Gustavo Robreño
Mi Columna en POR ESTO!
Olvidado, anacrónico e inútil languidece el llamado Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), engendro elaborado por el gobierno imperialista de Estados Unidos en tiempos de la guerra fría con el propósito de alinear y subyugar también por la vía militar a los países de América Latina y el Caribe contra la supuesta “amenaza chino-soviética” que, según Washington, se proyectaba sobre la región.
Fue una versión actualizada y aparentemente legitimada de la obsoleta Doctrina Monroe, que ni siquiera el tan proclamado “New Deal” del presidente Roosevelt había logrado borrar. Eran una vez más las pretensiones de dominio imperial mediante el uso de lacayos y gobiernos entreguistas, incluidas varias dictaduras militares de entonces.
Corría el año 1947 y un año después se constituiría la funesta y desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA) durante la sonada reunión de cancilleres de Bogotá, que culminó en el sangriento “bogotazo” cuyas consecuencias aun paga la sufrida Colombia.
Por esos tiempos, el imperialismo yanqui se hallaba tejiendo febrilmente una red internacional de pactos militares como la OTAN en Europa, la SEATO en Asia y el CENTO en el Medio Oriente como forma de establecer un cerco transnacional contra la Unión Soviética y China Popular. Dentro de la concepción imperial, el TIAR debía jugar el papel agresivo de esos pactos en América Latina y el Caribe y todos ellos, por supuesto, incluían en su seno a Estados Unidos.
La idea de una especie de “OTAN latinoamericana” comenzó a declinar con el triunfo de la Revolución Cubana, con los cambios ocurridos sucesivamente en el continente y con la aparición de las nuevas naciones independientes del Caribe, que no existían en los tiempos de conformado el pacto ni se han incorporado después.
La bancarrota definitiva del TIAR y su más absoluto descrédito sucedió, sin embargo, en 1982 y de la manera más imprevisible cuando la guerra de las Malvinas, ocasión en que la Administración Reagan apoyó militarmente la agresión británica e impidió la reincorporación de las Malvinas a la soberanía argentina.
Quedó evidenciado ante el mundo que la argumentación utilizada por el propio Imperio para justificar la creación del TIAR no era más que una falacia, un cuento grotesco para justificar apetitos imperiales.
Ahora resulta que la caricaturesca y ficticia Asamblea Nacional venezolana en desacato y su cabecilla el payaso Guaidó dicen que apelarán al TIAR para que este patrocine una intervención militar directa contra Venezuela.
Mueve a risa la pretensión de resucitar al TIAR cuando ni siquiera Estados Unidos lo ha necesitado para lanzar sus agresiones militares directas contra países latinoamericanos soberanos e independientes como República Dominicana, Granada, Panamá o Cuba y para su participación en la guerra sucia de Centroamérica.
El TIAR ha muerto. En Venezuela pudiera ser su despedida de duelo.