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Internacional

Solución de conflictos (I)

Jorge Gómez Barata

Los reiterados e infructuosos esfuerzos del gobierno y la oposición venezolana para restablecer la paz social mediante negociaciones motivan la revisión de los conceptos que pudieran ser de utilidad, así como la investigación respecto a arreglos políticos recientes que pueden aportar experiencias. De eso tratan estas notas.

El ambiente para las negociaciones políticas se instala cuando las partes se persuaden que no pueden ganar del modo como están actuando o llegan a la conclusión de que han logrado objetivos básicos. Como ha sido dicho: “Hacer las cosas del mismo modo y esperar resultados diferentes es irracional”. También, utilizar las negociaciones para ganar tiempo puede ser una forma de perderlo y enrarecerlas con subterfugios o maniobras contrarias al fin declarado, no son buenas ideas.

Obviamente, las negociaciones suponen el desacuerdo, la desavenencia e incluso la hostilidad. Los amigos dialogan o conversan, los adversarios negocian, no obstante, la negociación no es una capitulación, sino una transacción formada por logros y renuncias. Unos dan para recibir a cambio. Ninguna es eficaz cuando un protagonista procura rendir, desacreditar o descalificar al interlocutor. El éxito es más probable cuando las partes se reconocen, se respetan e impera la buena fe, por cierto, tratándose de adversarios, algo muy raro.

Los conflictos políticos, su naturaleza y complejidades, así como los trabajos para ponerles fin, cuentan hoy con preceptos derivados del estudio de procesos históricos, cuyas conclusiones forman parte de los currículos de las carreras de ciencias políticas. Algunas universidades como Harvard cuentan con toda una teoría al respecto. Para negociar con éxito se debería comenzar por no improvisar.

Los conflictos políticos nunca aluden a un solo asunto, sino a toda una realidad, por lo cual es preciso comenzar por establecer una agenda u hoja de ruta selectiva. A diferencia de los entendimientos de negocios entre particulares, estas tratativas suelen realizarse en nombre del pueblo. De ahí que, si bien se admite la discreción, son inaceptables los acuerdos secretos o la adopción de compromisos que comprometan el interés nacional.

La negociación más difícil es la relativa a conflictos internos, como ocurre en Venezuela donde, una vez adoptados acuerdos, las partes están obligadas a convivir en razonable armonía. En algunos casos estos compromisos se saldan con elecciones o referéndum que hacen prevalecer la democracia.

Las negociaciones políticas suelen ser resultado de confrontaciones, pero ellas mismas no son confrontaciones, sino esfuerzos por lograr avenencias. Los mejores negociadores son aquellos que se atienen a los datos de la realidad, no prejuzgan, no especulan, no suponen ni adivinan, sino que establecen con certeza lo que conocen, lo que quieren y, a la vez que son claros, procuran que sus interlocutores sean explícitos.

En próximas entregas les contaré de negociaciones que sirvieron para resolver conflictos o sellarlos. Buena suerte en Oslo. Bienaventurados los que negocian, avanzan y, cuando es lo pertinente, ceden.

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