Por Marina MenéndezFotos: Lisbet Goenaga y Archivo(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba.- Ahora que la persecución de Estados Unidos retorna hasta el deporte y vuelve a impedir la participación de Cuba en una Serie del Caribe, regresan a la memoria de quienes los vivieron, o han leído o escuchado hablar sobre ellos, pasajes históricos que muestran mejor el carácter injusto de la medida.
La exclusión de la Isla de ese torneo beisbolero no solo es ilegítima por segregarnos siendo caribeños, a merced de una decisión politizada que no logra esconder el afán estadounidense de cercar a Cuba, también en este terreno.
Tampoco es injusta únicamente porque la Mayor de las Antillas sea fundadora de la Serie, haya acogido la primera en el año 1949 y, además, la ganara, gracias a la actuación de un mítico equipo habanero: el Almendares.
Peloteros cubanos, promovidos por empresarios mexicanos del beisbol, fueron protagonistas de denominados juegos de invierno que auspició a mediados de 1940 la Liga Mexicana, y resultaron, de algún modo, antecedente de la serie caribeña de la que ahora se segrega a Cuba.
La justificación ofrecida hace dos semanas por el comisionado de la Confederación caribeña, Juan Francisco Puello Herrera, de que no habría tiempo para extender a nuestros peloteros los visados, parece tan mentirosa como su declarada convicción de que «de ninguna forma son ni el pueblo cubano, sus autoridades, ni sus atletas, la razón de esta decisión».
Los hechos tienen lugar en un momento sin igual de la agresividad estadounidense contra Cuba. Y no puede soslayarse que la sede es Puerto Rico, nación atada a los designios de Washington en su calidad de Estado Libre Asociado.
Algunos días después de esa comunicación, la Comisión Nacional de Beisbol de Cuba respondió con la denuncia de las “presiones arbitrarias del Gobierno de Estados Unidos” presentes en la medida, que “se suma a otras acciones engañosas de su Comisionado, quien también ha obstaculizado la membresía plena de Cuba en esta organización genuinamente caribeña (…)”.
Fue ese un recordatorio acerca del origen de la Serie, formulado con toda razón.
Contra el béisbol esclavista
Gracias al reconocido cronista deportivo cubano Elio Menéndez, Por Esto! pudo conocer acerca del importante rol desempeñado por empresarios mexicanos del beisbol, a mediados del siglo pasado, para acabar con el papel omnímodo de Estados Unidos en el beisbol caribeño.
Tal definitorio rol corresponde a los hermanos Jorge y Bernardo Pasquel, quienes canalizaron, con la organización de una muy democrática Liga Mexicana, su disgusto porque los gringos llamaran Serie Mundial a un espectáculo que solo se jugaba en los estadios de Estados Unidos.
De paso, los Pasquel asestaban un golpe a la hegemonía estadounidense sobre los mejores peloteros de la región gracias a los cuantiosos sueldos que el Norte podía pagar, y la prohibición de que sus contratados jugaran con otros clubes.
“Los Pasquel anhelaban que los demás países latinoamericanos donde también se practicaba beisbol, comenzando por México y Cuba, llegaran a convertirse en mercados tan importantes como el de las Grandes Ligas”, cuenta el reconocido periodista cubano.
En ello, dice, pusieron «sus corazones y su dinero»; y tuvieron éxito. En el verano de 1945 varios peloteros estadounidenses abandonaron las Grandes Ligas para jugar con la Liga Mexicana. Poco después, sumaban una veintena.
Los magnates del beisbol organizado en EE. UU. respondieron con la amenaza y la sanción. Todo aquel que jugara con los Pasquel, sería declarado no elegible para la pelota estadounidense durante cinco años, narra Elio.
Esas presiones llegaron a La Habana, donde a mediados de 1940 jugaban peloteros ubicados en ambos bandos: quienes seguían a los Pasquel, y los pagados por los gringos.
Así ocurrió hasta la temporada invernal de 1945-46. Ese último juego donde alinearon unos y otros se celebró en los terrenos de La Tropical… y no hubo más.
“Un año después, explica Menéndez, al inaugurarse el entonces llamado Grand Stadium de La Habana -el hoy Estadio Latinoamericano del Cerro- y con motivo de la celebración de la Liga Cubana, Albert Chandler, comisionado de las Grandes Ligas, se opuso a que jugaran juntos ‘disidentes y no disidentes’”.
El certamen se jugó en el Latino protagonizado por los peloteros de los hermanos Pasquel de modo exitoso, pues contó con la presencia de los mejores jugadores, y determinó el fiasco en que concluyó la maniobra de Chandler, quien obligó a sus seguidores a realizar un torneo en La Tropical que resultó un fracaso.
Vuelta a la carga
La persecución, no obstante, prosiguió hasta la conclusión de esa temporada habanera, a mediados de 1947, cuando los empresarios de las ligas estadounidenses exigieron a la Liga Cubana que expulsara de los campeonatos nacionales a los jugadores, criollos o no, que respondían a los Pasquel. A cambio, ofrecieron el envío de «un refuerzo» consistente en ocho peloteros estadounidenses a cada uno de los cuatro equipos cubanos que jugaban la campaña de invierno: el Habana, Almendares, Cienfuegos y Marianao.
Fue ese el no poco importante preámbulo del encuentro convocado por los magnates del beisbol estadounidense en La Habana para el 8 de abril de 1948, en el capitalino Hotel Sevilla, y con la participación de representantes beisboleros de Puerto Rico, Panamá y Venezuela.
La reunión concluyó con la fundación de la Confederación de Beisbol del Caribe: una instancia que, conocida la historia, una podría pensar ahora, que nació, de algún modo, de la propia maniobra yanqui para reducir a los Pasquel, aunque aclara Elio Menéndez que «los mexicanos Jorge y Bernardo no tenían el propósito de robar talentos al llamado beisbol organizado».
«Solo querían hacer su pelota, y eso significó la apertura de fuente de trabajo para muchos peloteros de Cuba».
A manera de epílogo
De allí nacería la Serie del Caribe, estrenada un año después también en la capital cubana y ganada por el Almendares, que se llevó igualmente el campeonato de 1959.
Otros tres equipos cubanos (el Habana, Marianao y Cienfuegos) fueron ganadores, alternativamente con otras alineaciones latinoamericanas, de la Serie del Caribe, en el lapso de 1949 a 1960. Entonces, las primeras medidas del bloqueo suspendieron la participación de los jugadores estadounidenses aquí. Dos años después, el Gobierno Revolucionario cubano decretaba el fin del profesionalismo, e inauguraba las Series Nacionales que ahora mismo, a la altura de 2020, mantiene en vilo a la afición beisbolera en toda la Isla.
La Serie del Caribe, que por otros motivos se detuvo entre 1960 y 1970, volvió a acoger a Cuba en 2014 “con todos los deberes y derechos, con igual voz y voto”, dijeron entonces sus directivos, en medio del deshielo entre EE. UU. y Cuba que propició la administración de Barack Obama.
Pero las maniobras políticas han vuelto a prevalecer. ¡Como en los tiempos de los Pasquel!