Alfredo García
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La doctrina china “un país, dos sistemas”, está en crisis. Una violenta revuelta de centenares de jóvenes penetrando por la fuerza en el Parlamento de Hong Kong el pasado lunes en protesta a la Ley de Extradición, amenaza la iniciativa anticolonialista.
Las manifestaciones iniciadas a finales de marzo, se oponen a la reforma de la citada ley que prohíbe extraditar al territorio continental a delincuentes reclamados por la justicia china. Según el periódico, China Daily, “cualquier persona imparcial consideraría que este proyecto de ley es legítimo, sensato y razonable, y fortalecerá el Estado de derecho en Hong Kong”. Sin embargo, los opositores alegan temor de que la medida pueda ser usada por el gobierno chino para reclamar a disidentes y opositores, acusándoles de cualquier delito.
El colonialismo británico de Hong Kong fue consecuencia del conflicto entre la dinastía china de Qing y el imperio británico conocido como la Guerra del Opio a mediados del siglo XIX, donde los británicos resultaron vencedores obteniendo a perpetuidad la isla de Hong Kong a partir de 1842.
Hong Kong se encuentra situado en la zona de Asia Oriental con una superficie de 1104,4 km2 y 7 millones 500 mil habitantes. Limita al Sur con el mar de la China Meridional, al Norte por China continental y al Este con Macao, con una próspera economía de libre mercado centrada en los servicios, especialmente comercio, finanzas y telecomunicaciones.
En 1984 el entonces presidente chino, Deng Xiaoping, propuso aplicar el principio de “un país, dos sistemas” a Hong Kong durante las negociaciones con el Reino Unido, sobre el futuro de la colonia. Según esta doctrina, Hong Kong podría seguir aplicando el capitalismo como sistema económico predominante con alto grado de autonomía interna durante cincuenta años, tras la reunificación. A mediados de 1997, se hizo efectiva la transferencia de la soberanía de Hong Kong a China.
Siendo ciudad china Hong Kong se rige por una Ley Básica local, que otorga amplia autonomía política, con un sistema multipartidista, libertad de expresión según el modelo occidental y un sistema jurídico heredado de la antigua metrópoli. Pekín sólo controla directamente los asuntos de Defensa y Relaciones Exteriores.
En septiembre de 2014 una ola de manifestaciones populares contra el proceso de preselección por parte del gobierno chino de candidatos electorales, exigiendo sufragio universal y elección directa del jefe de gobierno local que duró 79 días, conmocionó a la ex colonia y puso a prueba la novedosa doctrina anticolonial. Las protestas callejeras fueron reprimidas y los organizadores acusados y sentenciados por “incitación, conspiración y alteración del orden público”. En esta ocasión, el gobierno chino consideró la irrupción popular contra el Parlamento como un “desafío político al sistema que rige Hong Kong”; y exigió al Gobierno autónomo “restablecer el orden social lo antes posible”.
En los últimos años ha crecido el control político del gobierno chino hacia las autoridades locales y la resistencia de un sector de la ciudadanía, donde es difícil distinguir entre la dañina influencia de la cultura colonialista y las aspiraciones de libertad y derechos civiles de la ciudadanía. Un mal manejo político puede convertir el inédito método anticolonial en potencial bomba de tiempo social, antes que el acuerdo “un país, dos sistemas” concluya en 2047.