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Trump arrojó el guante

Por Alfredo García

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El racista ataque del presidente Donald Trump contra cuatro mujeres congresistas demócratas pertenecientes a minorías, instándolas a “volver a sus países” de donde vinieron a pesar de haber nacido en Estados Unidos, sugiere el próximo escenario electoral donde el xenófobo presidente podría enarbolar la bandera de la supremacía blanca.

“Qué interesante ver a las congresistas demócratas “progresistas”, que proceden de países cuyos Gobiernos son una completa y total catástrofe, y los peores, los más corruptos e ineptos del mundo (ni siquiera funcionan), decir en voz alta y con desprecio al pueblo de Estados Unidos, la nación más grande y poderosa sobre la Tierra, cómo llevar el Gobierno”, escribió Trump en su cuenta de Twitter. “¿Por qué no vuelven a sus países y ayudan a arreglar esos lugares, que están totalmente rotos e infectados de crímenes. Entonces que vuelvan aquí y nos digan cómo se hace”, agregó el presidente.

Las legisladoras aludidas fueron, Alexandria Ocasio-Cortez, de ascendencia puertorriqueña, Ayanna Pressley, afroamericana, y Rashida Tlaib, de ascendencia palestina nacidas en EU y Ilhan Omar, de origen somalí nacionalizada estadounidense, llegadas a Washington tras las elecciones legislativas del pasado noviembre. Las congresistas son conocidas como “el escuadrón” por sus posiciones progresistas y activismo político entre los congresistas demócratas.

La reacción de los legisladores de ambos partidos frente a la ofensa presidencial, aproximó el debate electoral sobre el tema racial. Por la parte demócrata, la líder de la mayoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, presentó una resolución “condenando fuertemente los comentarios racista que han legitimizado e incrementado el miedo y el odio en los nuevos estadounidenses y la gente de color”, que fue aprobada el pasado martes por 240 votos a favor y 187 en contra.

“No creo que sean racistas (...) Creo que es un tema de ideología y socialismo, frente a libertad”, declaró el líder de la minoría republicana, Kevin McCarthy, resumiendo el sentir del bloque parlamentario republicano, mientras la presidenta de la Conferencia Republicana, Liz Cheney, dijo: “La oposición del partido a las ideas demócratas, no tiene nada que ver con raza, género o religión, sino con sus políticas socialistas peligrosas, erróneas y que destruirán a EE.UU”.

La polarización política fue perfecta. Los demócratas votaron en bloque a favor; y los republicanos también en contra. En ese primer round se apreció una ventaja por puntos de los demócratas, que teniendo 235 legisladores consiguieron 5 votos adicionales de disidentes republicanos. Sin embargo, Trump también obtuvo su ganancia política, convirtiéndose en auténtico líder del Partido Republicano, al imponer su tesis ultraderechista y obligar al sector moderado a definirse a su favor.

Sin embargo, el beneficio político de Trump tuvo un costo. El debate radicalizó a varios congresistas republicanos moderados: “Este comportamiento es indigno de un presidente de EE.UU.”, declaró Will Hurd, representante por Texas. Mike Turner, representante por Ohio, consideró a Trump “racista”, mientras Chip Roy, representante por Ohio, criticó que se cuestione la ciudadanía de un estadounidense “esté o no en el Congreso”.

Por su parte, la senadora republicana por Maine, Susan Collin, pidió a Trump bajar el tono de su discurso porque estaba “fuera de orden”. El senador, Mitt Romney, dijo: La declaración de Trump fue “destructiva, humillante y buscan dividir”. En la misma dirección se manifestaron los senadores republicanos, Joni Ernst, de Iowa, Lisa Murkowski, de Alaska, y Tim Scott, de Carolina del Sur. Trump arrojó el guante. ¿Aceptará el reto los demócratas?

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