Alfredo García
Mientras en EU la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, cuestiona la capacidad del presidente Donald Trump para ejercer el cargo, en Japón el mandatario norteamericano hace alarde de su sabiduría como gobernante.
Durante su primer día de visita en Tokio el pasado domingo en medio de masivas protestas populares portando pancartas “No a Trump”, “Comerciante de la muerte” denunciando la militarización del Este de Asia y la presencia militar de EU en Japón, Trump sorprendió a todos restando importancia a las recientes pruebas de misiles balísticos de corto alcance realizado por el gobierno de Corea del Norte.
“Corea del Norte disparó algunas armas pequeñas que perturbaron a algunos de mi gente y otros, pero no a mí. Tengo confianza en que el presidente Kim cumplirá su promesa y también sonrió cuando llamó Swampman (Hombre pantano) a Joe Biden, un individuo con bajo coeficiente intelectual y peor. ¿Tal vez eso me está enviando una señal?”, escribió Trump en su cuenta Twitter, contradiciendo las declaraciones del asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien aseguró que los lanzamientos “violaban las resoluciones de la ONU”. De igual manera se había pronunciado el primer ministro japonés, Shinzo Abe, alarmado por la cercanía de su país a Corea del Norte.
La expectativa sobre la cumbre EU-Japón giraba en torno a temas bilaterales comerciales y de seguridad, mientras que a nivel internacional, Corea del Norte y China ocupaban la agenda. Trump presiona a Abe por el déficit comercial con el aumento de los aranceles a la exportación de acero y aluminio y la amenaza de nuevas tarifas arancelarias a sus automóviles. En cuanto a la seguridad, Trump, insiste en un aumento del financiamiento de las tropas norteamericanas desplegadas en territorio japonés y en la compra de armas y equipamiento militar de fabricación norteamericana.
Para nadie pasa inadvertido la estrategia del primer ministro japonés, para cultivar el ego de Trump que aunque no resulta popular en Japón, según las encuestas, la mayoría de los japoneses consideran imprescindible mantener fuertes lazos con EU sin importar quién sea su presidente.
Tras el injustificado lanzamiento de las bombas atómicas que devastaron las islas de Hiroshima y Nagasaki al final de la II Guerra Mundial, EU ocupó militarmente a Japón e impuso una nueva Constitución, reorganizando todo el sistema político, económico y social del país asiático según el modelo “democrático” occidental, controlando sus instituciones políticas, sectores económicos y prohibiendo la formación de un Ejército, condiciones aceptadas por los japoneses en sumisión a los vencedores en la guerra, que crearon condiciones de absoluta dependencia hacia EU.
Posteriormente el Pentágono construyó 130 bases militares, funesto enclave militar durante la “guerra fría” utilizado por EU durante las guerras de la península coreana, Vietnam, Afganistán e Irak. Su principal instalación militar es la base aérea de Yokota, en la ciudad de Fussa, donde funciona el cuartel general del Ejército de EU. En la actualidad, Washington mantiene en Japón una fuerza de combate permanente de 50 mil soldados, la mayor cifra de efectivos militares en ultramar.
Sin embargo, en política no todo es lo que aparenta. A pesar de la “alianza estratégica”, “amistad” y “cooperación” entre EU y Japón, mutuos elogios entre mandatarios y distendido entorno en los partidos de golf, los históricos valores de orgullo, lealtad y honor de la milenaria cultura japonesa, sobreviven resentidos en la población, bajo la humillante sombra de la ocupación militar y el tutelaje político de EU.