Internacional

'Miel ayer y miel mañana, nunca miel hoy”

Por Pedro Díaz Arcia

Los principios fundacionales de la Declaración de Independencia en 1776, que dieron vida a la “gran nación” norteamericana, se fueron a pique con sus ambiciones imperiales que serían definidas con claridad meridiana cuando la Revista “United States News & World Report” afirmó en julio de 1953, justo cuando la Generación del Centenario iniciaba la gesta por la definitiva independencia de Cuba, que en ese momento “el Sol no se ponía para la bandera de las estrellas”.

Convertido en el usurero por excelencia de Europa y Japón luego de concluir la Segunda Guerra Mundial, de la que emergió como la primera potencia Occidental; y actual propietario de un poderoso arsenal nuclear en disputa por la supremacía; con el mayor número de enclaves militares en el extranjero, la mayor cantidad de tropas en tierras ajenas; y una visión hegemónica de las relaciones internacionales, Estados Unidos es también el mayor depredador en los conflictos que hoy asuelan a la humanidad.

El acelerado desarrollo capitalista entre 1945 y 1956, cuando los medios de producción crecieron un 80% y los medios de consumo un 33%, respondió al papel rector de Estados Unidos respecto a sus aliados; no obstante, el proceso de descolonización y el desarrollo de los movimientos de liberación nacional. Pero no se pueden reciclar, en tubos de ensayo, los procesos históricos; ni el voluntarismo puede imponerse a la realidad o sustituirla.

El Pentágono crea los escenarios bélicos y de existir los utiliza.

En el año 2010, la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, durante una gira por Europa Oriental y Asia Central, suscribió un acuerdo con su homólogo polaco, Radoslaw Sikorski, para emplazar parte del escudo antimisiles estadounidense en esa nación; a su vez, la nueva ley de sanciones aprobada por su gobierno contra Teherán intentaba asfixiar la economía de la nación persa; mientras los Estados Mayores de Washington y Tel Aviv coordinaban acciones en el Golfo Pérsico, mientras enviaban tropas a Azerbaiyán amenazando con una guerra en la región.

La retórica de la Casa Blanca de negar hoy lo que dijo ayer, me recuerda aquello de “Miel ayer y miel mañana, nunca miel hoy”.

Años atrás, a principios del verano del 2016, cuando Donald Trump decidió la salida del Acuerdo de París hubo una movida interesante que llevó al bloque europeo a un coqueteo con China no sólo en la búsqueda de un “liderazgo global alternativo” en la lucha por la preservación de la salud del planeta y su población; sino también de un antídoto contra la estrategia estadounidense de globalizar la economía mediante un proteccionismo a “rajatabla”.

El libre comercio perdió aperturas y el mundo pronto comenzó a sufrir sus efectos. En ese momento, el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se dirigió al presidente estadounidense: “Por favor no empeore el clima político”. De nada ha servido.

La situación en el Viejo Continente, luego de las recientes elecciones regionales y generales, es aún más compleja que entonces; sin dejar de satanizar a Rusia, con la que tiene altos niveles de dependencia energética; la Unión Europea enfrenta el otro dilema relativo al encono de las relaciones Washington-Beijing, pero creo que teme tanto a uno como al otro y que por razones de “seguridad” no romperá el cordón que la ata a Estados Unidos. Lo otro puede ser una quimera.