Jorge Gómez Barata
La percepción del liderazgo cubano respecto a la inversión extranjera, incluidas las que pudieran realizar entidades de Estados Unidos, es diferente a la existente 60 años atrás, cuando fueron nacionalizadas las empresas foráneas. Probablemente a las corporaciones les ocurra lo mismo.
Aunque la huella no sea exactamente la misma, el tiempo pasó para todos. Entre otras cosas, se trata de un dilatado e intenso período histórico en el cual Cuba, una auténtica sobreviviente, maduró institucionalmente, y se preparó para lidiar con ese fenómeno, entre otras cosas porque posee un marco jurídico apropiado, expresado en la Ley de Inversión Extranjera, y en la Constitución de la República.
Por otra parte, la proyección global de la economía parece haber modificado ciertos comportamientos de las empresas extranjeras respecto a los países que las acogen. Aunque no son menos capitalistas, las transnacionales y los inversionistas de hoy parecen más flexibles, y se adaptan mejor a las legislaciones nacionales y al perfil independiente de los estados actuales. Los tiempos en que la United Fruit y la Standard Oil, para citar dos ejemplos conspicuos, quitaban y ponían gobiernos han quedado atrás.
Estados socialistas como China y Vietnam han alcanzado un acelerado desarrollo y bienestar gracias a la participación del capital extranjero, y a la sabiduría de sus líderes y empresarios para aprovechar las ventajas que aportan las empresas foráneas, portadoras de capitales, tecnologías avanzadas, modernas técnicas de gerencia, actitudes abiertas ante la innovación, y otras peculiaridades positivas.
Además de recogerlo en la letra y el espíritu de las propias leyes de nacionalización, los dirigentes cubanos, especialmente su líder histórico Fidel Castro, han declarado la disposición de Cuba de honrar los compromisos adquiridos al nacionalizar las propiedades estadounidenses en la década de los sesenta, posición reiterada por los presidentes Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel.
En línea con esa disposición, durante el gobierno del presidente Barack Obama, una vez restablecidas las relaciones diplomáticas con Cuba, se creó una Comisión Binacional, que según se sabe efectuó varias reuniones. Más tarde, según John S. Kavulich, Presidente de U.S. Cuba Trade and Economic Council Inc, a fines de 2017 o principios de 2018, en el seno de la administración Trump se formó un grupo de trabajó encabezado por Jared Kushner, para estudiar todo lo relacionado con las reclamaciones a Cuba por concepto de nacionalizaciones.
Aunque la gestión no fructificó, los protagonistas viven para contarlo y, tal vez, cuando sea posible, reintentarlo.
En diferentes momentos Cuba se ha mostrado dispuesta a considerar el pago de las indemnizaciones a las empresas estadounidenses nacionalizadas mediante la modalidad de “Suma total”. Una transacción que incluye a los gobiernos, y que ya fue utilizada con otros países. También se ha considerado el cambio de “Deuda por deuda”.
Mientras el asunto se dilucida, la pregunta es si a Cuba le interesan las inversiones extranjeras, incluidas las norteamericanas. ¿Le interesarán también las que pudiera proponer EXXON Mobile? ¿Pudiera la isla considerar la posibilidad de convertir la deuda contraída con las empresas nacionalizadas en capital de inversión? ¿Pudiera EXXON Mobile utilizar los 300 millones de dólares que reclama como anticipo para instalar una nueva refinería en Cuba o para adquirir acciones en algunas de las existentes?
Los temas están abiertos y en la búsqueda de la paz, y en el afán de progresar con soberanía y equidad vale todo.