Jorge Gómez Barata
Medido desde el 3 de octubre desde 1962 hasta septiembre de 2019, el bloqueo de los Estados Unidos a Cuba ha durado 21 055 días, lo cual equivale a más de 57 años. Los nacidos en la Isla en 1898, cuando los norteamericanos la ocuparon, tenían 64 años en 1962, fecha en que Estados Unidos estableció el bloqueo.
Quienes vinieron al mundo en el año 1962, momento en que Kennedy decretó el bloqueo, tienen ahora 57 años, suficientes para crecer, enterrar a sus padres y abuelos, fundar familias, criar hijos, y ver crecer nietos, todos bajo el aplastante peso del embargo. Los que nazcan hoy vivirán, Dios sabe hasta cuándo, oyendo hablar de la crueldad inaudita conque el imperialismo se empeña en hacerles pasar necesidades. A los ojos de la mayoría, Estados Unidos no es un libertador, sino un opresor.
Aunque existen matices, tal y como se ha instalado en la conciencia social de al menos cinco generaciones de cubanos, sus penurias no han sido culpa solo del gobierno revolucionario, sino también de los Estados Unidos. Más bloqueo no ha conllevado a más rechazo a la Revolución, sino lo contrario. En franca mayoría, los cubanos no creen que el socialismo los ha hundido, sino que los ha salvado.
Estados Unidos no acaba de percatarse de que el bloqueo no hace que la gente en Cuba odie a la Revolución, sino logra que los culpe a ellos de su infortunio. Barack Obama se dio cuenta de que el embargo no sólo era un crimen, sino también un mal negocio, y que los esfuerzos por aislar a Cuba, terminaron aislando a Estados Unidos.
Ahora mismo, cuando al bloqueo económico, comercial, y financiero, Estados Unidos suma el petrolero, no existe un argumento políticamente correcto, jurídicamente válido, ni moralmente justificado para semejante asedio, muchos de los que detestan el comunismo, rechazan también la barbarie que significa cercar durante sesenta años a todo un pueblo.
Estados Unidos, que tantas luces tiene, carece de las necesarias para percatarse de que no hay acción política más impopular que el embargo a un adversario notoriamente más débil, lo cual en realidad constituye un castigo colectivo, que no distingue a culpables de inocentes, y que incluso golpea a los partidarios del atacante.
Esa es la razón por la cual alrededor de 180 estados, muchos de los cuales no simpatizan con el comunismo, desde hace 25 años votan en la ONU contra el bloqueo. Al presentar su resolución de condena la Isla no les pide apoyo ni aplausos para su gobierno, sino repudio para Estados Unidos. La paradoja no puede ser más obvia, la ONU condena a quienes la inventaron.
En los años ochenta, por razones docentes, traté de investigar como en 1898 en las filas del Ejercito Libertador Cubano fue acogida la intervención norteamericana en la guerra que desde 1868 libraba contra España. ¡Con júbilo! escribió en sus memorias Orestes Ferrara, un conspicuo italiano que combatió junto a los cubanos, y “Sin rechazo”, me comentó Sergio Aguirre, un destacado historiador marxista. De hecho, connotadas personalidades cubanas, incluso insignes patriotas, colaboraron con los gobernadores estadounidenses.
Se ha preguntado Donald Trump ¿qué ocurriría si en lugar de apretar el dogal con el que se intenta asfixiar al pueblo cubano, lo retira? ¿Acaso no vio nadie en esa administración como fue recibido Barack Obama en La Habana?
En el siglo XIX Estados Unidos fue un paradigma para los países latinoamericanos. De hecho, los estados constituidos al conquistar la independencia fueron, como Estados Unidos, repúblicas, todas establecieron el presidencialismo como hicieron los norteamericanos, y adoptaron constituciones que imitaron la de Estados Unidos.
En la post guerra, Estados Unidos ejerció un liderazgo mundial real por su papel en la lucha contra el fascismo, y por su renuncia a apoderarse de territorios o cobrar reparaciones, ejerciendo sin venganza la ocupación de Alemania y Japón, que fueron sus archienemigos, y a los cuales devolvió la soberanía en 1949 y 1952 respectivamente.
Nunca me he explicado por qué Estados Unidos gasta millones de dólares y sacrifica miles de vidas para tratar de lograr por la fuerza aquello que la paz les regala. No hace falta que hagan ningún a favor a Cuba. Solo déjenla en paz, permitan que transcurran allí los procesos políticos y sociales que obligatoriamente tienen que transcurrir, y prepare el morral para recibir la cosecha.
Cuba será tan buena de vecina, como difícil es como adversaria.