junto con Juan Niury al ejército rebelde en representación de la FEU, consolidando el trascendental acuerdo suscrito en México por José Antonio Echevarría con Fidel.

Su labor entre nosotros después como capitán del Ejército Rebelde la desempeñó con la misma sencillez y responsabilidad que tuvo en sus años estudiantiles.

Al concluir ayer el esparcimiento de sus cenizas habló José Ángel Fernández, actual presidente de la FEU, joven veinteañero como Omar en aquella época, quien afirmó que para ellos continuar el camino iniciado por él y su generación es el objetivo que los guía hoy. Como apunté al principio sin dudas la memoria es base fundamental de la espiritualidad humana.

Además de su rica historia revolucionaria nos deja la huella de su sencillez y modestia.

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