Síguenos

Última hora

La contundente respuesta de Trudeau a Trump: “Canadá responderá con 25% de aranceles” a Estados Unidos

Internacional

Argelia en la encrucijada

Jorge Gómez Barata

Hacer mutis, retirarse a tiempo y con hidalguía, es un servicio que los líderes pueden prestar a su patria y a su causa. Así debió ocurrir en Argelia, donde ahora se manifiesta el recurrente fenómeno de un gobernante que no se percata de que ha cumplido sus tareas históricas, y llega el momento de dar paso al costado. Al no hacerlo y aferrarse al poder, arriesga la obra realizada. Es el caso de Abdelaziz Bouteflika.

Argelia, donde a partir de la independencia las políticas internas han propiciado un razonable crecimiento económico y alcanzado una estabilidad trabajosamente construida, un liderazgo que fue capaz de conjurar la guerra civil y neutralizar el integrismo islámico, se enfrenta al absurdo intento de su presidente que, en clave senil, aspiró a reelegirse por quinta vez, provocando un rechazo que ha sacado al país norafricano de su zona de confort para involucrarlo en una contienda política de pronóstico reservado.

Con 2’381,740 km² Argelia es el país más extenso de los 54 que forman el continente africano, por su población de 33’333,216 habitantes es el noveno más poblado. Colonia de Francia por más de 130 años, en 1962, tras una cruenta guerra de liberación prolongada por ocho años, alcanzó la independencia. Desde entonces ha sido gobernada por cuatro hombres: Ahmed Ben Bella, Houari Boumedienne, Chadli Bendjedid y Abdelaziz Bouteflika

En 1965 el primer presidente Ahmed Ben Bella (1962-1965) de orientación socialista fue derrocado por un golpe de estado protagonizado por Houari Boumedienne (1965-1978). Vinculado al nacionalismo árabe, a los países progresistas de la región, a la causa del pueblo palestino, la resistencia frente a Israel, al Movimiento de Países No Alineados y a Cuba, Argelia adquirió una considerable relevancia internacional. Beneficiada por la crisis del petróleo de 1973 obtuvo recursos para aplicar amplios programas sociales e impulsar la economía, especialmente la industrialización, la agricultura, y la minería.

A la muerte de Boumedienne en 1978, fue electo el coronel Chadli Bendjedid, bajo cuyo mandato se acentuaron los disturbios callejeros vinculados al descontento popular por la situación económica y la corrupción imperante. La evolución de las llamadas “primaveras árabes” y la entrada en escena del Frente Islámico de Salvación y la Hermandad Musulmana, acentuaron las contradicciones, provocando el incremento de la represión, llegándose a un estado de virtual guerra civil.

En 1992 el presidente Chadli fue obligado a renunciar, tomando el poder un “Alto Consejo de Estado” presidido por Mohammed Boudiaf, cuya medida más radical fue la disolución del Frente Islámico.

En 1999 fue elegido presidente Abdelaziz Bouteflika, reelecto en 2004, 2009 y 2014. Envejecido, enfermo, y rodeado de la inevitable corte de aduladores y burócratas que usualmente se reúne en torno a los caudillos, que desgastados políticamente y sin condiciones físicas para ejercerlo, se aferran al poder, este año Bouteflika presentó nuevamente su candidatura para las elecciones.

En sus veinte años al frente del país, el mandatario realizó una labor encomiable, restableció la soberanía, aseguró la paz social, consolidó la unidad nacional, unió al pueblo. Como parte de su ejecutoria conjuró la primera árabe, evitó la confrontación nacional, no se involucró en litigios internacionales y transitó por una era de prosperidad. No obstante, su obra y sus méritos no lo habilitan para eternizarse en el poder que, además, no está en condiciones de ejercer.

Ante la reacción popular, Bouteflika pareció tener la sensatez necesaria para retirar su candidatura, pero en realidad parece tratarse de una maniobra. A la vez que canceló las elecciones fijadas para el 18 de abril, creó un vacío al no fijar fecha, anunciando que se mantendrá en el poder. Sintiéndose burlada, una estudiante dijo al diario Le Monde: “Queríamos una elección sin Bouteflika y nos han otorgado un Bouteflika sin elección”.

Debido al empecinamiento del anciano líder, las manipulaciones de que puede estar siendo objeto y la actitud de oportunistas que aspiran a pescar en río revuelto, los fantasmas de experiencias como las de Siria o Libia rondan un país que había alcanzado una razonable estabilidad. Los peligros son enormes. Ojalá prevalezca la razón y la buena fe, para impedir un desastre de irreparables consecuencias.

Siguiente noticia

Casi 30,000 miembros de EI y sus familiares se entregaron