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Internacional

Su majestad la diplomacia. Sutilezas de la política

Jorge Gómez Barata

A pesar del dolor y la ira ocasionados por la muerte de Qasem Soleimani, al lanzar la salva de misiles contra do bases estadounidenses, a la misma hora en que su héroe fue asesinado y con el cadáver todavía insepulto, Irán no intentó una masacre, sino que se conformó con una “demostración de fuerza”. Estados Unidos correspondió no derribando ningún misil iraní.

En Teherán el ayatolá Jamenei, se apuntó una “bofetada” (no un knockout), colocando la venganza en una perspectiva estratégica porque, según Mohammad Javad Zarif, Ministro de Exteriores, se trata de: “…Imponer la retirada de Estados Unidos de la región” cosa que, si alguna vez se logra, tomará años. Entre tanto, Donald Trump, en lugar de declarar la guerra, acudió a sanciones. Chamberlain y Daladie, arquitectos de la política de “apaciguamiento” no lo habrían hecho mejor.

A falta de datos, acudí a videos y fotos satelitales para tratar de identificar los misiles de ataque y los de la defensa. Así casi tuve la certeza de que no hubo respuesta. Entonces acudí a la “balística de impacto”, una rama que, mediante la evaluación del daño, permite discernir algunos parámetros de la operación, descubriendo que Irán realizó disparos de precisión contra objetivos cuidadosamente escogidos y no letales.

Por último, medimos la distancia entre el punto desde donde fueron lanzados los misiles y el área de impacto. El procedimiento permite conocer la trayectoria y calcular la altura que debe alcanzar el misil atacante antes de inclinar su vuelo hacia el blanco, lo cual indica la viabilidad de las contramedidas.

Las respuestas llegaron de otro modo. Irán avisó con antelación de los ataques a Irak y a los militares europeos, que por formar parte de la Coalición Occidental, comparten las bases con los efectivos estadounidenses. Obviamente los enterados trasladaron la información al mando norteamericano que protegió a sus tropas. De ahí la afirmación del presidente Donald Trump: “No se perdieron vidas estadounidenses o iraquíes debido a las precauciones tomadas…”

Obviamente, Irán trató de evitar bajas, una actitud que lo honra y beneficia. Un baño de sangre no hubiera obrado en su favor y hubiera dejado libre a Trump. Así se cumplió la máxima de que: “Las batallas que se ganan son las que se evitan…”

Al afirmar, como hace el presidente Trump que: “…Los iraníes estaban frenando…” tiene razón. Lo mismo pueden decir en Teherán, “Trump frenó”. La moderación mutua cuadró el círculo y ambos ganaron. Pocas veces se logra un resultado tan rentable.

Aunque la sangre derramada y el humo de los misiles no permitan apreciarlo, quizás Estados Unidos e Irán han dado pasos al encuentro.

En su presentación Trump dijo que “Estados Unidos está preparado para abrazar la paz con aquellos que la buscan” y aludió a la posibilidad de renegociar el acuerdo nuclear de 2015. Obviamente a Irán le interesa cualquier fórmula aceptable que aleje la guerra y atenúe las sanciones.

En la coyuntura generada en los días recientes se aprecia algo de pragmatismo y se cumple el precepto de que los momentos de crisis son también de oportunidades. Otras veces he recordado un hecho de la naturaleza: “El momento más oscuro es el que precede al amanecer”.

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