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Internacional

La clase obrera

Asociado con revolución y lucha de clases, el concepto clase obrera, formó una triada de categorías políticas y sociológicas que estructuraron el pensamiento de izquierda y modelaron parte de la cultura política en el siglo XX, formando un esquema esencialmente trascendido que, en lugares como Cuba, sostenido por paradigmas ideológicos, permanece vigente.

Popularizado por Carlos Marx, el concepto clase obrera, comenzó a utilizarse en la Europa del siglo XIX para explicar la relación entre el trabajo asalariado y el capital, un proceso mediante el cual, simultáneamente, se crean valores en forma de mercancías y se genera la plusvalía y que el propio Marx denominó capitalismo, un modo de producir extraordinariamente eficiente que al asumir perfiles bárbaros fue originalmente conocido como “capitalismo salvaje”.

La airada reacción de los trabajadores frente a la explotación de que eran objeto, hija de la desesperación ante el maltrato y no de convicciones políticas, hicieron que los líderes de entonces se percataran del potencial político de la lucha de los trabajadores. Así, como resultado de necesidades históricas, surgieron los sindicatos y los partidos de matriz obrera como los socialdemócratas, marxistas, socialistas o comunistas.

Los líderes de aquellas corrientes acudieron a Marx en busca de ayuda práctica y de argumentos teóricos. De ese modo el científico se vinculó al movimiento socialista práctico, primero en 1848 cuando, a solicitud de la Liga de los Justicieros, escribió el Manifiesto Comunista y la segunda en 1864 al involucrarse en la fundación de la Asociación Internacional de Trabajadores para la cual escribió los estatutos y el Manifiesto Inaugural, liderando la organización hasta su disolución en 1876.

La idea de que la clase obrera era portadora de una ideología que automáticamente la convertía en vanguardia política, fue rechazada por Lenin en 1901 cuando escribió ¿Qué Hacer? donde estableció que la ideología política se importa desde fuera al movimiento sindical que, por naturaleza, se limitaba a la lucha por reivindicaciones. En esa intensa dinámica, en las condiciones de Rusia, surgió la idea de que el partido bolchevique actuaba como catalizador que impulsaba a la clase obrera para trascender las luchas reivindicativas e incorporarse a las batallas políticas.

Una vez tomado el poder, el esquema dejó de ser funcional, razón por la cual, al interior de la vanguardia bolchevique, se desató un intenso debate acerca del papel de los sindicatos en la construcción del socialismo. La discusión que involucró a Lenin, Trotski, Bujarin y Stalin, alcanzó a la Revolución Cubana y motivó el pronunciamiento de Fidel Castro acerca de que a los sindicatos les corresponden el papel de contrapartida de la administración, es decir, del estado.

De modo surrealista, más de un siglo después, los debates acerca del papel de los sindicatos en el socialismo y como han de desempeñarlo, así como la definición de si son un apéndice del estado socialista, su contraparte o ambas cosas, se reproducen en Cuba donde las reflexiones sobre el particular forman parte del proceso de reformas en curso.

De lo que se trata, aunque no sea expresamente reconocido por el discurso oficial, es de que la clase obrera cubana es parte, tanto de los problemas que afectan al país como de las soluciones. Se trata de reflexiones de gran calado que, probablemente, encuentren espacio en el próximo congreso que puede sumar aportes al perfeccionamiento institucional del socialismo en Cuba u otra oportunidad perdida.

Treinta años atrás, con el colapso de la Unión Soviética, el socialismo real dejó el escenario histórico sin solucionar esos problemas o tal vez por no haberlo hecho. En cualquier caso, los dilemas están planteados. Mirar para otro lado y hacer como que los problemas en torno a la clase obrera, los sindicatos y su papel no existen o conformarse con reiterar viejas fórmulas, no es una opción ganadora.

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