Pedro Díaz Arcia
La Unión Europea (UE) apuesta por garantizar su propia seguridad obviando la dependencia de Estados Unidos. Fiel aliada de Washington que permitió su recuperación económica luego de la Segunda Guerra Mundial, aunque condicionada con el Plan Marshall, ahora cobra auge la idea de que su principal socio la traicionó.
Los tiempos de prosperidad en el continente han amainado. Se decía de la Unión que era un gigante económico y un enano político; pero al parecer en estos momentos no es lo uno ni lo otro, subyugada por una nueva coyuntura geopolítica.
Las visiones encontradas sobre diversos temas no es nueva, pero la presencia de Donald Trump en la Casa Blanca ha cambiado el lenguaje y las acciones respecto al bloque europeo. Todo indica que no le interesa la alianza europea ni la OTAN, tampoco la OMC, ante la amenaza que representaría China en la pugna por la hegemonía global. Una muestra es el apoyo a los movimientos segregacionistas y a las agrupaciones xenófobas.
Tan es así, que en una entrevista a CBS, a principios de julio de 2018, Trump dijo que “la Unión Europea es tan mala como China”; pero “sólo un poco más pequeña”. Días después, afirmó que “la Unión Europea es un enemigo, por lo que nos hace en comercio”.
Es importante el registro de cómo el gobierno estadounidense ni siquiera consultó a Europa para decidir, por ejemplo, su retirada del Pacto Nuclear con Irán. Un contundente desprecio.
Por otra parte, la persistente exigencia de que los miembros del bloque cumplan con el compromiso de destinar un 2% del PIB para contribuir a la defensa del continente -solo cumplido por Francia y Polonia-, so riesgo de retirar importantes aportes a la OTAN, ha puesto a la Unión en un delicado dilema. Incluso, Washington alertó que retiraría las bases militares de Alemania.
¿Qué debe hacer la UE ante esta política hostil?
Se exponen varios escenarios: que la presencia del magnate en la presidencia sea transitoria y entonces la Unión espere a que “pase el temporal”; o que sea reelecto, lo que implicaría vientos huracanados sostenidos y difíciles de resistir; pero ante la incertidumbre, es aconsejable que se prepare para lo peor.
En esta situación, destacan las palabras del gobernante francés, Emmanuel Macron, quien dijo que si lo que inquieta a Trump es que Europa siga descuidando su defensa como después del fin de la Guerra Fría, “debería tranquilizarse”. Si lo que le preocupa es que los europeos edifiquen una estructura y una industria militar para reducir su dependencia de Estados Unidos, “entonces tal vez tiene razón en sentirse desairado”.
Mientras no se sabe cuál será el destino mediato de la OTAN, un obsoleto sobreviviente de la Guerra Fría pero utilizado como un ariete contra la seguridad nacional de Rusia; en Portugal se citaban representantes del supremacismo europeo.
La cofradía portuguesa Nova Ordem Social, cuyo dirigente fue condenado por racismo, invitó a colegas de España, Italia, Francia, Bulgaria, Polonia, Alemania y de otros países europeos.
La convocatoria de una “convención” en Lisboa ayer con participantes de la ultraderecha amparada en el lema: “Los portugueses primero” y la “reconquista de la patria y expulsión de los invasores”; provocó que organizaciones progresistas, de distinta filiación, llamaran a una movilización nacional para responder “que los neonazis no son bienvenidos” en el país lusitano. Un despliegue policíaco salió a las calles para evitar enfrentamientos.
Sólo falta el tuit de Trump felicitando a Nova Ordem Social.