El cuarto encuentro entre el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y su ídolo, el mandatario de Estados Unidos, Donald Trump, trajo consigo otro ejemplo de la sumisión del gobierno del país latinoamericano a Washington.
Ambos gobernantes firmaron en La Florida un acuerdo militar que, según el jefe del Comando Sur, Craig Faller, ayudará a enfrentar amenazas como la que supone Venezuela en la región. En teoría, el tratado permite el ingreso de la industria brasileña como proveedor del sector de defensa estadounidense, el mayor del mundo, al reducir los procesos burocráticos para el comercio bilateral en ese sector.
El acuerdo militar bilateral –que aún necesita la ratificación de los Congresos de ambos países- no sorprende y refleja el alineamiento del actual ejecutivo brasileño a la Casa Blanca, pues desde la época de Michel Temer ese acuerdo está bajo análisis, pero las negociaciones se aceleraron bajo el mandato de Bolsonaro, un capitán retirado de muy buena sintonía con Trump.
Es tal la afinidad que en el 2019, el jefe de la Casa Blanca anunció al Congreso de su país su interés en declarar a Brasil como aliado militar estratégico de Estados Unidos fuera de la OTAN, tal como sucedió en 1998 con Argentina.
Para Brasil no es precisamente beneficiosa esa subordinación al país del Tío Sam. Estados Unidos impide, por ejemplo, la implementación de la tecnología 5G de China una condición para garantizar la firma de futuros acuerdos bilaterales, lo cual demuestra la continua imposición de los intereses de Washington a Brasilia.
Este alineamiento ya se ha visto también en otro tipo de concesiones a lo largo del gobierno de Bolsonaro. Es el caso del acuerdo que permite a Estados Unidos el uso de la base espacial de Alcántara, ubicada estratégicamente en el estado brasileño de Maranhao.
Además, el ultraderechista gobernante brasileño apoya las posiciones de la Administración Trump sobre Venezuela, Bolivia y Medio Oriente.
Todo eso sin una contrapartida, porque ni Brasil ni los brasileños ganan nada. A propósito del nuevo acuerdo, Celso Amorim, quien fue canciller del país suramericano durante los gobiernos de Lula da Silva considera que Trump quiere “poner a Brasil bajo su brazo”.
Los intereses de la nación norteña tampoco son nuevos. La Doctrina Monroe, esa que quiere América para los americanos (estadounidenses) está tan activa hoy como cuando comenzó en la primera mitad del siglo XIX.
Tantos años después, y luego de experiencias trágicas de intentos de dominación en el continente, es imposible imaginar que un acuerdo militar entre Brasil y Estados Unidos pueda traer beneficios al interés nacional. Por lo contrario, su objetivo es reforzar la dependencia de los Estados Unidos.
Aunque con pasos tímidos, en los gobiernos de Getulio Vargas y Juscelino Kubitscheck, y también en el período Lula-Dilma, los brasileños ya demostraron que no han renunciado a construir una nación que sea dueña de su destino. Sin embargo, a Bolsonaro y su clan poco le importa la soberanía.
Por Adriana Robreño