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Desmemoria oficial

Zheger Hay Harb

Un encargado de resguardar la memoria histórica que se empeña en negar la historia. Ese es el papel del director del Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH) de Colombia.

El CNMH fue creado en el marco de la ley de víctimas y restitución de tierras en el gobierno de Juan Manuel Santos como preámbulo de las conversaciones con las FARC para concertar una paz negociada tras más de sesenta años de conflicto armado interno. A su cabeza fue nombrado el historiador y filósofo Gonzalo Sánchez y bajo su dirección se produjeron informes académicamente rigurosos sobre los hechos históricos producidos a lo largo de esos años cometidos por la fuerza pública, los paramilitares y la guerrilla.

Desde un comienzo la derecha del país emprendió una campaña de difamación del Centro acusándolo de supuestos sesgos ideológicos que sólo les permiten ver los crímenes de la fuerza pública minimizando los de la guerrilla. Un ligero repaso a los informes producidos echa por tierra esa acusación: su muy completo estudio, ¡Basta ya!, señala a la guerrilla como responsable de crímenes de guerra y de lesa humanidad, así como en su informe sobre el secuestro y crímenes de género.

Pero la realidad es terca y las masacres, despojos de tierra, desplazamientos, desapariciones y ejecuciones extrajudiciales llamadas eufemísticamente falsos positivos aparecen apenas se empieza a investigar la historia del conflicto armado y no es posible soslayar la responsabilidad en ellos de la fuerza pública, paramilitares, políticos y empresarios.

En 2018, una vez de nuevo en el poder el uribismo en cabeza de Iván Duque, el director del Centro renunció porque la historia indicaba la orientación que querrían imponerle. Fue nombrado en su reemplazo Rubén Darío Acevedo, desde siempre cuestionado por su empeño en negar el conflicto armado interno con la tesis uribista que considera que lo que ha existido es un ataque terrorista contra las instituciones legalmente constituidas.

El tiene, como individuo, el derecho a sostener su tesis negacionista de la historia pero no puede dirigir una entidad que según la ley que la creó “tiene por objeto la recuperación, conservación, compilación y análisis de todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio, relativo a las violaciones ocurridas con ocasión del conflicto armado interno en Colombia”. El CNMH hace parte del Sistema de verdad, justicia y reparación y garantías de no repetición que se integra además con la JEP y la Comisión de la Verdad. Por eso su disfuncionalidad en el reconocimiento de la verdad y de las víctimas afecta a los demás componentes del sistema.

Una vez nombrado borró sus trinos pero el portal Cuestión Pública pudo reconstruirlos: “la JEP es la espada de Damocles de las guerrillas y sus amigotes contra las Fuerzas Militares de Colombia”. Y contra Iván Cepeda director del Movimiento de víctimas de crímenes del Estado (Movice): “¿Si saben por qué este tipo es tan desaliñado? A manera de hipótesis: toda la m… que habla la escupe pa’ arriba y le cae en su pelo y en su rostro”.

Ese mismo portal reveló la carta de renuncia en 2017 del profesor Gabriel Cabrera a la dirección del Departamento de Historia de la Universidad Nacional, sede Medellín, por el intento de Acevedo, entonces vicedecano de Ciencias Humanas, de vetar cursos sobre fascismo y marxismo.

Esta semana nombró como director del futuro Museo de la Memoria a una persona muy cercana a la fuerza pública que cuenta como experiencia haber trabajado en museos militares.

¿Cómo una persona así podría garantizar el rigor académico e independencia que nacional e internacionalmente le eran reconocidos al Centro? Por eso y por el desdén con que ha recibido los intentos de acercamiento de entidades de la comunidad internacional, su gestión es rechazada por la academia y las organizaciones de víctimas antes tan vinculadas con el CNMH.

Hace cuatro meses la Coalición Internacional de Sitios de Consciencia, la más importante del mundo sobre el tema, le solicitó a Darío Acevedo que dijera explícitamente si reconocía que en Colombia había existido un conflicto armado interno como resultante del cual hay aproximadamente nueve millones de víctimas como aseguró el padre Francisco de Roux presidente de la Comisión de la Verdad.

En vista de que Acevedo no respondió, esa red decidió excluirlo de ella: “vemos que con no responder nos da a entender que no está dispuesto a suscribir los principios de nuestra comunidad internacional y nos vemos obligados, por lo tanto, a no renovar la membresía del CNMH en la Coalición Internacional de Sitios de Consciencia”.

Acevedo dice ahora que fue un error administrativo, que envió la respuesta a otra entidad, como si en el CNMH antes de su llegada no hubieran tenido una cooperación fluida con esa red.

Este gobierno ya tiene experiencia en cartas perdidas: a comienzos de 2019 la JEP le entregó, para ser enviada a la justicia de Estados Unidos la solicitud de pruebas contra Jesús Santrich por el delito de narcotráfico. La carta nunca llegó y tres meses después la ministra de justicia de la época se justificó diciendo que la había mandado por el correo ordinario y se extravió.

Pero lo que ha perdido este gobierno no son cartas sino el rumbo.

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