Alfredo García
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El pasado fin de semana, los presidentes de EU, Donald Trump y de Brasil, Jail Bolsonaro, recordaron la funesta Operación Cóndor que provocó terror y violencia en América Latina y el Caribe en las décadas de 1970 y 1980.
Bolsonaro llegó a Miami el pasado sábado invitado por el presidente, Trump, para “reafirmar la alianza estratégica” entre ambos países. Al término de una “cena privada de trabajo”, Trump y Bolsonaro manifestaron su voluntad de “profundizar la relación bilateral y de centrarse en incrementar la prosperidad económica, fortalecer la democracia y promover la paz y la seguridad”.
Al día siguiente, Bolsonaro y el ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, asistieron a la firma del acuerdo militar con el almirante, Craig S. Faller, jefe del Comando Sur a cargo de las operaciones militares de EU en el Caribe, Centro y Suramérica. Trascendió que Bolsonaro y Azevedo se reunieron con Faller antes de la firma del acuerdo, para examinar “las oportunidades y amenazas regionales y de cómo trabajar juntos”. Teniendo a Venezuela como telón de fondo, el convenio militar suscrito abre el camino para que EU y Brasil “desarrollen proyectos futuros conjuntos, alineados con el mutuo interés de las partes, incluyendo la posibilidad de mejorar o suministrar nuevas capacidades militares”. Desde Caracas, el presidente, Nicolás Maduro, denunció que esa reunión era parte de “un plan de EU para desatar un conflicto con Venezuela y justificar una intervención”.
A finales de 1960 la democracia en Suramérica fue aplastada con la Doctrina de Seguridad Nacional, concepto utilizado por Washington para presionar a los Ejércitos de los países latinoamericanos a cambiar su misión de defensa de la soberanía por el de combate contra las ideologías, organizaciones o movimientos que pudieran favorecer o apoyar las ideas socialistas en el contexto de la “guerra fría”. Fue el perverso medio de legitimar la toma del poder del Ejército mediante golpes de Estado y la sistemática violación de los derechos humanos y libertades civiles. La formación de los futuros dictadores y sus asistentes, estuvo a cargo de la triste célebre, Escuela de las Américas, con sus “cátedras” sobre represión y torturas.
La Operación Cóndor, fue corolario de la Doctrina de Seguridad Nacional. Consistió en un plan de Inteligencia y coordinación internacional clandestino entre los servicios de seguridad de las dictaduras de Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia, la contrarrevolución cubana y los servicios secretos de Francia liderado por la CIA, durante el gobierno de Richard Nixon (1969-1974), legitimando el terrorismo de Estado contra la oposición democrática y de izquierda, que arrojó un saldo de 50 mil personas asesinadas, 30 mil desaparecidas y 400 mil encarcelados.
Bolsonaro es el ejemplo más representativo de la embestida ultraderechista que desde la década de los 90 del pasado siglo, diseñó las “aperturas” democráticas en Suramérica con la complicidad de los partidos tradicionales, para facilitar el regreso al poder por vía electoral a los mismos intereses económicos que promovieron las dictaduras.
Desde su elección como presidente de Brasil el 1 de enero de 2019, Bolsonaro, notorio por su admiración hacia las dictaduras fascistas y considerar legitima “la práctica de la tortura”, se proclamó seguidor del presidente Trump. Su entusiasta incorporación a la injerencista política exterior de la Casa Blanca contra Palestina, Venezuela y Cuba, lo acredita como el mejor “aliado” de Trump para el “trabajo diplomático sucio” en Latinoamerica, práctica que tiene como precedente la imperialista Doctrina de Seguridad Nacional y la Operación Cóndor.