En medio de las críticas al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, y a su familia por estar involucrados en una trama de corrupción, el mandatario aseguró que pretende reelegirse. Para lograr ese objetivo, el gobernante ignora el débil desempeño de la economía en el primer año de su mandato, el retroceso en las políticas ambientales y sociales.
Bolsonaro quiere mantenerse en el Palacio de Planalto (sede del ejecutivo) bajo cualquier circunstancia y, pese a una alta tasa de desaprobación -36 por ciento según la encuestadora Datafolha-, pretende ir a la disputa electoral de 2022 con nada más y nada menos que el ministro de Justicia, Sergio Moro, como compañero de fórmula. Esa es la manera que tiene de ganar algunos puntos entre la propia ultraderecha que lo idolatra y ve al exmagistrado como un héroe por haber mandado a encarcelar a Lula da Silva, el líder más popular del país.
“Hay que ver si él quiere”, afirmó Bolsonaro sobre Moro. “Nunca entré en detalles con él sobre este tema, porque es demasiado pronto para discutir y daría señales de que no estoy satisfecho con Mourão (el actual vicepresidente), manifestó el jefe de Estado en una entrevista a la revista Veja.
Todo esto ocurre mientras el mandatario intenta proteger su hijo mayor, el senador Flavio Bolsonaro, y a Fabricio Queiroz, su amigo personal desde hace más de 30 años, de un escándalo de corrupción. La investigación amenaza una de sus promesas principales de campaña referida a que sólo él podría limpiar la sórdida corrupción política. Los hechos demuestran que ni siquiera su familia estaba limpia.
Los fiscales acusan a Flavio, quien fue legislador del estado de Río hasta que se convirtió en senador federal en 2019, de ser parte de un esquema de empleos fantasmas mientras estaba en el cargo. La más reciente pesquisa policial incluyó 24 órdenes de inspección en propiedades de Queiroz, cuyo paradero es desconocido desde inicios de 2019, y en los domicilios del ex suegro y la ex cuñada de Jair Bolsonaro.
En las redes sociales circulan mensajes con la frase “la casa de los Bolsonaro cayó”, una clara muestra de que el pueblo poco a poco percibe qué clase de personaje está al frente del país.
El propio diario Folha de Sao Paulo, uno de los más leídos del país, publicó este viernes un editorial donde critica al presidente por utilizar su cargo -para el cual se quiere reelegir- para esquivar las acusaciones contra su familia y proteger los intereses personales.
Y como si fuera poco todo esto, durante la rueda de prensa de cerca de diez minutos Bolsonaro llegó a decirle groserías e insultos homofóbicos a un periodista que le preguntó sobre el caso, al que calificó como una conspiración de la Justicia de Río de Janeiro en complicidad con el gobernador de ese estado Wilson Witzel.
Lo cierto es que la justicia cree que el jefe del ejecutivo brasileño, mientras fungió como diputado federal contaba con ingresos y bienes no declarados a la justicia electoral. Ese “desliz” estuvo en sigilo y no impidió, por tanto, la victoria del candidato de ultraderecha. Sin embargo, ahora se podría saber cómo se erigió económicamente el imperio Bolsonaro y, de paso, conocer hasta dónde llegan las relaciones políticas con las milicias paramilitares de Río.
De salir a luz la realidad de los hechos, los planes reeleccionistas de Bolsonaro caerán por la borda y ni siquiera el súper juez Sergio Moro, tan adorado por la derecha brasileña, lo podría impedir.