REDACCIÓN INTERNACIONAL, 3 de enero (EFE).- La muerte del poderoso comandante de la Fuerza Quds de los Guardianes de la Revolución iraní, Qasem Soleimaní, en un ataque de Estados Unidos ha generado este viernes preocupación y un temor generalizado a una mayor escalada de la tensión de consecuencias difíciles de predecir en la convulsa zona de Oriente Medio.
En medio de las promesas del líder de Irán, Alí Jamenei, y el dirigente del grupo chiíta libanés Hizbulá, Hasan Nasralá, de que habrá venganza por la muerte de Soleimaní y las amenazas de una “respuesta rápida y directa” de los rebeldes hutíes del Yemen contra Estados Unidos, la comunidad internacional comparte en líneas generales su preocupación por lo ocurrido y sus eventuales consecuencias.
Así, los presidentes de Francia, Emmanuel Macron, y Rusia, Vladímir Putin, alertaron de que la acción de Estados Unidos “puede agravar seriamente la situación” en Oriente Medio.
Previamente Moscú había dado un paso más allá, al calificar el ataque de “paso aventurero que conducirá a un aumento de la tensión en toda la región”, y de “corto de miras” y con “consecuencias muy negativas para todo el sistema de seguridad internacional” el “asesinato” del general iraní, quien, recordó, ordenó combatir al Estado Islámico (EI) mucho antes de que Washington creara la coalición internacional contra el terrorismo yihadista.
Soleimaní era el encargado de las operaciones fuera de Irán de los Guardianes de la Revolución y estuvo presente sobre el terreno en Siria e Irak, supervisando a las milicias respaldadas por Teherán en ambos países y desempeñando un papel destacado en los conflictos de toda la zona.
Por su parte, el Reino Unido instó a “todas las partes” a rebajar la tensión, pues “un conflicto mayor no es de nuestro interés”, mientras Italia subrayó que “no se deben escatimar esfuerzos para asegurar una distensión y la estabilidad. Nuevos focos de tensión no son de interés para nadie y podrían acabar siendo un terreno fértil para el terrorismo y el extremismo violento”.
Para Alemania, “nos encontramos en una escalada peligrosa y ahora se trata de actuar con contención y calma para contribuir a ‘desescalar’ la situación”, aunque, según una portavoz del Gobierno de Berlín, el ataque de Estados Unidos que causó la muerte en Bagdad de Soleimaní y del vicepresidente de las milicias chiíes iraquíes Multitud Popular, Abu Mahdi al Mohandes, fue una “reacción a una serie de provocaciones militares responsabilidad de Irán”.
En este sentido habló también el ministro de Exteriores holandés, Stef Blok, para quien “es de gran importancia que se conserve la tranquilidad en la región. Nadie se beneficia de una mayor escalada. Irán promueve la inestabilidad en la región y Soleimaní jugó un papel en esto”,
Turquía, al tiempo, mostró su “profunda preocupación” por la “creciente tensión” entre Estados Unidos e Irán, condenó “las intervenciones extranjeras en la región” y advirtió del riesgo de conflicto en el vecino Irak.
En esa línea, el presidente del Consejo Europeo, el belga Charles Michel, pidió evitar a toda costa una escalada de la violencia en Irak y poner fin a las provocaciones y represalias en ese país.
Mientras tanto, en Oriente Medio las reacciones son encontradas: ante las condenas de países como el Líbano o Siria al ataque, Israel apoyó a EE.UU. y las naciones suníes guardaron silencio o hicieron llamamientos a la contención.
El Gobierno sirio, del que Irán e Irak son aliados, consideró la muerte de Soleimaní y el vicepresidente de Multitud Popular como una “agresión criminal estadounidense traicionera” que se asemeja a los métodos de “bandas criminales” y que constituye una “grave escalada de la situación en la región”.
Beirut, por su parte, calificó lo ocurrido de “asesinato criminal”, lo tildó de “violación de la soberanía iraquí y escalada peligrosa contra Irán que aumentará las tensiones en la región”, manifestó su intención de mantenerse “al margen de las repercusiones de este peligroso incidente” y llamó a evitar las repercusiones de ese ataque.
Por el contrario, Israel, que ha tomado medidas preventivas ante posibles represalias, expresó su apoyo a Washington “en su lucha por paz, seguridad y defensa propia” e, incluso, el primer ministro Benjamín Netanyahu se refirió a Soleimaní como “responsable de la muerte de ciudadanos estadounidenses y mucha otra gente inocente”.
Netanyahu resaltó que “estaba planificando más ataques”, en alusión a las afirmaciones del Pentágono de que Soleimaní desarrollaba planes para atacar a los diplomáticos y miembros del servicio estadounidenses en Irak y en toda la región.
Entre los países sunitas, Egipto pidió que “se contenga la situación y se evite cualquier escalada”, para lo que es necesario “el cese inmediato de todo tipo de interferencia regional en los asuntos de los Estados y pueblos árabes”.
Desde el golfo Pérsico, donde una escalada de la violencia es más probable debido a la cercanía de Irán y la presencia de bases militares estadounidenses, sólo Arabia Saudita se pronunció sobre los acontecimientos en el país “hermano”, Irak, y denunció “las amenazas y operaciones de las milicias terroristas” en la región, en referencia a los grupos chiítas, al tiempo que llamó a “la contención para evitar todo lo que pueda conducir a una exacerbación de la situación y sus consecuencias”.