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Por Zheger Hay Harb

La nota colombiana

Lu Kang, portavoz de la cancillería china retrató muy bien el estado de las cosas: “La situación dentro y fuera de Venezuela es inestable, incluso turbulenta, lo cual no es bueno para ninguna de las partes”.

Poco a poco se van aclarando algunos acontecimientos sobre lo ocurrido el día 23: hay filmaciones que muestran a personas, del lado colombiano, hablando con acento “paisa”, es decir, de Antioquia, que está bastante lejos de Cúcuta, preparando bombas molotov al lado de un carro de la policía, que, indiferente, no se inmuta ante este delito, lo cual obliga a preguntarse si habrían recibido la orden de no intervenir. También hay registro fílmico de uno de los camiones que dijeron contenía medicinas y alimentos, ardiendo del lado colombiano de la frontera.

Vimos también en vivo incidentes del lado venezolano, donde encapuchados se enfrentan a la guardia. Lo mismo ocurrió en la frontera con Brasil, que envió tropas a controlar la situación. De la posición del presidente de ese país creo que no hace falta investigar mucho para saber que está por el golpe de estado.

Por eso el diplomático chino, que debe saber de qué habla, muy cautamente, para evitar emitir condenas precipitadas, recalca “dentro y fuera de Venezuela”, para indicar que la responsabilidad y la solución no corresponden sólo al gobierno de Maduro.

Había dicho Guaidó que el pasado 23 de febrero caería “la tiranía”, pero se acabó el concierto, se fueron los cantantes y quienes creyeron los cantos de sirena del autoproclamado, que los llevaría triunfantes a Caracas, se quedaron viendo un chispero: “Nos dijeron que iban a ir adelante con nosotros, que iban a poner el pecho, pero ¿quiénes dimos la pelea? Nosotros... y nos tienen olvidados…Según ellos ayer era el día clave, pero ¿qué pasa hoy? Nos cerraron la frontera y estamos aquí varados”, dijo a la prensa un civil venezolano.

Un integrante de una banda musical muy popular, del Chocó, departamento casi 100% habitado por afrocolombianos, dijo que hubiera deseado que un concierto de esos se realizara allá, donde la mayoría de su población está literalmente con el agua al cuello por las inundaciones. Sólo ante ese reclamo, que se hizo público en la prensa y por las redes sociales, el presidente Duque fue a llevarles ayuda humanitaria. Por supuesto no se habló nada sobre porqué, siendo esa una situación que inveteradamente se repite todos los años, no se han tomado medidas para darle una solución definitiva.

Adonde sí no ha ido nadie es a Maicao, en La Guajira, pese a ser un paso fronterizo muy utilizado, donde ni barricadas ni cierre de la frontera ha impedido nunca el tránsito entre los dos países. Los indígenas Wayuu, que ostentan las dos nacionalidades, controlan las trochas de acceso. Es allí donde todos los días se levantan con la noticia de otro niño indígena muerto por desnutrición. Hasta ahora no hemos sabido que en el país vecino haya ocurrido este tipo de muertes, pese a que la escasez de alimentos es real.

Una persona que acaba de regresar de Venezuela me dice que se han montado una serie de pequeños supermercados controlados por chinos que venden alimentos en su mayoría procedentes de Turquía y que en puestos callejeros se pueden comprar verduras y frutas. En ambos los precios fluctúan estrambóticamente de un día para otro con aumentos hasta del 50%. Pero dice no haber visto hambre.

En la reunión del Grupo de Lima en Bogotá las posiciones han sido intencionalmente ambiguas: Guaidó habla de democracia pero llama al levantamiento armado y repite que “todas las opciones están sobre la mesa”; Duque insiste en su “cerco diplomático”, una de esas expresiones que él acostumbra cuando no sabe qué decir ni cómo decirlo, pero calla cuando los periodistas lo presionen para que asegure que no está buscando un golpe militar. El vicepresidente Pence, a quien hemos visto como virrey en la reunión anunció que “cualquier ataque de Venezuela contra Colombia se entenderá como un ataque a Estados Unidos”. Un verdadero regalo envenenado; ya sabemos cómo se pagan esas ayudas. Los participantes en la reunión se dan golpes de pecho diciendo que no están por la solución armada, pero insisten en “todas las opciones”.

En las afueras del sitio donde se desarrollaba la reunión los manifestantes gritaban NO a la intervención armada. Pero ya sabemos: están abiertas todas las opciones y conocemos cuál es la preferida de Trump.

Guaidó no ha presentado una plataforma de gobierno y no le hemos oído una sola idea inteligente; sólo generalidades resumidas en que “va a restablecer la democracia y a derrocar la tiranía”, pero no ha dicho cómo lo piensa hacer, cuál es su análisis de la economía venezolana ni cómo se propone reactivarla. Dos días después de estar en Colombia alguien debió soplarle lo que debía decir y soltó algunas cifras sobre economía de esas que cualquiera puede conseguir en google. Ni siquiera ha hecho una propuesta para aliviar la situación humanitaria de los cientos de miles de refugiados venezolanos en Colombia. El se para en la tribuna y repite la misma frase, sonriendo con aire distraído. Parece sorprendido de que le estén dando tanta importancia. Está inmerso en la misma paradoja que los demás: pedir a nombre de la democracia un golpe de estado militar. Como dijo el ex presidente Uribe que es quien realmente actúa como presidente de Colombia: “Soldados de Venezuela: no apunten contra la hermana Colombia; dirijan las armas hacia el Palacio de Miraflores para que desalojen la dictadura”.

Maduro rompió relaciones diplomáticas y de todo tipo con el gobierno colombiano. Razones no le faltan pero tal vez eso haga más difícil cualquier acercamiento o negociación; ya sabemos que ese no es su fuerte. Ni siquiera se le ha ocurrido llamar al Grupo de Contacto conformado por la Unión Europea y algunos países latinoamericanos, que podrían entrar a quitar presión a la situación. Hemos visto a los colectivos chavistas (nadie dice luchar por las ideas de Maduro sino por las de Chávez) enfrentarse a los opositores y a quienes a la fuerza querían entrar la ayuda “humanitaria” pero tampoco a ellos les hemos oído defender ideas o hacer actos políticos. Parecen sólo ser una fuerza de choque.

Es triste que los millones que integran esas milicias no hayan sido aprovechados para crear condiciones políticas para enfrentar por vías negociadas esta situación que a Maduro parece haberle tomado por sorpresa siendo que desde hace por lo menos un año se veía venir.

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