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Internacional

Modelos hechos en casa

Jorge Gómez Barata

El crecimiento y el desarrollo son procesos económicos y sociales cuyo despliegue responde a factores políticos. La economía no regula la política, sino al revés, y ambas funcionan mejor cuando lo hacen armónicamente.

Las políticas de desarrollo son diseñadas y aplicadas por los estados, cuya función es actuar como árbitros, y construir consensos entre los actores económicos, sociales y culturales, entre otros los sectores públicos y privados de la economía, las pequeñas y medianas empresas, los grandes conglomerados empresariales, nativos y foráneos, el planeamiento estatal y el mercado, la sociedad civil y el poder.

En materia de desarrollo, al estado, ente colegiado, formado por varios poderes, corresponde encontrar fórmulas jurídicas, monetarias, fiscales, aduaneras, ambientales y migratorias, para propiciar ambientes en los cuales sea posible el crecimiento económico y el progreso general, que se alcanzan mejor cuando se implementan legislaciones laborales y políticas sociales apropiadas.

Un error que en el pasado cometieron algunos países, incluidas potencias económicas y naciones avanzadas, fue crear esquemas o modelos sociales en los cuales los estados y organizaciones políticas subsidiarias, sustituyeron a los demás actores económicos y sociales, y suplantaron al común al creer que conocían cuáles eran sus necesidades y establecían el modo de satisfacerlas.

Al margen de las grandes narrativas de Europa y Estados Unidos, el capitalismo y el socialismo, sorpresivamente, en los años cincuenta y sesenta, al margen de los bloques, de los conceptos teóricos, y de las prácticas económicas de la Guerra Fría, debutaron los “Tigres Asiáticos” (Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Hong Kong), países y territorios pobres que, de modo espectacular se transformaron en avanzadas en el crecimiento del PIB, potencias económicas, plazas financieras, centros de alta tecnología y líderes en la exportación.

Contando esencialmente con sus propios recursos, capacidad para determinar metas y prioridades, evitando toda distracción, creando motivaciones al capital extranjero, sustituyendo importaciones, ahorrando al máximo, industrializándose en áreas competitivas, y desarrollando una agricultura de vanguardia, elevaron el nivel de vida. Siguiendo sus huellas otros países emergentes avanzan con resultados análogos.

Si bien el bloqueo estadounidense ha secuestrado las oportunidades de Cuba, es preciso admitir que el esquema económico excesivamente centralizado, y el modelo político regido por premisas ideológicas, dogmas y alertas de seguridad, y refractario a las visiones emparentadas con criterios liberales o de mercado, han obstaculizado búsquedas y alianzas tecnológicas que pudieran proporcionar alternativas.

El cambio de mentalidad al que Raúl Castro convocó, y que permitiría que tales procesos se desplegaran, o al menos fueran considerados, no ha llegado todavía. Mientras ello no ocurra, veremos probidad y consagración, disposición al sacrificio, aunque también retórica, y en cuanto a resultados, más de lo mismo. Allá nos vemos.

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