LA MECA, Arabia Saudita, 8 de agosto (AFP).- Entre restaurantes de comida rápida y puestos que proponen noche y día recuerdos fabricados en China, La Meca parece un gran bazar durante el hach, la gran peregrinación anual de los musulmanes.
“Los negocios van muy bien, alabado sea Dios”, dice con satisfacción Fayzal Addais, que regenta un puesto en una avenida comercial a unos metros de la Kaaba, el santuario más sagrado del Islam, en la Gran Mezquita.
En esta bulliciosa avenida, hileras de puestos y escaparates se superponen, sobresalen en la calzada y rivalizan con carteles variados para atraer a los clientes.
Cantidades de éstos deambulan entre los enjambres de palomas que arrullan sin descanso sobre el asfalto.
El comerciante Alí, por su parte, “multiplica por cinco” su volumen de negocios durante el hach, que atraerá del 9 al 14 de agosto a unos 2,5 millones de fieles peregrinos llegados del mundo entero.
Culto del dinero
“En cualquier parte de la ciudad hay, muy cerca, alguien para vender algo”, resume el intelectual británico de origen paquistaní Ziauddin Sardar, en su obra “Historia de La Meca” publicado en 2014.
El comercio en La Meca es “omnipresente y omnipotente”, los peregrinos se ven “incitados sin cesar a gastar su dinero”, subraya el autor, quien señala un “culto del dinero y del consumismo”.
A esto se suman los innumerables restaurantes baratos y grandes insignias de comida rápida en las callejuelas y en las ruidosas arterias de esta ciudad del oeste saudita.
Esta tendencia al consumo desenfrenado no es nueva: “A lo largo de los siglos, los peregrinos dividían su tiempo entre la mezquita y el comercio”, resume Abdelá Hamudi, antropólogo en la universidad de Princenton en Estados Unidos, en su libro “Una temporada en la Meca”.
Este turismo religioso aporta miles de millones de euros al año. El reino rico en petróleo, que busca diversificar su economía, apuesta por él.