Jorge Gómez Barata
En la historia latinoamericana predominan los relatos políticos y militares. La historia económica y social es menos prolija y en ella no sobresalen las emociones, no hay batallas ni héroes. Se trata de una epopeya librada por emprendedores, innovadores, y trabajadores, en la cual el talento individual, la iniciativa, y la disposición a tomar riesgos son vitales.
En la narrativa del progreso económico se aprende no sólo que la prosperidad real avanzó debido al éxito de los micro negocios, sino que actualmente más de la mitad de la economía mundial, incluyendo a los países más desarrollados, se realiza mediante pequeñas y medianas empresas privadas, en su mayor parte operadas directamente por sus dueños. En esta dinámica la propiedad y la gerencia están unidas.
Las pequeñas y medianas empresas, incluidas las que funcionan en áreas de alta tecnología, tienen la virtud de poder iniciarse mediante inversiones reducidas, crecer a demanda, y con sus propios recursos, ralentizarse o acelerarse para ponerse a tono con las demandas del mercado, exportar, o adaptarse a clientes locales, así como asociarse o desconectarse de otros factores cuando es conveniente.
Las pequeñas y medianas empresas privadas poseen ventajas que no logran los monopolios y son inalcanzables para los estados, incluso para aquellos que creen y practican como artículo de fe la planificación centralizada, que, aun cuando permita percibir a tiempo crecimientos o reducción de la demanda, e incluso pueda realizar alertas tempranas, carece de la flexibilidad necesaria para moverse a la velocidad de los acontecimientos, no sólo económicos, sino también políticos o de otro tipo.
En los países desarrollados y en Cuba, donde los niveles educacionales son altos, las pequeñas y medianas empresas disfrutan de la ventaja de ser gestionadas por personas ilustradas, predominantemente jóvenes, muchos de ellos con formación universitaria. Encuadradas en un marco jurídico apropiado, propietarios y empleados encuentran en sus negocios la prosperidad individual y familiar que buscan, lo cual tiende a alejarlos de la tentación a violar las leyes.
Según se percibe, el estado cubano disfruta de ventajas comparativas que le permitirían fomentar un sector no estatal de la economía nacional, jurídicamente regulado y protegido, socialmente ubicado, políticamente coherente con los intereses y proyectos nacionales, incluido el socialismo, y altamente eficiente.
Como en China, en Cuba el sector privado pudiera ser no un adversario ni un compañero de viaje, sino un aliado estratégico, para lo cual se necesita trabajar y crear. Dejar a la espontaneidad y descuidar la labor con los gerentes y trabajadores privados, realizarla a partir de rituales y métodos sobrepasados, hostilizarlos, o exponerlos a la burocracia puede ser un error. Tal vez una Comisión Presidencial para el Fomento de las Pequeñas y Medianas Empresas sería una herramienta eficaz.