Por Marina Menéndez
Fotos: Lisbet Goenaga y Archivo
LA HABANA, Cuba, 9 de marzo.- Siempre se ha dicho que nuestra identidad se asienta, mayoritariamente, en la herencia del colonizador español y de los esclavos traídos de Africa.
Así de arrasador fueron el arcabuz, la hoguera, y la Cruz en nombre de la cual se quiso “convertir” a los autóctonos habitantes de Cuba para que olvidaran sus dioses y tantos fueran sacrificados; sin contar los que escogieron la muerte antes de seguir esclavos del hombre blanco.
Se ha dicho que no tuvo la población precolombina de Cuba la resistencia, por ejemplo, de sus hermanos mayas, asentados en Mesoamérica: los últimos en todo el Nuevo Mundo en ser vencidos por la colonización, y a pesar de lo cual se replegaron momentáneamente, resistieron, y salvaron hasta hoy sus costumbres y su lengua.
Por el contrario, se asegura que de los habitantes de Cuba no quedó nada.
Hay voces, sin embargo, que matizan tales argumentaciones. Carlos Andrés García Rodríguez, un realizador audiovisual que trabaja para la empresa cubana Cinesoft y es un apasionado del estudio de las civilizaciones precolombinas cubanas, asegura que hay muchos elementos de la cultura aborigen que aún nos acompañan.
Están presentes en nuestro vocabulario, dice, mediante la pervivencia de vocablos heredados de los arauacos, quienes poblaron buena parte de Sudamérica pero eran frecuentes, sobre todo, en las Antillas.
Entre esas palabras están vivas en nuestra lengua actual algunas de las usadas por nuestros antepasados, tales como la que bautiza a la localidad habanera de Guanabacoa; o Habaguanex, nombre del cacique que usa ahora para identificarse una conocida firma turística de la isla. U otras de uso frecuente como bohío, maíz, hamaca, mamey y caimán, aprendidas por los españoles aquí en el Caribe, y llevadas por ellos a su lengua y a otras zonas del continente.
También defiende García la presencia de lo indígena en la culinaria; aunque se hallen casi en extinción alimentos como el casabe, elaborado a base de yuca y sustento principalísimo de los habitantes de la isla antes de llegar Cristóbal Colón, y el uso de ciertas plantas.
Sus inquietudes las ha canalizado el investigador por medio de varios proyectos. En 1996 propuso una herramienta de Arqueología virtual que permite aplicar carácter tridimensional y cinético a pinturas rupestres cubanas para hallarles sentido y explicación.
Y junto a los colegas que forman parte del heterogéneo grupo que le acompaña entre quienes se hallan periodistas, historiadores y ciencistas sociales, esta semana acaba de conmemorar el décimo aniversario de la Serie SOS Arte Rupestre.
Se trata de un proyecto filmográfico que ya cuenta con 35 documentales y sigue en marcha, en el propósito de documentar no sólo los detalles de cuevas donde existen muestras de arte rupestre, sino la morfología de los lugares donde éstos se encuentran.
Ello ha enriquecido y actualizado los audiovisuales y textos existentes en torno al tema.
Aclara que trabaja como artista, no desde la academia; pero está presto a colaborar con ella. Y defiende que valoremos mejor y tomemos más en cuenta la influencia indígena en la cultura nacional.
Entre las más importantes
Otros expertos estiman que Cuba, con 292 estaciones o sitios de arte rupestre, probablemente sea la nación del Caribe insular con más detallado registro de esa manifestación cultural y arqueológica.
Aseguran los estudiosos, entre quienes García se encuentra, que predominan en la isla las estaciones denominadas pictográficas —es decir, que exhiben alguna forma de pintura o dibujo— y que es en el Occidente donde mayor cantidad se hallan, con más del 50 por ciento del total existente.
Sin embargo, los últimos hallazgos se han constatado en el Oriente, concretamente en la zona costera Sur de la provincia de Guantánamo.
Los más recientes datan de agosto de 2017, cuando espeleólogos cubanos hallaron un nuevo sitio de arte rupestre en una cueva de la provincia de Granma, en el Oriente del país, concretamente, en la Sierra Maestra, lo que constituyó el primer hallazgo de ese tipo en la zona.
El valioso alijo constaba de petroglifos (tallas o incisiones hechas en la roca), que datan de la época precolombina.
La nueva localización fue considerada de particular importancia, pues los otros siete sitios de arte rupestre identificados en la provincia se hallan al Sur.
El compendio de dibujos había sido realizado de manera intencional en cavernas, solapas, grutas y rocas, reunidas en seis estaciones ubicadas en tres cuevas y tres de las llamadas solapas.
Según los estudiosos, constituyen el conjunto rupestre mejor conservado del país, pues no hay señales de daños.
Todo ello ha sido recogido y actualizado por el Censo Arqueológico Aborigen de Cuba, puesto en marcha desde 2013 por el Instituto de Antropología, y el cual ha establecido, de modo preliminar, que la isla posee unos 3,200 sitios arqueológicos aborígenes localizados.
Casi mil de esos lugares fueron documentados por la investigación, la que dejó también confirmó que son las regiones de las provincias de Pinar del Río, en el Occidente, y Villa Clara, en el centro, las que tenían la mayor cantidad de nuevos emplazamientos, los cuales suman unos mil.
Se trata de reforzar la identidad nacional y el sentido de pertenencia de los cubanos, dijeron los expertos al referirse a la investigación.
Antes de la llegada de Cristóbal Colón, en octubre de 1492, se estima que vivían aquí alrededor de 300,000 aborígenes considerados pacíficos y clasificados en tres grupos principales: los guanatahabeyes, los siboneyes y los taínos, los únicos que conocían el fuego y eran ceramistas.
Pero, a pesar del exterminio y su virtual desaparición, puede que los cubanos todavía tengamos de ellos más de lo que pensamos.
Un estudio de ADN efectuado hace cinco años develó que el ocho por ciento de los genes de los cubanos de hoy es de origen amerindio, el 72% europeo y un 20%, africano.