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Alfredo García

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El pasado miércoles, el presidente Donald Trump firmó la Ley de Democracia y Derechos Humanos de Hong Kong, emblemático documento que sintetiza la coincidencia estratégica del gobierno norteamericano y el Congreso de Estados Unidos.

El 20 de noviembre, en inusual consenso bipartidista, la Cámara de Representantes aprobó por 417 votos y 1 en contra, después del voto unánime del Senado, la medida anti-china que establece sanciones a las autoridades responsables de “abusos de derechos humanos”, y requiere del presidente de EE.UU. la revisión anual del estatus “económico especial” que la Casa Blanca otorga a la ex colonia británica.

La injerencista ley fue patrocinada por el ultraderechista binomio de los senadores republicanos, Marcos Rubio y Jim Risch, y los senadores demócratas Bob Menéndez y Ben Cardin.

La ley permite al presidente Trump suspender la certificación anual del Departamento de Estado sobre si Hong Kong conserva un grado suficiente de autonomía en el contexto de “un país dos sistemas”, otorgando autoridad para sancionar a personas consideradas responsables de actos que atenten contra la autonomía de Hong Kong respecto de China y facilita visas a personas sometidas a arrestos o detenciones “motivadas políticamente”. También incluye una enmienda que prohíbe la venta de gases lacrimógenos y balas de goma de fabricación norteamericana.

Tras varios días de incertidumbre, donde el presidente Trump aparentó indecisión sobre la firma de la ley, utilizando la medida como presión en las negociaciones comerciales que se llevan a cabo en Washington con una delegación china, (alegando que tenía que apoyar las manifestaciones en Hong Kong, pero también al presidente chino), finalmente firmó la ley precedida por las elecciones municipales en Hong Kong del pasado 25 de noviembre, que otorgaron amplia ventaja a la “oposición” obteniendo 388 escaños de los 452 disputados, evento denunciado por el gobierno chino como resultado de la “injerencia de otros países como Estados Unidos”.

La decisión de Trump provocó la indignada reacción por parte del Ministerio de Exteriores de China: “Esta ley obvia los hechos y la verdad, emplea un doble rasero e interfiere descaradamente con los asuntos Hong Kong, que son asuntos internos de China. Es una violación grave del Derecho Internacional y de las normas básicas que rigen las relaciones internacionales”, aseguró la cancillería china.

Por su parte, el presidente Trump declaró en un comunicado de prensa emitido desde la Casa Blanca: “Firmé estos proyectos de ley por respeto al presidente Xi, a China, y al pueblo de Hong Kong. Se ha promulgado con la esperanza de que los líderes y representantes de China y de Hong Kong puedan resolver sus diferencias de manera amistosa, lo que conducirá a la paz y la prosperidad a largo plazo para todos”.

Días antes, en un programa de la televisora Fox, Trump manifestó: “Si no fuera por mí, miles de personas habrían sido asesinadas en Hong Kong en este momento... La única razón por la que no ha entrado el Ejército chino en la ciudad, es porque le he dicho al presidente, Xi Jinping, que eso afectaría a nuestro acuerdo comercial”.

En un marco político altamente polarizado en el Congreso por el proceso de juicio político hacia Trump, el rápido consenso bipartidista anti-chino liderado por la ultraderecha legislativa de ambos partidos, llama la atención en medio de las tensas negociaciones comerciales con Pekín, demostrando poca solidez de la “oposición” demócrata ante las decisiones del cuestionado presidente sobre las graves violaciones del orden internacional, como es la intervención en los asuntos internos de otros Estados.

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