Concluyó la odisea del MS Braemer
Con un traslado “rápido y seguro”, transcurrió el operativo humanitario organizado por Cuba para ayudar a cruceristas británicos y de otras nacionalidades a retornar a sus países / Cinco de los viajeros a bordo están reportados como positivos del nuevo coronavirus, y 50 permanecían aislados y en cuarentena dentro del propio barco
Por Marina MenéndezFotos: Granma, ACN y Cubadebate(Especial para Por Esto!)
LA HABANA, Cuba.- En unas 24 horas se consumó el atraque del crucero de bandera británica MS Braemer en el puerto habanero de Mariel –unos 30 Km al Oeste de esta capital-, y el traslado terrestre de sus 682 pasajeros y 381 tripulantes al Aeropuerto Internacional “José Martí” donde abordaron, poco después del mediodía de este miércoles, los cuatro aviones de la aerolínea British Airway que los condujeron de regreso a Reino Unido y de allí a sus respectivos países, en igual cantidad de vuelos charter.
“Rápido y seguro”, fueron las premisas del operativo mencionadas, reiteradamente, tanto por los operarios de puerto responsabilizados con el atraque y desembarco en Mariel, como por los compañeros de la empresa de servicios aeroportuarios que estuvieron al frente de su abordaje en los aparatos aéreos enviados por Gran Bretaña, y ubicados en las inmediaciones de la Terminal 5 (reservada en algún momento para Aerocaribbean y sus vuelos al Sudeste mexicano), hasta que los pasajeros llegaron. Fueron esos los dos únicos puntos donde los contagiados o sospechosos de estarlo, “hicieron tierra” con suelo cubano. Sin embargo, hubo cuidado de que no pusieran pie en las instalaciones del aeropuerto.
Hubo protección para unos y otros. Varios ómnibus, ambulancias y grúas estaban apostadas en las inmediaciones del puerto de Mariel al amanecer de este miércoles cuando el barco atracó, y varias horas antes de que los viajeros lo abandonaran para abordar los transportes terrestres, pues en el curso de la mañana se efectuaron los trámites correspondientes.
A su llegada, después del mediodía, los primeros viajeros caminaron desde los ómnibus rumbo a los aviones a través de una suerte de túnel de paredes de plástico transparente, que permitía ver sus rostros tranquilos en las tomas de la televisión.
Los choferes cubanos, provistos de gorros sanitarios, guantes y los correspondientes nasobucos, en cumplimiento de todas las normas técnicas, les aguardaban, así como personal de inmigración, aduana y de la salud cubana.
En efecto, el gesto, que preconizó una vez más la solidaridad cubana frente a una afección de riesgo para la humanidad, posibilitó el rápido regreso de los cruceristas: poco más de un día desde la entrada de la embarcación en aguas jurisdiccionales de la isla, y dos desde que el Gobierno cubano anunció la decisión.
Los primeros más de 200 abordaron cerca de las cuatro de la tarde de este miércoles. Ya estaba en marcha hacia el aeropuerto, para esa hora, la segunda caravana, de cuatro. Los últimos serían los enfermos y, finalmente, los miembros de la tripulación, fieles a la tradición de que el capitán es el último que abandona el barco.
Al confirmar en conferencia de prensa la manera en que se ejecutaría la medida, Juan Antonio Fernández, jefe de Comunicación del Minrex, había adelantado la víspera que el traslado y retorno sería seguro, hospitalario, inmediato y expedito. “Son estos tiempos de solidaridad y de cooperación, y así lo estamos haciendo, conforme a la tradición solidaria de nuestro pueblo”.
Fin de una odisea
Desde hace días, los vacacionistas y tripulantes esperaban el momento de abandonar el crucero luego de detectarse la presencia del Covid-19 en la nave, y tras la negativa de varias naciones de la región de darles posibilidad de atraque, razón por la cual permanecían en lo que un colega ha calificado, muy realistamente, como “aguas de nadie” luego de zarpar el 13 de febrero rumbo al Caribe y diagnosticarse el primer caso, tras la primera parada en la colombiana Cartagena de Indias.
De modo que no se hicieron esperar los mensajes de agradecimiento de los seres humanos encerrados con la enfermedad a bordo del barco, cuando conocieron la decisión de La Habana, que puso fin a su odisea.
“Todos deberíamos recordar lo que #Cuba ha hecho por nosotros, interviniendo cuando ninguno de los países y protectorados de la Commonwealth británica en la región ofreció ayuda”, dijo Steve Dale, un pasajero, en Twitter.
A esas primeras manifestaciones de gratitud que circularon en las redes sociales, se añadió el conmovedor cartel escrito sobre fondo blanco y con letras rojas, que varios de los viajeros enarbolaron cuando se asomaron a cubierta, a su llegada a Mariel, puerto ubicado a unos 40 kilómetros del centro de la capital. “Te quiero, Cuba”, decía.
Los parabienes fueron expresados también por las autoridades del Ministerio del Exterior de Gran Bretaña y su representante diplomático en La Habana, Antony Stokes, quien desde horas tempranas estaba apostado en el puerto de Mariel, y agradeció desde allí el paso dado por Cuba.
La decisión, sin embargo, ha sido atacada por quienes buscan cualquier arista para criticar al Gobierno y al sistema social de la isla, en franca ignorancia no sólo de los principios éticos que dictaron dicha providencia sino, además, de la experiencia médica cubana frente a coyunturas de esta naturaleza, como el enfrentamiento a la pandemia del ébola en Africa en 2014, cuando más de 200 galenos y personal técnico de salud de la Mayor de las Antillas acudieron al llamado continente negro para colaborar en el enfrentamiento del mal.
Uno solo de aquellos colaboradores de la salud falleció, y otro, el doctor Félix Báez, salvó la vida luego de resultar infectado. Su retorno a la salud y a Cuba se debió, precisamente, a la atención recibida en un hospital de Ginebra, Suiza. Un gesto de solidaridad que la isla no olvidará.
Viejo conocido
Pero el MS Braemer es, además, un viejo conocido de Cuba, país adonde viajó anteriormente; incluso, antes de la época dorada del crucerismo en Cuba. Una foto de archivo de la agencia AP lo retrata atracado en el puerto de La Habana, el 14 de abril del año 2008.
Por demás, el gesto de Cuba sirve de contraposición a la actitud egoísta de la administración de Donald Trump, que desde junio del año pasado, en una muestra del opresivo carácter extraterritorial del bloqueo, prohibió la entrada de cruceros a la Mayor de las Antillas.
El último en tocar tierra de la isla fue el buque Empress of the seas, con bandera de Bahamas, de la Royal Caribbean, que partió de puerto habanero en junio de 2019 siguiendo la draconiana medida de Trump, y luego de un “pico” de cruceros visitantes en 2017 que llegó a 17 empresas navieras y 25 embarcaciones.
Ahora dijo otro adiós el MS Braemer, pero lo hizo alegre. Nos visitó por causas totalmente distintas al turismo y, de algún modo, forma parte de otra página de humanidad cubana que deja con un palmo de narices al Imperio.